Yalo Cuellar, el artista al que le ocultaban la guitarra
A sus 8 años Yalo Cuellar ya había sentido la magia de tocar las cuerdas de una guitarra, cuando su papá le enseñó los primeras cuatro acordes fue por el año 1971. Luego su padre optó por ocultarle ese instrumento, pues ya no quería que aprendiera, ya que tenía el prejuicio que ser...



A sus 8 años Yalo Cuellar ya había sentido la magia de tocar las cuerdas de una guitarra, cuando su papá le enseñó los primeras cuatro acordes fue por el año 1971. Luego su padre optó por ocultarle ese instrumento, pues ya no quería que aprendiera, ya que tenía el prejuicio que ser músico estaba asociado con el alcohol. Sin embargo, la curiosidad le llevó seguir experimentado este arte y con el pasar de los años se consagró como uno de los cantautores más reconocidos del país. Él se declara como un artista que cuenta historias a través del canto, en las que también se añade poesía, “contar cantando o cantar contando”, para él es lo mismo.
La calle Martín Barroso, San Pedro y Juan XXIII de Yacuiba fueron testigos de sus travesuras y escapadas que hacía para sumergirse en la música. Por esa zona había un boliche con damas de compañía, ahí asistía un grupo donde un joven de esos tiempos, de quien ahora no recuerda su nombre, tocaba bien la guitarra. Así, Yalo se daba mañas para ir a verlo tocar, incluso le seguía a los matrimonios. Por su puesto, el instrumento que ocultaba su padre, tampoco se salvaba de que lo encontrase para practicar.
“Que cante el chico, que cante el chico” repetía la gente en los cumpleaños de niños donde él asistía, luego lo hacía en las horas cívicas de su colegio y en actos de la universidad. En su infancia tenía como referente a Jorge Cafrune, el hombre gaucho de las milongas y las zambas, quien opinaba a través del canto. No por nada una de sus primeras canciones que aprendió a tocar fue Zamba de mi Esperanza. Ya en su juventud admiraba al cantautor español Joan Manuel Serrat.
Su papá aceptó a regañadientes que su hermano le regale una guitarra a Yalo, un pequeño instrumento que era de la Guerra del Chaco, mismo que en la actualidad conserva en su casa. “Esto se lo quiero reglar al chico porque parece que va ser guitarrista”, recuerda que le dijo su tío a su papá, quien no estaba gustoso de ese obsequio. Para ese entonces ya tenía diez años.
Dos años después pisó por primera vez un escenario, se trataba del festival de la Tradición Chaqueña. Ahí participó con su padre y su hermana con una canción compuesta para la selección boliviana, pues se vivía la fiebre del fútbol. Obtuvieron el segundo lugar en la premiación.
Los años transcurrieron y su papá aún no aceptaba que su hijo se dedique a la música. Yalo tenía 18 años y compuso “La vida y el tiempo”, una canción que hace referencia a lo que se vive en la casa y en la calle.
En los 80, cuando en las calles sonaban Michael Jackson, John Travolta, Madona, Boy George, Phil Collins, Yalo grabó en casete de música folclórica, sin saber el éxito que le esperaba como artista.
Luego la inspiración le ayudó y grabó once CD como solista. Antes de ello, sus primeras composiciones fueron grabadas en un disco de vinilo, que llevó el nombre de “Quiero ir al Chaco”. Preparó temas junto a Toto Vaca, autor de Tiempo Feliz, canción que no falta en ninguna peña folclórica de viernes o una guitarreada en cualquier casa. Otra producción la tuvo junto a Savia Nueva.
“Hay hombres que están marcados por el destino y van buscando otros sueños por el camino, por sendas llenas de penas y otras de olvido, hay hombres que lo dan todo por los amigos”, versa la primea estrofa del tema Fray Quebracho, que es una de las canciones que más gratificaciones le trajo al artista chaqueño.
Yalo escribió esa canción porque tuvo la oportunidad de coincidir con ese sacerdote en muchas tardes de su adolescencia. Su papá prestaba el servicio de transporte que iba de Yacuiba a Caraparí, de ahí a Saladillo y Canto del Agua, comunidad donde el sacerdote llegaba todos los días a las cinco de la tarde. Fue en esos momentos cuando conversaba con el religioso a quien le gustaba el campo, pues éste tenía dones de poeta, Quebracho sacaba sus libros y se ponía a escribir poesía, que luego los músicos le pondrían melodía.
Otra de las canciones que no falta en el concierto de Yalo Cuellar es Muchacha de Risa Loca, una adaptación de una letra de ritmo bambuco colombiano. Ésta fue gravada a pedido del grupo Tupay, cuyos integrantes eran dueños del estudio Efecto Récord y querían que esa canción se vuelva chaqueña. Por lo que Yalo empezó crearla hasta que se afinó en ritmo de Polka. “Yo quiero vidita mía cantarle a tus ojos negros, porque mi vida son ellos, amor y melancolía, cantarle quiero a tu boca muchacha de risa loca, cantarle quiero a tu boca y a tu imponente figura”, es la primera estrofa de ese tema.
Para el artista chaqueño, si eres un tipo que te gusta leer, se está en ventaja porque se tiene materia prima para escribir. Pero ése no es su caso, por ello él se alimenta de lo que la gente le cuenta. Ve esto como una forma de recuperar historia, tomarla de base para escribir y matizarla con un poco de poesía. Por eso se declara un contador de historias a través del canto.
“No veo yo el momento de decir me llegó la inspiración. Uno se tiene que levantar, como se pone un marco para trazar una pintura, ir encontrando las palabras. Es como ir en lienzo pintando todo lo que se quiere expresar-comenta Cuellar-. Para mí el arte es un estado de ánimo. A veces cuando alguien hace la letra y otro la música, no siempre encajan ambas. Yo hago la música y la letra al mismo tiempo. Soy autodidacta voy silbando y componiendo”.
Sin embargo, mientras cosechaba el éxito, la enfermedad le jugó una mala pasada. Allá por el año 1995 un mal le atacó la garganta, nunca se supo qué patología era, pero lo alejó de los escenarios por dos años aproximadamente. Su médico le dijo que a lo mejor podría ser un hongo, le dio unos remedios, que luego le permitieron retornar con más fuerza al mundo de la música. Desde esa etapa en su vida Yalo siempre lleva su propio micrófono para cantar en los conciertos.
Si bien en lo artístico la vida lo recompensó, Yalo sabe que no pudo aprovechar la infancia de sus dos hijos o por lo menos ésa es una de las cosas que le reclama el mayor. Cuando era Día del padre, de la madre o aniversario del colegio, siempre estaba fuera de casa, eran fechas en las que salía, pues había más trabajo.
“Siempre tuve el apoyo de mi mujer, pero es duro para ella saber que me tengo que ir. Estás viajando la mayor parte. Mis dos hijos son músicos, uno tiene 17 años y otro 24, tocaban un tiempo conmigo. Pero ahora los dos están estudiando en Buenos Aires-relata Cuellar-. Lastimosamente ninguno canta y como músicos un mejor futuro hay en Argentina. Los veo cada fin de año”, cuenta.
Sus canciones se treparon en el viento para entrar en los hogares, oficinas y el corazón de la población tarijeña y boliviana. Pero este arte también le llevó a dar conciertos en Argentina, Chile, Perú y Ecuador, en el caso de Sudamérica. Luego en Estados Unidos estuvo en ciudades como Washington, Nueva York y Maryland. Después en España, Francia, Italia, Suecia, Suiza y Bélgica.
El 16 y 17 de agosto de 2018 le cantó a Tarija por sus 32 años de carrera. Ofreció un reportorio con nuevas composiciones, en ellas habla del amor, de la tierra chapaca y de las heridas abiertas que siguen en Villa Montes. Todo el material recién será grabado en un nuevo disco.
En la década de los 80, cuando Yalo se fue a La Paz, por cuestiones de su gusto por el fútbol y por estudiar en la Universidad de San Andrés, no terminó haciendo ninguna de las dos cosas, estuvo marcado por el destino para ser cantautor.
Detalles del destacado músico
Composición
“No veo yo el momento de decir me llegó la inspiración. Uno se tiene que levantar y empezar, así como se pone un marco para trazar una pintura, ir encontrando las palabras, es como ir en lienzo pintando todo lo que se quiere expresar. Para mí, el arte también es un estado de ánimo en el que uno se encuentra”.
Teatro de la Cultura
El 16 y 17 de agosto de 2018 le cantó a Tarija por sus 32 años de carrera. Ofreció un reportorio con nuevas composiciones, en ellas habla del amor, de la tierra chapaca y las heridas abiertas que siguen en Villa Montes. Todo el material recién será grabado en un nuevo disco. Hubo una masiva concurrencia de la población.
Músicos
Son cinco los músicos que acompañan a Yalo Cuellar en los conciertos que ofrece, además de un responsable de sonido. Ellos también son parte de las grabaciones de sus discos que produce, como el último que grabará en los próximos meses de sus nuevas composiciones.
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La calle Martín Barroso, San Pedro y Juan XXIII de Yacuiba fueron testigos de sus travesuras y escapadas que hacía para sumergirse en la música. Por esa zona había un boliche con damas de compañía, ahí asistía un grupo donde un joven de esos tiempos, de quien ahora no recuerda su nombre, tocaba bien la guitarra. Así, Yalo se daba mañas para ir a verlo tocar, incluso le seguía a los matrimonios. Por su puesto, el instrumento que ocultaba su padre, tampoco se salvaba de que lo encontrase para practicar.
“Que cante el chico, que cante el chico” repetía la gente en los cumpleaños de niños donde él asistía, luego lo hacía en las horas cívicas de su colegio y en actos de la universidad. En su infancia tenía como referente a Jorge Cafrune, el hombre gaucho de las milongas y las zambas, quien opinaba a través del canto. No por nada una de sus primeras canciones que aprendió a tocar fue Zamba de mi Esperanza. Ya en su juventud admiraba al cantautor español Joan Manuel Serrat.
Su papá aceptó a regañadientes que su hermano le regale una guitarra a Yalo, un pequeño instrumento que era de la Guerra del Chaco, mismo que en la actualidad conserva en su casa. “Esto se lo quiero reglar al chico porque parece que va ser guitarrista”, recuerda que le dijo su tío a su papá, quien no estaba gustoso de ese obsequio. Para ese entonces ya tenía diez años.
Dos años después pisó por primera vez un escenario, se trataba del festival de la Tradición Chaqueña. Ahí participó con su padre y su hermana con una canción compuesta para la selección boliviana, pues se vivía la fiebre del fútbol. Obtuvieron el segundo lugar en la premiación.
Los años transcurrieron y su papá aún no aceptaba que su hijo se dedique a la música. Yalo tenía 18 años y compuso “La vida y el tiempo”, una canción que hace referencia a lo que se vive en la casa y en la calle.
En los 80, cuando en las calles sonaban Michael Jackson, John Travolta, Madona, Boy George, Phil Collins, Yalo grabó en casete de música folclórica, sin saber el éxito que le esperaba como artista.
Luego la inspiración le ayudó y grabó once CD como solista. Antes de ello, sus primeras composiciones fueron grabadas en un disco de vinilo, que llevó el nombre de “Quiero ir al Chaco”. Preparó temas junto a Toto Vaca, autor de Tiempo Feliz, canción que no falta en ninguna peña folclórica de viernes o una guitarreada en cualquier casa. Otra producción la tuvo junto a Savia Nueva.
“Hay hombres que están marcados por el destino y van buscando otros sueños por el camino, por sendas llenas de penas y otras de olvido, hay hombres que lo dan todo por los amigos”, versa la primea estrofa del tema Fray Quebracho, que es una de las canciones que más gratificaciones le trajo al artista chaqueño.
Yalo escribió esa canción porque tuvo la oportunidad de coincidir con ese sacerdote en muchas tardes de su adolescencia. Su papá prestaba el servicio de transporte que iba de Yacuiba a Caraparí, de ahí a Saladillo y Canto del Agua, comunidad donde el sacerdote llegaba todos los días a las cinco de la tarde. Fue en esos momentos cuando conversaba con el religioso a quien le gustaba el campo, pues éste tenía dones de poeta, Quebracho sacaba sus libros y se ponía a escribir poesía, que luego los músicos le pondrían melodía.
Otra de las canciones que no falta en el concierto de Yalo Cuellar es Muchacha de Risa Loca, una adaptación de una letra de ritmo bambuco colombiano. Ésta fue gravada a pedido del grupo Tupay, cuyos integrantes eran dueños del estudio Efecto Récord y querían que esa canción se vuelva chaqueña. Por lo que Yalo empezó crearla hasta que se afinó en ritmo de Polka. “Yo quiero vidita mía cantarle a tus ojos negros, porque mi vida son ellos, amor y melancolía, cantarle quiero a tu boca muchacha de risa loca, cantarle quiero a tu boca y a tu imponente figura”, es la primera estrofa de ese tema.
Para el artista chaqueño, si eres un tipo que te gusta leer, se está en ventaja porque se tiene materia prima para escribir. Pero ése no es su caso, por ello él se alimenta de lo que la gente le cuenta. Ve esto como una forma de recuperar historia, tomarla de base para escribir y matizarla con un poco de poesía. Por eso se declara un contador de historias a través del canto.
“No veo yo el momento de decir me llegó la inspiración. Uno se tiene que levantar, como se pone un marco para trazar una pintura, ir encontrando las palabras. Es como ir en lienzo pintando todo lo que se quiere expresar-comenta Cuellar-. Para mí el arte es un estado de ánimo. A veces cuando alguien hace la letra y otro la música, no siempre encajan ambas. Yo hago la música y la letra al mismo tiempo. Soy autodidacta voy silbando y componiendo”.
Sin embargo, mientras cosechaba el éxito, la enfermedad le jugó una mala pasada. Allá por el año 1995 un mal le atacó la garganta, nunca se supo qué patología era, pero lo alejó de los escenarios por dos años aproximadamente. Su médico le dijo que a lo mejor podría ser un hongo, le dio unos remedios, que luego le permitieron retornar con más fuerza al mundo de la música. Desde esa etapa en su vida Yalo siempre lleva su propio micrófono para cantar en los conciertos.
Si bien en lo artístico la vida lo recompensó, Yalo sabe que no pudo aprovechar la infancia de sus dos hijos o por lo menos ésa es una de las cosas que le reclama el mayor. Cuando era Día del padre, de la madre o aniversario del colegio, siempre estaba fuera de casa, eran fechas en las que salía, pues había más trabajo.
“Siempre tuve el apoyo de mi mujer, pero es duro para ella saber que me tengo que ir. Estás viajando la mayor parte. Mis dos hijos son músicos, uno tiene 17 años y otro 24, tocaban un tiempo conmigo. Pero ahora los dos están estudiando en Buenos Aires-relata Cuellar-. Lastimosamente ninguno canta y como músicos un mejor futuro hay en Argentina. Los veo cada fin de año”, cuenta.
Sus canciones se treparon en el viento para entrar en los hogares, oficinas y el corazón de la población tarijeña y boliviana. Pero este arte también le llevó a dar conciertos en Argentina, Chile, Perú y Ecuador, en el caso de Sudamérica. Luego en Estados Unidos estuvo en ciudades como Washington, Nueva York y Maryland. Después en España, Francia, Italia, Suecia, Suiza y Bélgica.
El 16 y 17 de agosto de 2018 le cantó a Tarija por sus 32 años de carrera. Ofreció un reportorio con nuevas composiciones, en ellas habla del amor, de la tierra chapaca y de las heridas abiertas que siguen en Villa Montes. Todo el material recién será grabado en un nuevo disco.
En la década de los 80, cuando Yalo se fue a La Paz, por cuestiones de su gusto por el fútbol y por estudiar en la Universidad de San Andrés, no terminó haciendo ninguna de las dos cosas, estuvo marcado por el destino para ser cantautor.
Detalles del destacado músico
Composición
“No veo yo el momento de decir me llegó la inspiración. Uno se tiene que levantar y empezar, así como se pone un marco para trazar una pintura, ir encontrando las palabras, es como ir en lienzo pintando todo lo que se quiere expresar. Para mí, el arte también es un estado de ánimo en el que uno se encuentra”.
Teatro de la Cultura
El 16 y 17 de agosto de 2018 le cantó a Tarija por sus 32 años de carrera. Ofreció un reportorio con nuevas composiciones, en ellas habla del amor, de la tierra chapaca y las heridas abiertas que siguen en Villa Montes. Todo el material recién será grabado en un nuevo disco. Hubo una masiva concurrencia de la población.
Músicos
Son cinco los músicos que acompañan a Yalo Cuellar en los conciertos que ofrece, además de un responsable de sonido. Ellos también son parte de las grabaciones de sus discos que produce, como el último que grabará en los próximos meses de sus nuevas composiciones.
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