Los divorcios de “Edipo”, un fenómeno común en Tarija
“Carlitos, mi rey”, “Papito”, así le dice mamá a su hijito de 35 años, mientras le peina las cejas delante de su esposa e hijos. Carlos, un hombre calvo, pálido y dubitativo, parece empequeñecerse frente a Doña Edith, y quedarse mudo al oír su nombre y su generoso rango,...



“Carlitos, mi rey”, “Papito”, así le dice mamá a su hijito de 35 años, mientras le peina las cejas delante de su esposa e hijos. Carlos, un hombre calvo, pálido y dubitativo, parece empequeñecerse frente a Doña Edith, y quedarse mudo al oír su nombre y su generoso rango, anestesiado por las palabras de mamá. No es esposo ni padre; apenas un niño sumiso y obediente, asexuado y tibio y terriblemente bueno para ella.
Carlos nunca tomó lo masculino de papá. Tenía tanto miedo de ser como él (guerrerista, tomatrago), así que lo más fácil fue elegir el guion escrito por mamá. Y se hizo hombre sin resolver su complejo de Edipo. Hoy su matrimonio parece embalsamado y reducido a un viejo álbum fotográfico.
Habla cada día con mamá por celular y la antepone a su esposa, a tal punto que ha creado una competencia destructiva. Como padre, es el mejor amigo de sus hijos. Pero Javier, su hijo mayor, ha tomado su lugar en la familia, es la pareja emocional de mamá (reproduciendo otra vez, pero por contra modelo, el complejo de Edipo) y no solo motiva a papá, también lo regaña.
El complejo de Edipo, mal resuelto o desatendido, es el principio de la inmensa mayoría de los trastornos psíquicos de los hombres y de muchos trastornos de relación. Cientos de mujeres a diario toman la decisión de divorciarse de Edipo.
El “complejo de Edipo” es un término psicoanalítico freudiano que describe la preferencia del niño hacia la madre, mostrándose acaparador con ella en competición con cualquier otro varón que le “quite” su atención y rivalice con su cariño, normalmente el padre, quien se convierte en objeto de sentimientos de alejamiento y odio.
Freud se inspiró, para denominar este complejo, en la tragedia griega “Edipo rey” de Sófocles (495 a 406 a.C.). En ella se fabula cómo Edipo mata a su padre Layo, rey de Tebas, y se convierte él mismo en rey al casarse con la viuda, su madre Yocasta, con la que llega a tener hasta cuatro hijos. En la actualidad los psicólogos usan el término para explicar las relaciones extremadamente estrechas que tienen algunos hombres con sus madres.
Para la psicóloga Mariel Gutiérrez lo que hace a los hijos dependientes de sus padres incluso cuando han formado su propia familia es la ausencia de una base afectiva fuerte, unos progenitores sobreprotectores o una disfunción familiar como un divorcio. “Cuando una persona es autónoma y tiene una estabilidad emocional fuerte, si sabe que sus padres van a estar ahí siempre, vivirá seguro, sin la necesidad de vivir con ellos”, cuenta la psicóloga.
Lo cierto es que los tiempos han cambiado y la mujer ya no está dispuesta a aceptar este problema como años antes. Para Lilli Mattera, esto ocurre porque “antes la esposa desempeñaba una función de sumisión al marido y estaba dispuesta a aceptar ciertos comportamientos poco respetuosos e invasores de su suegra, ahora los tiempos han cambiado y la mujer ya no está dispuesta a aceptarlos. Es por esto que se rebela generando discusiones que a menudo llevan a la separación”.
Sandra, divorciada de 34 años, comenta que a diario tenía conflictos con su esposo por este problema, pues su suegra le había creado una esposa ideal en la mente, con la que ella no podía competir. “Si hacía algo en contra de ese modelo, entonces ya estaba mal porque no era lo que su madre veía como perfecto”, dice y asegura que muchas de sus amigas en Tarija han pasado por situaciones similares.
En un sondeo realizado por El País a 30 mujeres casadas con problemas matrimoniales, diez de ellas aseguraron haber pasado por este problema, siete lo superaron y tres terminaron divorciadas.
“Amor, mi mamá viene a comer hoy”, “voy a llamarla, seguro se siente sola” o “le consultaré si está bien la decisión que tomé”, son frases comunes con las que comenzó el problema.
Según el psicoterapeuta Manuel Saravia, la mamitis o complejo de Edipo “es una dependencia emocional que tiene el hombre con su madre, es como si no hubiera cortado el cordón umbilical”.
La raíz del problema comienza cuando las madres forman hijos dependientes y sobreprotegidos. No les enseñan a enfrentar cosas nuevas, más bien los asustan diciéndoles que no pueden hacer nada sin ellas, sostuvo el especialista.
Cómo evitar criar a un Edipo
Para el especialista, Saravia, los niños necesitan que los padres los protejan, los cuiden y estén pendientes de sus cosas pero cuando esta protección es excesiva o hay un divorcio pueden estar creándoles problemas que acaben arrastrando hasta la edad adulta, como la mamitis.
En ese sentido, es fundamental por un lado que los padres les den cierta independencia a sus hijos desde pequeños y sean conscientes de que el amor en exceso asfixia, no deja crecer, incapacita en la toma de decisiones y produce frustración. Más bien deben transmitir una percepción tranquilizadora del mundo, dar confianza cuando crea que no puede hacer algo y apoyarlo con prudencia, sin excesos.
Por otro lado, la mejor terapia para los hijos es palpar continuadamente la unión y amor entre sus padres. La mejor educación que pueden heredar es la evidencia diaria de que sus padres están unidos y se aman. Tanto en las decisiones ordinarias como en las excepcionales, en la niñez, en la adolescencia y en la juventud. “Ese será el techo, sin grietas ni goteras, que les hará madurar en seguridad, amor y ambiente humano positivo”, asegura.
¿Cómo puede superar este problema un adulto?
No será sencillo pero tampoco imposible. Aquí unos efectivos consejos:
a) El primer paso será que la persona acepte y reconozca que sufre de mamitis.
b) Luego es necesario poner límites a la madre y aprender a tomar decisiones por sí mismo. Si hay errores, estos deben asumirse con responsabilidad.
c) El apoyo de la pareja será fundamental. La buena comunicación y tolerancia jugarán un rol esencial.
d) No está de más buscar ayuda profesional.
Datos para entender el problema
1) Un hombre con mamitis tiende a ver que su madre no puede sobrevivir sin él. Ella es quien le da estructura y le proporciona la confianza que necesita para hacer las cosas.
2) La persona que sufre de mamitis es un excelente hijo, trata de cumplir con todas las cosas que su madre le pide, se da una especie de “portarse bien para ser aceptado”, aunque él ya tenga familia.
3) Si tu novio sufre de mamitis, no lo juzgues o critiques. Por el contrario, habla con él y juntos busquen la forma de superar ese problema. Recuerden que son una pareja.
4) En la mayoría de casos, los hombres con mamitis no se dan cuenta de su situación, ya que reproducen conductas y actitudes aprendidas desde muy temprana edad, y desahogan con su cónyuge expectativas, temores y rencores nacidos durante la relación con sus padres generando serias discusiones.
5) Ambos deben ceder y tener muy claro que si bien la familia de origen es importante, la familia nuclear es la prioridad ahora.
El rol de la madre
Para superar este complejo el rol de la madre de “Edipo” es fundamental, pues es ella quien en su madurez debe distanciarse de la nueva pareja y dejar que su hijo se haga hombre, responsabilizándose de su nueva familia.
“No quiere decir que no lo llamé nunca jamás, ni los visite, simplemente se trata de evitar una mala influencia en el matrimonio, ya que como ella tuvo su oportunidad con su esposo, sus hijos también deben tener la suya”, explicó Saravia.
¿Ella o yo?
En algunos casos se observan hombres cuya dependencia llega al tal nivel que, sencillamente, cancelan cualquier posibilidad de desarrollar aspectos profesionales o de relaciones de pareja por no abandonar a la madre. En otros casos, aun teniendo una relación de pareja, el apego es tal que de inmediato aparecen los problemas.
Una esposa que no está dispuesta a asumir el rol de una madre abnegada o que, sencillamente, tiene otro estilo para doblar las camisas son algunos de los pequeños escenarios que repercuten en conflictos de pareja a gran escala. Ahí, sin planificarse, surge una tensión entre las partes. La madre no está dispuesta a “perder a su hijo” y la esposa no está dispuesta a siempre ser el plato de segunda mesa. El hombre, de repente, queda en medio de una tensión de la cual es difícil salir sin implementar cambios concretos.
La comodidad de tenerlo todo hecho al estilo de mamá y la libertad de forjar una familia con su criterio y estilo son dos polos opuestos que no son compatibles.
“Las relaciones en las que la madre controla toda la vida del hijo son de las que más se quejan las esposas. Son madres que entran en el terreno de las decisiones que corresponden a la pareja, como la crianza de los hijos”, ejemplifica el psicólogo Rivera Santos.
Si se trata de una pareja joven con poca estabilidad económica y una madre que sí tiene esa estabilidad, la situación se agrava. “Lo que parece una ayuda sana y bonita puede llegar a un punto en el que la mujer se sienta desplazada”, advierte el psicólogo. “También se tiende a minimizar la figura de la pareja frente a la figura de la madre”, apunta.
“Son madres que buscan volverse la tercera pieza de la relación”, señala. “Incluso puede causar problemas en la intimidad porque ese vínculo entre la pareja se ve interrumpido si la madre vive a pocos metros”, añade.
Aunque parece un asunto complejo de manejar, sobre todo porque tiene como base estructuras de crianza muy arraigadas en una familia, a juicio del profesional es absolutamente posible manejarlo.
“Las madres deben entender que los hijos no les pertenecen”, enfatiza Rivera Santos y agrega que esto puede evitarse si se maneja desde la niñez. “Hay que enseñarles a superar la ansiedad de la separación, que sepan que, aunque mamá no esté en todo momento, van a estar bien”, apunta.
Y si nada de eso sirve, el caballero que suelte el babero, la madre que pare de hacer loncheras y la mujer que busque un hombre que quiera ser compañero y no un hijo dos veces. “Suena un poco extremo, pero así es el nuevo milenio y sus relaciones”, concluye el psicólogo.
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Carlos nunca tomó lo masculino de papá. Tenía tanto miedo de ser como él (guerrerista, tomatrago), así que lo más fácil fue elegir el guion escrito por mamá. Y se hizo hombre sin resolver su complejo de Edipo. Hoy su matrimonio parece embalsamado y reducido a un viejo álbum fotográfico.
Habla cada día con mamá por celular y la antepone a su esposa, a tal punto que ha creado una competencia destructiva. Como padre, es el mejor amigo de sus hijos. Pero Javier, su hijo mayor, ha tomado su lugar en la familia, es la pareja emocional de mamá (reproduciendo otra vez, pero por contra modelo, el complejo de Edipo) y no solo motiva a papá, también lo regaña.
El complejo de Edipo, mal resuelto o desatendido, es el principio de la inmensa mayoría de los trastornos psíquicos de los hombres y de muchos trastornos de relación. Cientos de mujeres a diario toman la decisión de divorciarse de Edipo.
El “complejo de Edipo” es un término psicoanalítico freudiano que describe la preferencia del niño hacia la madre, mostrándose acaparador con ella en competición con cualquier otro varón que le “quite” su atención y rivalice con su cariño, normalmente el padre, quien se convierte en objeto de sentimientos de alejamiento y odio.
Freud se inspiró, para denominar este complejo, en la tragedia griega “Edipo rey” de Sófocles (495 a 406 a.C.). En ella se fabula cómo Edipo mata a su padre Layo, rey de Tebas, y se convierte él mismo en rey al casarse con la viuda, su madre Yocasta, con la que llega a tener hasta cuatro hijos. En la actualidad los psicólogos usan el término para explicar las relaciones extremadamente estrechas que tienen algunos hombres con sus madres.
Para la psicóloga Mariel Gutiérrez lo que hace a los hijos dependientes de sus padres incluso cuando han formado su propia familia es la ausencia de una base afectiva fuerte, unos progenitores sobreprotectores o una disfunción familiar como un divorcio. “Cuando una persona es autónoma y tiene una estabilidad emocional fuerte, si sabe que sus padres van a estar ahí siempre, vivirá seguro, sin la necesidad de vivir con ellos”, cuenta la psicóloga.
Lo cierto es que los tiempos han cambiado y la mujer ya no está dispuesta a aceptar este problema como años antes. Para Lilli Mattera, esto ocurre porque “antes la esposa desempeñaba una función de sumisión al marido y estaba dispuesta a aceptar ciertos comportamientos poco respetuosos e invasores de su suegra, ahora los tiempos han cambiado y la mujer ya no está dispuesta a aceptarlos. Es por esto que se rebela generando discusiones que a menudo llevan a la separación”.
Sandra, divorciada de 34 años, comenta que a diario tenía conflictos con su esposo por este problema, pues su suegra le había creado una esposa ideal en la mente, con la que ella no podía competir. “Si hacía algo en contra de ese modelo, entonces ya estaba mal porque no era lo que su madre veía como perfecto”, dice y asegura que muchas de sus amigas en Tarija han pasado por situaciones similares.
En un sondeo realizado por El País a 30 mujeres casadas con problemas matrimoniales, diez de ellas aseguraron haber pasado por este problema, siete lo superaron y tres terminaron divorciadas.
“Amor, mi mamá viene a comer hoy”, “voy a llamarla, seguro se siente sola” o “le consultaré si está bien la decisión que tomé”, son frases comunes con las que comenzó el problema.
Según el psicoterapeuta Manuel Saravia, la mamitis o complejo de Edipo “es una dependencia emocional que tiene el hombre con su madre, es como si no hubiera cortado el cordón umbilical”.
La raíz del problema comienza cuando las madres forman hijos dependientes y sobreprotegidos. No les enseñan a enfrentar cosas nuevas, más bien los asustan diciéndoles que no pueden hacer nada sin ellas, sostuvo el especialista.
Cómo evitar criar a un Edipo
Para el especialista, Saravia, los niños necesitan que los padres los protejan, los cuiden y estén pendientes de sus cosas pero cuando esta protección es excesiva o hay un divorcio pueden estar creándoles problemas que acaben arrastrando hasta la edad adulta, como la mamitis.
En ese sentido, es fundamental por un lado que los padres les den cierta independencia a sus hijos desde pequeños y sean conscientes de que el amor en exceso asfixia, no deja crecer, incapacita en la toma de decisiones y produce frustración. Más bien deben transmitir una percepción tranquilizadora del mundo, dar confianza cuando crea que no puede hacer algo y apoyarlo con prudencia, sin excesos.
Por otro lado, la mejor terapia para los hijos es palpar continuadamente la unión y amor entre sus padres. La mejor educación que pueden heredar es la evidencia diaria de que sus padres están unidos y se aman. Tanto en las decisiones ordinarias como en las excepcionales, en la niñez, en la adolescencia y en la juventud. “Ese será el techo, sin grietas ni goteras, que les hará madurar en seguridad, amor y ambiente humano positivo”, asegura.
¿Cómo puede superar este problema un adulto?
No será sencillo pero tampoco imposible. Aquí unos efectivos consejos:
a) El primer paso será que la persona acepte y reconozca que sufre de mamitis.
b) Luego es necesario poner límites a la madre y aprender a tomar decisiones por sí mismo. Si hay errores, estos deben asumirse con responsabilidad.
c) El apoyo de la pareja será fundamental. La buena comunicación y tolerancia jugarán un rol esencial.
d) No está de más buscar ayuda profesional.
Datos para entender el problema
1) Un hombre con mamitis tiende a ver que su madre no puede sobrevivir sin él. Ella es quien le da estructura y le proporciona la confianza que necesita para hacer las cosas.
2) La persona que sufre de mamitis es un excelente hijo, trata de cumplir con todas las cosas que su madre le pide, se da una especie de “portarse bien para ser aceptado”, aunque él ya tenga familia.
3) Si tu novio sufre de mamitis, no lo juzgues o critiques. Por el contrario, habla con él y juntos busquen la forma de superar ese problema. Recuerden que son una pareja.
4) En la mayoría de casos, los hombres con mamitis no se dan cuenta de su situación, ya que reproducen conductas y actitudes aprendidas desde muy temprana edad, y desahogan con su cónyuge expectativas, temores y rencores nacidos durante la relación con sus padres generando serias discusiones.
5) Ambos deben ceder y tener muy claro que si bien la familia de origen es importante, la familia nuclear es la prioridad ahora.
El rol de la madre
Para superar este complejo el rol de la madre de “Edipo” es fundamental, pues es ella quien en su madurez debe distanciarse de la nueva pareja y dejar que su hijo se haga hombre, responsabilizándose de su nueva familia.
“No quiere decir que no lo llamé nunca jamás, ni los visite, simplemente se trata de evitar una mala influencia en el matrimonio, ya que como ella tuvo su oportunidad con su esposo, sus hijos también deben tener la suya”, explicó Saravia.
¿Ella o yo?
En algunos casos se observan hombres cuya dependencia llega al tal nivel que, sencillamente, cancelan cualquier posibilidad de desarrollar aspectos profesionales o de relaciones de pareja por no abandonar a la madre. En otros casos, aun teniendo una relación de pareja, el apego es tal que de inmediato aparecen los problemas.
Una esposa que no está dispuesta a asumir el rol de una madre abnegada o que, sencillamente, tiene otro estilo para doblar las camisas son algunos de los pequeños escenarios que repercuten en conflictos de pareja a gran escala. Ahí, sin planificarse, surge una tensión entre las partes. La madre no está dispuesta a “perder a su hijo” y la esposa no está dispuesta a siempre ser el plato de segunda mesa. El hombre, de repente, queda en medio de una tensión de la cual es difícil salir sin implementar cambios concretos.
La comodidad de tenerlo todo hecho al estilo de mamá y la libertad de forjar una familia con su criterio y estilo son dos polos opuestos que no son compatibles.
“Las relaciones en las que la madre controla toda la vida del hijo son de las que más se quejan las esposas. Son madres que entran en el terreno de las decisiones que corresponden a la pareja, como la crianza de los hijos”, ejemplifica el psicólogo Rivera Santos.
Si se trata de una pareja joven con poca estabilidad económica y una madre que sí tiene esa estabilidad, la situación se agrava. “Lo que parece una ayuda sana y bonita puede llegar a un punto en el que la mujer se sienta desplazada”, advierte el psicólogo. “También se tiende a minimizar la figura de la pareja frente a la figura de la madre”, apunta.
“Son madres que buscan volverse la tercera pieza de la relación”, señala. “Incluso puede causar problemas en la intimidad porque ese vínculo entre la pareja se ve interrumpido si la madre vive a pocos metros”, añade.
Aunque parece un asunto complejo de manejar, sobre todo porque tiene como base estructuras de crianza muy arraigadas en una familia, a juicio del profesional es absolutamente posible manejarlo.
“Las madres deben entender que los hijos no les pertenecen”, enfatiza Rivera Santos y agrega que esto puede evitarse si se maneja desde la niñez. “Hay que enseñarles a superar la ansiedad de la separación, que sepan que, aunque mamá no esté en todo momento, van a estar bien”, apunta.
Y si nada de eso sirve, el caballero que suelte el babero, la madre que pare de hacer loncheras y la mujer que busque un hombre que quiera ser compañero y no un hijo dos veces. “Suena un poco extremo, pero así es el nuevo milenio y sus relaciones”, concluye el psicólogo.
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