Ser mujer en Samayhuate, aisladas, solas y en riesgo
“Los hombres no podían salir porque creció el río y no se podía cruzar la banda. Recuerdo que ella botaba harta sangre…”, dice Cresencia Tato, la partera tapiete, mientras clava su mirada en el duro suelo de tierra, que en secreto guarda todo el dolor del pueblo. Cresencia Tato, la...



“Los hombres no podían salir porque creció el río y no se podía cruzar la banda. Recuerdo que ella botaba harta sangre…”, dice Cresencia Tato, la partera tapiete, mientras clava su mirada en el duro suelo de tierra, que en secreto guarda todo el dolor del pueblo.
Cresencia Tato, la mujer del Capitán Grande y partera por necesidad –con los ojos aguados- dice que le tocó ver morir a su tía cuando estaba a punto de dar a luz. Relata que su pariente tenía un embarazo de riesgo y cuando pasaba por los últimos meses de gestación le vino una hemorragia, que no pudieron controlar.
Cerca de 65 mujeres habitan Samayhuate, el pueblo originario tapiete ubicado a más de 150 kilómetros de la ciudad de Villa Montes. En ese lugar las mujeres se casan a los 16 años debido a una costumbre cultural. Así tienen hijos a corta edad y desde ese momento su rol está concentrado en cuidar a los niños y a los animales, sobre todo cuando los hombres están ausentes.
Pero cuando para muchas mujeres el embarazo es la etapa más feliz para las tapietes es uno de los momentos más críticos, pues varias han fallecido debido a hemorragias y a que el centro de salud es muy lejano. “Es una suerte, si nace bien la wawa”, afirma el asambleísta tapiete Vicente Ferreira.
“Mi madre se acabó porque estaba enferma de la matriz. No pudieron sacarla y aquí no había quién la atienda. Por esto, está prohibido enfermarse en Samayhuate, sino uno se muere”, dice Juana con voz firme mientras cocina en un viejo fogón una sopa de zapallo.
Las mujeres no pueden salir del pueblo aunque así lo quieran, sobre todo porque el largo camino está asfaltado sólo en una cuarta parte y recorrerlo a pie llevará al menos 24 horas.
La situación empeora con la revelación del asambleísta tapiete Vicente Ferreria, quien asegura que las mujeres están acostumbradas a pasar el 80% del año sin sus esposos, pues éstos se van a trabajar a la ciudad debido a la crisis.
Solas ante un largo camino
El centro de salud más cercano se encuentra en la comunidad de Cutaiqui, que dista a 30 kilómetros del pueblo. Entretanto, el otro centro de salud próximo está en Ibibobo y queda aún más lejos, debido a que está a poco más de 50 kilómetros de Samayhuate.
La mujer que se sienta enferma debe caminar quince kilómetros para abordar un vehículo de servicio público, que pasa por Algarrobo Lareo, un puesto sobre la carretera por donde se ve esporádicamente transitar alguno que otro motorizado.
El servicio público más cercano con destino a Villa Montes pasa solamente dos veces por semana, puntualmente los jueves y domingos, una vez cada día. Para poder subirse a uno de estos vehículos, se debe caminar 15 kilómetros.
De acuerdo a los pobladores de Samayhuate, hace siete años atrás la situación caminera era mucho más difícil, debido a que se debía salir por otra carretera hasta la comunidad de Ibibobo, que dista entre 55 y 60 kilómetros del pueblo.
En Villa Montes, existen 24 establecimientos de salud, 23 de primer nivel y uno de segundo nivel, que es el hospital que se encuentra en la ciudad. De estos 23 centros de salud de primer nivel, el que corresponde en atención médica a la población tapiete es el establecimiento de Cutaiqui, que cuenta con un médico, un auxiliar y un enfermero.
Este centro de salud está ubicado a casi 130 kilómetros de la ciudad y tiene como responsabilidad atender a 429 habitantes, entre los que se encuentran los tapietes, los habitantes de Cutaiqui y personas de algunos puestos ganaderos. Sin embargo, son muy pocos los que pueden llegar a este lugar.
La preocupación de una madre tapiete
Enriqueta Contreras Germán, una mujer de 26 años, madre de dos hijos estaba embarazada de su tercer hijo. Aunque no es tapiete vivía en el pueblo, pues se juntó con un indígena y se fue a vivir desde hace un año a Samayhuate.
En su noveno mes de embarazo dijo que su último control fue hace dos meses. La preocupación en su mirada era evidente.
“Sí o sí tengo que salir de aquí, como sea tengo que ir hasta Villa Montes. Es la primera vez que estoy aquí, me junté con él y tenía que venirme a este pueblo que es tranquilo, pero no hay atención de salud. Por eso, como dijo mi cuñado, casi la mayoría de los chicos no se enferman, pero cuando hay emergencias, eso nos pesa”, afirmaba muy alarmada y admitía que no ha contemplado la posibilidad de que el bebé se adelante.
Según la instrucción dada para los centros de salud de primer nivel, que atienden en zonas alejadas, el personal médico debe ir una vez al mes hasta el lugar, donde vive la embarazada para realizarle el control. Sin embargo, Enriqueta no fue controlada, pues la doctora que estaba a cargo dejó de visitarla sin previo aviso. Es más, cuenta que aquella persona se llevó su carnet de embarazada para recoger su canasta alimentaria de maternidad. “Al parecer la asaltaron y perdió el documento”, dijo.
Solas y sin oportunidades
En entrevista con El País, el asambleísta departamental tapiete, Vicente Ferreira, explicó que si bien Samayhuate cuenta con una pequeña escuela, sólo una cantidad reducida de mujeres asiste a ésta.
Uno de los factores principales que influye de manera determinante en esta restricción es un rasgo cultural del pueblo, que establece que el casamiento para las mujeres se dé a los 16 años. Esto hace que muchas tengan hijos a corta edad.
Según Ferreira, el rol de la mujer está centrado en cuidar a los niños cuando los varones se trasladan a trabajar. Las mujeres ya están acostumbradas a pasar el 80% del año sin sus esposos.
“El pueblo se queda solo con las mujeres y los hijos. Ellas se quedan en la casa, cocinan, cuidan los niños y los animales”, detalló Ferreira y agregó que antes las mujeres se dedicaban a los tejidos, pero hoy ya no lo hacen, ya que se ha hecho difícil conseguir el material.
Ferreira agregó que entre las pocas que van a la escuela, hay quienes terminaron primaria y algunas que llegaron a ciclo medio, “saben, entienden, pero hay un problema”, dijo. “No se sienten capaces, y ellas mismas rechazan oportunidades”, aseguró. Así define que las mujeres de su pueblo no se animan a ser dirigentes, pues son tímidas y tienen miedo.
Detalles de la situación en el pueblo
Solas
Las mujeres tapietes a menudos se quedan solas, pues los hombres migran a la ciudad a trabajar. Por tal motivo ellas son reacias a hablar con extraños
Necesidad
Todos los habitantes de Samayhuate coinciden en que su principal necesidad es un centro de salud en la comunidad. Sobre todo, si los hombres de cada familia deben salir a cazar o en busca de trabajos temporales para mantener su hogar.
Transporte
Un servicio expreso que llegue hasta Samayhuate cobra al menos 250 bolivianos de ida y otros Bs. 250 de vuelta. Si se quiere que el vehículo espere a los pasajeros esto costará 50 bolivianos adicionales por hora.
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Cresencia Tato, la mujer del Capitán Grande y partera por necesidad –con los ojos aguados- dice que le tocó ver morir a su tía cuando estaba a punto de dar a luz. Relata que su pariente tenía un embarazo de riesgo y cuando pasaba por los últimos meses de gestación le vino una hemorragia, que no pudieron controlar.
Cerca de 65 mujeres habitan Samayhuate, el pueblo originario tapiete ubicado a más de 150 kilómetros de la ciudad de Villa Montes. En ese lugar las mujeres se casan a los 16 años debido a una costumbre cultural. Así tienen hijos a corta edad y desde ese momento su rol está concentrado en cuidar a los niños y a los animales, sobre todo cuando los hombres están ausentes.
Pero cuando para muchas mujeres el embarazo es la etapa más feliz para las tapietes es uno de los momentos más críticos, pues varias han fallecido debido a hemorragias y a que el centro de salud es muy lejano. “Es una suerte, si nace bien la wawa”, afirma el asambleísta tapiete Vicente Ferreira.
“Mi madre se acabó porque estaba enferma de la matriz. No pudieron sacarla y aquí no había quién la atienda. Por esto, está prohibido enfermarse en Samayhuate, sino uno se muere”, dice Juana con voz firme mientras cocina en un viejo fogón una sopa de zapallo.
Las mujeres no pueden salir del pueblo aunque así lo quieran, sobre todo porque el largo camino está asfaltado sólo en una cuarta parte y recorrerlo a pie llevará al menos 24 horas.
La situación empeora con la revelación del asambleísta tapiete Vicente Ferreria, quien asegura que las mujeres están acostumbradas a pasar el 80% del año sin sus esposos, pues éstos se van a trabajar a la ciudad debido a la crisis.
Solas ante un largo camino
El centro de salud más cercano se encuentra en la comunidad de Cutaiqui, que dista a 30 kilómetros del pueblo. Entretanto, el otro centro de salud próximo está en Ibibobo y queda aún más lejos, debido a que está a poco más de 50 kilómetros de Samayhuate.
La mujer que se sienta enferma debe caminar quince kilómetros para abordar un vehículo de servicio público, que pasa por Algarrobo Lareo, un puesto sobre la carretera por donde se ve esporádicamente transitar alguno que otro motorizado.
El servicio público más cercano con destino a Villa Montes pasa solamente dos veces por semana, puntualmente los jueves y domingos, una vez cada día. Para poder subirse a uno de estos vehículos, se debe caminar 15 kilómetros.
De acuerdo a los pobladores de Samayhuate, hace siete años atrás la situación caminera era mucho más difícil, debido a que se debía salir por otra carretera hasta la comunidad de Ibibobo, que dista entre 55 y 60 kilómetros del pueblo.
En Villa Montes, existen 24 establecimientos de salud, 23 de primer nivel y uno de segundo nivel, que es el hospital que se encuentra en la ciudad. De estos 23 centros de salud de primer nivel, el que corresponde en atención médica a la población tapiete es el establecimiento de Cutaiqui, que cuenta con un médico, un auxiliar y un enfermero.
Este centro de salud está ubicado a casi 130 kilómetros de la ciudad y tiene como responsabilidad atender a 429 habitantes, entre los que se encuentran los tapietes, los habitantes de Cutaiqui y personas de algunos puestos ganaderos. Sin embargo, son muy pocos los que pueden llegar a este lugar.
La preocupación de una madre tapiete
Enriqueta Contreras Germán, una mujer de 26 años, madre de dos hijos estaba embarazada de su tercer hijo. Aunque no es tapiete vivía en el pueblo, pues se juntó con un indígena y se fue a vivir desde hace un año a Samayhuate.
En su noveno mes de embarazo dijo que su último control fue hace dos meses. La preocupación en su mirada era evidente.
“Sí o sí tengo que salir de aquí, como sea tengo que ir hasta Villa Montes. Es la primera vez que estoy aquí, me junté con él y tenía que venirme a este pueblo que es tranquilo, pero no hay atención de salud. Por eso, como dijo mi cuñado, casi la mayoría de los chicos no se enferman, pero cuando hay emergencias, eso nos pesa”, afirmaba muy alarmada y admitía que no ha contemplado la posibilidad de que el bebé se adelante.
Según la instrucción dada para los centros de salud de primer nivel, que atienden en zonas alejadas, el personal médico debe ir una vez al mes hasta el lugar, donde vive la embarazada para realizarle el control. Sin embargo, Enriqueta no fue controlada, pues la doctora que estaba a cargo dejó de visitarla sin previo aviso. Es más, cuenta que aquella persona se llevó su carnet de embarazada para recoger su canasta alimentaria de maternidad. “Al parecer la asaltaron y perdió el documento”, dijo.
Solas y sin oportunidades
En entrevista con El País, el asambleísta departamental tapiete, Vicente Ferreira, explicó que si bien Samayhuate cuenta con una pequeña escuela, sólo una cantidad reducida de mujeres asiste a ésta.
Uno de los factores principales que influye de manera determinante en esta restricción es un rasgo cultural del pueblo, que establece que el casamiento para las mujeres se dé a los 16 años. Esto hace que muchas tengan hijos a corta edad.
Según Ferreira, el rol de la mujer está centrado en cuidar a los niños cuando los varones se trasladan a trabajar. Las mujeres ya están acostumbradas a pasar el 80% del año sin sus esposos.
“El pueblo se queda solo con las mujeres y los hijos. Ellas se quedan en la casa, cocinan, cuidan los niños y los animales”, detalló Ferreira y agregó que antes las mujeres se dedicaban a los tejidos, pero hoy ya no lo hacen, ya que se ha hecho difícil conseguir el material.
Ferreira agregó que entre las pocas que van a la escuela, hay quienes terminaron primaria y algunas que llegaron a ciclo medio, “saben, entienden, pero hay un problema”, dijo. “No se sienten capaces, y ellas mismas rechazan oportunidades”, aseguró. Así define que las mujeres de su pueblo no se animan a ser dirigentes, pues son tímidas y tienen miedo.
Detalles de la situación en el pueblo
Solas
Las mujeres tapietes a menudos se quedan solas, pues los hombres migran a la ciudad a trabajar. Por tal motivo ellas son reacias a hablar con extraños
Necesidad
Todos los habitantes de Samayhuate coinciden en que su principal necesidad es un centro de salud en la comunidad. Sobre todo, si los hombres de cada familia deben salir a cazar o en busca de trabajos temporales para mantener su hogar.
Transporte
Un servicio expreso que llegue hasta Samayhuate cobra al menos 250 bolivianos de ida y otros Bs. 250 de vuelta. Si se quiere que el vehículo espere a los pasajeros esto costará 50 bolivianos adicionales por hora.
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