El desempleo se agudiza en la región del chaco tarijeño
En el chaco tarijeño la situación se pone cada vez más crítica, el desempleo aumenta y el trabajo informal y precario crece. De acuerdo al estudio “Situación actual del empleo juvenil y la oferta formativa en la región del chaco tarijeño” realizado por Icco Cooperación, Edukans y el...
En el chaco tarijeño la situación se pone cada vez más crítica, el desempleo aumenta y el trabajo informal y precario crece. De acuerdo al estudio “Situación actual del empleo juvenil y la oferta formativa en la región del chaco tarijeño” realizado por Icco Cooperación, Edukans y el Centro de Estudios Regionales de Tarija (CERDET), una de cada cuatro personas jóvenes está desempleada en el Chaco.
Según Alba van der Valk Tavera, investigadora a cargo del estudio, la tendencia al desempleo se va agudizando, especialmente en el área urbana. Este panorama castiga sobre todo a jóvenes indígenas y a mujeres, lo que significa que seis de cada diez mujeres jóvenes no gozan de autonomía económica.
La situación determinada- en gran medida por el desarrollo del trabajo doméstico y de cuidado, impuesto de manera casi exclusiva a las mujeres-condiciona en gran medida su vulnerabilidad y alimenta el círculo de la pobreza.
Ante una economía basada en la explotación de recursos naturales y una débil industrialización y desarrollo del mercado interno, una de las principales consecuencias es la precarización del empleo y su desarrollo en el sector terciario de la economía.
En el área rural los porcentajes de desocupación de la población joven son menores que los del área urbana, algo que está relacionado con el generalizado desamparo de actividades productivas de subsistencia.
Según los resultados del estudio mencionado, presentado en febrero de 2018, los menores ingresos que se reciben a partir del año 2015 provocaron un menor dinamismo en las zonas urbanas especialmente, esto se debe al cierre de varias tiendas y restaurantes, sobre todo en Caraparí, donde la dependencia a los contratos con las entidades públicas es aún más grande.
El mismo panorama se observa en los municipios de Yacuiba y Villa Montes, limitando aún más las posibilidades de empleo tanto para la población joven como para la adulta. Para el estudio se encuestó a 200 jóvenes. La gran mayoría -91,5%- respondieron positivamente a la pregunta ¿te gustaría trabajar el siguiente año?, una porción muy superior a los jóvenes que declaran estar buscando trabajo.
Los resultados de la encuesta muestran una tendencia decreciente en el empleo de la población joven, pues de 72,4% de encuestados que declararon haber trabajado el último año, solamente el 50% trabajaba en el momento de realizada la encuesta.
De acuerdo a datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) los ocupados con empleo precario extremo aumentaron en el Chaco, de 22% en 2001 a 51% en 2011. La problemática afectó al 65% de mujeres ocupadas en el área urbana, así como a un porcentaje mayoritario de jóvenes, entre ellos aquellos con un nivel mayor de instrucción.
De acuerdo al estudio, en los municipios chaqueños de Tarija el 72,4% de los jóvenes encuestados habían conseguido algún trabajo durante los últimos años, sin embargo éste no ha perdurado ya que el 39,48% de la población joven que trabajó el año pasado estaba desempleada al momento de la encuesta. Esto se relaciona con el tipo de empleos a los que accede gran parte de la población joven ocupada en los municipios estudiados, pues desarrolla sus actividades laborales en rubros reconocidos por su informalidad.
Otro dato importante que refleja el estudio es que el 43,56% de personas jóvenes encuestadas que trabaja actualmente declaran estar buscando trabajo, lo que se debe generalmente a que cuentan con trabajos inestables que es posible que concluyan pronto.
La caída de ingresos
Entre los años 2005 y 2011 los ingresos departamentales por concepto de pago de regalías e impuestos directos a los hidrocarburos pasaron de 1.320 millones a 3.132 millones de bolivianos, así los ingresos per cápita a nivel departamental pasaron de 2.332 dólares en 2005 a 7.771 dólares en 2014.
Según el Presupuesto General del Estado –PGE 2016- luego de la baja de los precios de los hidrocarburos, el año 2016 la Gobernación de Tarija recibió 1.592,5 millones de bolivianos, lo que implica una disminución del 35% con respecto a los 2.452,8 millones de bolivianos presupuestados para 2015.
Tras la fuerte caída de los ingresos públicos departamentales a partir del año 2016 y 2017 en el chaco tarijeño las instancias estatales han despedido a centenares de empleados y el movimiento económico que se generaba con las contrataciones públicas se ha reducido en 2017 de manera sustancial.
Juan Luis Espada del Cedla, en base a una entrevista que se realizó en el Gobierno Municipal de Caraparí, manifestó que “la reducción fue tan drástica que se bajó la cantidad de personal contratado de 600 en 2015 a 400 personas en el 2017, de éstos sólo 12 eran personal de planta con beneficios sociales, el resto del personal estaba contratado como consultor en línea”.
“Como el Municipio debía seguir despidiendo personal y los funcionarios de mayor jerarquía conocían que no habían otras fuentes de trabajo optaron por conversar con el personal y llegar a un acuerdo entre todos para reducirse los montos salariales con el objetivo de que permanezcan con un contrato de trabajo”.
Los recuerdos de una mejor época en Caraparí
Parece una casa de lujo, tiene un amplio espacio verde en el ingreso, árboles frutales a los costados y 14 habitaciones disponibles. Además, ofrece un amplio salón para las comidas, una elegante sala de recepción y baños privados en cada uno de los cuartos, sumado a esto hay Tv cable, agua fría, caliente e internet wifi. Aunque este último servicio está cortado por falta de uso.
Se trata del hostal Caraparí, ubicado a media cuadra de la plaza principal. Éste hasta antes de la visita de El País eN había estado cerrado, prácticamente durante todo lo que va del 2017. Su propietaria, que vive en Tarija, llegó hasta el lugar para abrir el alojamiento, ya que hubo la demanda de dos habitaciones.
Ruth Molina (propietaria), cuenta que en realidad ella nació en Caraparí, pero hace más de 30 años que hizo su vida en la capital tarijeña; sin embargo dice que volvió a su tierra hace 10 ó 12 años atrás cuando el auge del gas en Caraparí estaba empezando.
Así, con un terreno que le dejó su madre a media cuadra de la plaza principal, apostó por San Alberto y levantó poco a poco e invirtiendo todos sus ahorros, una casa que sirva de alojamiento a todos los extranjeros, obreros y profesionales petroleros que se aprestaban a explotar el megacampo.
“Comencé primero con la parte de adelante y como entraba bastante (dinero), porque venían las petroleras y me pagaban bien, fui ampliando; pero en base a todo lo que ellos me exigían, como ser aire acondicionado, cable, internet, señalización, todo. Llegue a cumplir todo lo que ellos querían, pero también me pagaban siempre puntual”, recuerda.
Dice que antes de San Alberto, Caraparí era un lugar tranquilo, silencio, sin grandes aspiraciones y con poco movimiento. Pero una vez que comenzaron los trabajos para explotar el gas, la segunda sección de la provincia chaqueña cambió, se llenaron los hoteles y las casas.
Los oriundos del lugar se prestaban dinero para ampliar sus domicilios y alquilar a los visitantes. No se encontraba una sola pieza para alquilar o cuarto en el cual pasar la noche, y si se encontraba, los precios eran altos, pues en el lugar trabajaban las petroleras.
Así lo recuerda Ruth, quien dice que venían petroleras como “Petrobras, Bolpegas, Hecterra, Hipebolivia” y le alquilaban todo el alojamiento por el mes entero. Los otros hoteles, hostales y casas corrían con la misma suerte. Dice que en esa época, el pasar la noche para una persona en su alojamiento costaba 250 bolivianos y como tenía 14 habitaciones dobles, el ingreso era bueno y le permitió recuperar su inversión.
Recuerda que las petroleras cambiaron la cara y el costo de vida a Caraparí, pues con tanto movimiento que existía, por ejemplo, a ella le costaba conseguir trabajadoras para su alojamiento. A una empleada le debía pagar hace 8 a 10 años un sueldo mínimo de 2.500 a 3.000 bolivianos, esto porque la mayoría aspiraba a trabajar en alguna empresa vinculada a San Alberto, donde les pagaban 3.400 bolivianos por 21 días de trabajo al mes.
Sin embargo, aquellos años mozos que le tocó vivir quedaron en el pasado y hoy la realidad es otra, muy distante y diferente a la época de las “vacas gordas”
El trabajo precario
Las condiciones en las que trabajan especialmente los jóvenes son muy precarias, ajenas a las condiciones establecidas por ley. En ese contexto la población más desfavorecida es la que cuenta con un nivel bajo de instrucción, por lo que incluso cuando están trabajando buscan otras opciones laborales.
El estudio en el que basamos este reportaje concluye que ante las condiciones económicas desfavorables para el empleo en el chaco tarijeño, especialmente juvenil la educación no está logrando aportar de manera eficiente a la construcción de alternativas para la población joven. En primer lugar porque aunque la educación secundaria en Bolivia es obligatoria, solamente 4 de 10 jóvenes han terminado el bachillerato.
Entre las irregularidades que se constataron en un empleo precario en el chaco tarijeño están: la estabilidad laboral, los ingresos y salarios que no cubren una canasta normativa alimentaria, baja seguridad social, jornadas de trabajo excesivas y el no importismo sobre el respeto y vigencia de derechos laborales. Dos aspectos que se vulneran constantemente son la falta de contratos laborales y los salarios por debajo del mínimo nacional.
El Cedla considera que la pérdida creciente de la calidad del empleo tiene causas macroeconómicas que se relacionan con la profundización del patrón primario exportador y que se puede evidenciar en el acrecentamiento de las exportaciones bolivianas en hidrocarburos y minería, que en 2014 significaron el 82% de las exportaciones, ante un decreciente 17% de productos no tradicionales (soya, textiles, entre otros).
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Según Alba van der Valk Tavera, investigadora a cargo del estudio, la tendencia al desempleo se va agudizando, especialmente en el área urbana. Este panorama castiga sobre todo a jóvenes indígenas y a mujeres, lo que significa que seis de cada diez mujeres jóvenes no gozan de autonomía económica.
La situación determinada- en gran medida por el desarrollo del trabajo doméstico y de cuidado, impuesto de manera casi exclusiva a las mujeres-condiciona en gran medida su vulnerabilidad y alimenta el círculo de la pobreza.
Ante una economía basada en la explotación de recursos naturales y una débil industrialización y desarrollo del mercado interno, una de las principales consecuencias es la precarización del empleo y su desarrollo en el sector terciario de la economía.
En el área rural los porcentajes de desocupación de la población joven son menores que los del área urbana, algo que está relacionado con el generalizado desamparo de actividades productivas de subsistencia.
Según los resultados del estudio mencionado, presentado en febrero de 2018, los menores ingresos que se reciben a partir del año 2015 provocaron un menor dinamismo en las zonas urbanas especialmente, esto se debe al cierre de varias tiendas y restaurantes, sobre todo en Caraparí, donde la dependencia a los contratos con las entidades públicas es aún más grande.
El mismo panorama se observa en los municipios de Yacuiba y Villa Montes, limitando aún más las posibilidades de empleo tanto para la población joven como para la adulta. Para el estudio se encuestó a 200 jóvenes. La gran mayoría -91,5%- respondieron positivamente a la pregunta ¿te gustaría trabajar el siguiente año?, una porción muy superior a los jóvenes que declaran estar buscando trabajo.
Los resultados de la encuesta muestran una tendencia decreciente en el empleo de la población joven, pues de 72,4% de encuestados que declararon haber trabajado el último año, solamente el 50% trabajaba en el momento de realizada la encuesta.
De acuerdo a datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) los ocupados con empleo precario extremo aumentaron en el Chaco, de 22% en 2001 a 51% en 2011. La problemática afectó al 65% de mujeres ocupadas en el área urbana, así como a un porcentaje mayoritario de jóvenes, entre ellos aquellos con un nivel mayor de instrucción.
De acuerdo al estudio, en los municipios chaqueños de Tarija el 72,4% de los jóvenes encuestados habían conseguido algún trabajo durante los últimos años, sin embargo éste no ha perdurado ya que el 39,48% de la población joven que trabajó el año pasado estaba desempleada al momento de la encuesta. Esto se relaciona con el tipo de empleos a los que accede gran parte de la población joven ocupada en los municipios estudiados, pues desarrolla sus actividades laborales en rubros reconocidos por su informalidad.
Otro dato importante que refleja el estudio es que el 43,56% de personas jóvenes encuestadas que trabaja actualmente declaran estar buscando trabajo, lo que se debe generalmente a que cuentan con trabajos inestables que es posible que concluyan pronto.
La caída de ingresos
Entre los años 2005 y 2011 los ingresos departamentales por concepto de pago de regalías e impuestos directos a los hidrocarburos pasaron de 1.320 millones a 3.132 millones de bolivianos, así los ingresos per cápita a nivel departamental pasaron de 2.332 dólares en 2005 a 7.771 dólares en 2014.
Según el Presupuesto General del Estado –PGE 2016- luego de la baja de los precios de los hidrocarburos, el año 2016 la Gobernación de Tarija recibió 1.592,5 millones de bolivianos, lo que implica una disminución del 35% con respecto a los 2.452,8 millones de bolivianos presupuestados para 2015.
Tras la fuerte caída de los ingresos públicos departamentales a partir del año 2016 y 2017 en el chaco tarijeño las instancias estatales han despedido a centenares de empleados y el movimiento económico que se generaba con las contrataciones públicas se ha reducido en 2017 de manera sustancial.
Juan Luis Espada del Cedla, en base a una entrevista que se realizó en el Gobierno Municipal de Caraparí, manifestó que “la reducción fue tan drástica que se bajó la cantidad de personal contratado de 600 en 2015 a 400 personas en el 2017, de éstos sólo 12 eran personal de planta con beneficios sociales, el resto del personal estaba contratado como consultor en línea”.
“Como el Municipio debía seguir despidiendo personal y los funcionarios de mayor jerarquía conocían que no habían otras fuentes de trabajo optaron por conversar con el personal y llegar a un acuerdo entre todos para reducirse los montos salariales con el objetivo de que permanezcan con un contrato de trabajo”.
Los recuerdos de una mejor época en Caraparí
Parece una casa de lujo, tiene un amplio espacio verde en el ingreso, árboles frutales a los costados y 14 habitaciones disponibles. Además, ofrece un amplio salón para las comidas, una elegante sala de recepción y baños privados en cada uno de los cuartos, sumado a esto hay Tv cable, agua fría, caliente e internet wifi. Aunque este último servicio está cortado por falta de uso.
Se trata del hostal Caraparí, ubicado a media cuadra de la plaza principal. Éste hasta antes de la visita de El País eN había estado cerrado, prácticamente durante todo lo que va del 2017. Su propietaria, que vive en Tarija, llegó hasta el lugar para abrir el alojamiento, ya que hubo la demanda de dos habitaciones.
Ruth Molina (propietaria), cuenta que en realidad ella nació en Caraparí, pero hace más de 30 años que hizo su vida en la capital tarijeña; sin embargo dice que volvió a su tierra hace 10 ó 12 años atrás cuando el auge del gas en Caraparí estaba empezando.
Así, con un terreno que le dejó su madre a media cuadra de la plaza principal, apostó por San Alberto y levantó poco a poco e invirtiendo todos sus ahorros, una casa que sirva de alojamiento a todos los extranjeros, obreros y profesionales petroleros que se aprestaban a explotar el megacampo.
“Comencé primero con la parte de adelante y como entraba bastante (dinero), porque venían las petroleras y me pagaban bien, fui ampliando; pero en base a todo lo que ellos me exigían, como ser aire acondicionado, cable, internet, señalización, todo. Llegue a cumplir todo lo que ellos querían, pero también me pagaban siempre puntual”, recuerda.
Dice que antes de San Alberto, Caraparí era un lugar tranquilo, silencio, sin grandes aspiraciones y con poco movimiento. Pero una vez que comenzaron los trabajos para explotar el gas, la segunda sección de la provincia chaqueña cambió, se llenaron los hoteles y las casas.
Los oriundos del lugar se prestaban dinero para ampliar sus domicilios y alquilar a los visitantes. No se encontraba una sola pieza para alquilar o cuarto en el cual pasar la noche, y si se encontraba, los precios eran altos, pues en el lugar trabajaban las petroleras.
Así lo recuerda Ruth, quien dice que venían petroleras como “Petrobras, Bolpegas, Hecterra, Hipebolivia” y le alquilaban todo el alojamiento por el mes entero. Los otros hoteles, hostales y casas corrían con la misma suerte. Dice que en esa época, el pasar la noche para una persona en su alojamiento costaba 250 bolivianos y como tenía 14 habitaciones dobles, el ingreso era bueno y le permitió recuperar su inversión.
Recuerda que las petroleras cambiaron la cara y el costo de vida a Caraparí, pues con tanto movimiento que existía, por ejemplo, a ella le costaba conseguir trabajadoras para su alojamiento. A una empleada le debía pagar hace 8 a 10 años un sueldo mínimo de 2.500 a 3.000 bolivianos, esto porque la mayoría aspiraba a trabajar en alguna empresa vinculada a San Alberto, donde les pagaban 3.400 bolivianos por 21 días de trabajo al mes.
Sin embargo, aquellos años mozos que le tocó vivir quedaron en el pasado y hoy la realidad es otra, muy distante y diferente a la época de las “vacas gordas”
El trabajo precario
Las condiciones en las que trabajan especialmente los jóvenes son muy precarias, ajenas a las condiciones establecidas por ley. En ese contexto la población más desfavorecida es la que cuenta con un nivel bajo de instrucción, por lo que incluso cuando están trabajando buscan otras opciones laborales.
El estudio en el que basamos este reportaje concluye que ante las condiciones económicas desfavorables para el empleo en el chaco tarijeño, especialmente juvenil la educación no está logrando aportar de manera eficiente a la construcción de alternativas para la población joven. En primer lugar porque aunque la educación secundaria en Bolivia es obligatoria, solamente 4 de 10 jóvenes han terminado el bachillerato.
Entre las irregularidades que se constataron en un empleo precario en el chaco tarijeño están: la estabilidad laboral, los ingresos y salarios que no cubren una canasta normativa alimentaria, baja seguridad social, jornadas de trabajo excesivas y el no importismo sobre el respeto y vigencia de derechos laborales. Dos aspectos que se vulneran constantemente son la falta de contratos laborales y los salarios por debajo del mínimo nacional.
El Cedla considera que la pérdida creciente de la calidad del empleo tiene causas macroeconómicas que se relacionan con la profundización del patrón primario exportador y que se puede evidenciar en el acrecentamiento de las exportaciones bolivianas en hidrocarburos y minería, que en 2014 significaron el 82% de las exportaciones, ante un decreciente 17% de productos no tradicionales (soya, textiles, entre otros).
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