“Ciencias económicas” modernas en el centro de la crisis civilizatoria
Alberto Acosta, expresidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador, y John Cajas Guijarro, economista y profesor de la Universidad Central del Ecuador, señalan que las “ciencias económicas” no han dado respuestas a la crisis civilizatoria del capital, pues “están atrapadas en sus...



Alberto Acosta, expresidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador, y John Cajas Guijarro, economista y profesor de la Universidad Central del Ecuador, señalan que las “ciencias económicas” no han dado respuestas a la crisis civilizatoria del capital, pues “están atrapadas en sus aspiraciones de describir mundos ideales” alejados de la realidad.
Estos mundos ideales, sea con libre mercado o con participación estatal o con dogmatismos, no implican en ningún caso un cuestionamiento del sistema.
En palabras de los expertos: “las diferentes corrientes que surgen desde la ortodoxia –e incluso desde cierta heterodoxia–, casi siempre están sumidas en agudas confusiones pues siguen discutiendo ‘el problema económico’ envuelto en un inútil análisis sobre cuánto mercado y cuánto Estado es necesario, asumiendo ingenuamente que esa sería la dicotomía entre capitalismo y socialismo”.
Así, unas corrientes contradicen a otras, pero casi siempre en la superficie, ya que “solo se disputan medidas para sostener el sistema capitalista de acumulación, sin siquiera cuestionarlo.
En definitiva, terminan empantanados en debates insolubles, mientras que el capitalismo sigue cayendo en su crisis civilizatoria, sin que los capitalistas dejen de acumular en todo momento”, agregan.
La economista británica Joan Robinson (1903-1983) resumía a su manera las críticas de Acosta y Cajas. Según la conocida académica, las “ciencias económicas” modernas crearon una serie de exposiciones elegantes, pero acerca de problemas de menor importancia, distrayendo a quienes estudien economía de las desagradables realidades del mundo capitalista.
Síntomas de la crisis civilizatoria
La mencionada crisis civilizatoria se ve reflejada actualmente en varios fenómenos de múltiples dimensiones, como las crisis económicas recurrentes, frente a las cuales las ciencias económicas fueron incapaces de dar respuestas oportunas.
También están los problemas distributivos. Según Oxfam, y con datos de Credit Suisse, en 2017 apenas 42 personas tuvieron en su poder la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial. En contraste, según la misma fuente (a partir de datos del Banco Mundial), alrededor de 2.400 millones de personas vivirían en condiciones de pobreza.
Además de lo que Acosta llama “asfixia financiera”: se requeriría más de 3,5 veces el PIB mundial para cubrir los stocks financieros disponibles en el planeta. Al mismo tiempo las ganancias financieras van superando a las ganancias productivas, “especialmente desde la gran arremetida neoliberal de la década del 80”.
Deuda e intercambio desigual
Como se sabe, según información del propio Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda mundial pasó del 200% del PIB mundial en 2002, al 318% al tercer trimestre de 2017, momento en que la deuda mundial alcanzó los 233 billones (millones de millones), de dólares.
Además, la deuda externa de los países subdesarrollados aumentó de 2,1 a 6,8 billones de dólares entre 2000-2015. Y en varios casos, como en Argentina, la deuda sigue creciendo. Incluso en Bolivia, donde los montos son apenas una fracción de estos, la tendencia observada es la misma.
Por otra parte, mientras que los flujos anuales de ayuda al desarrollo que los “países ricos” envían a los “países pobres” son de alrededor de 130 mil millones de dólares, los “pobres” terminan enviando a los “ricos” alrededor de 2 billones de dólares cada año.
Esto se ve en las relaciones económicas entre Bolivia y China, su socio comercial más importante en la actualidad.
China ejecuta y ejecutará en Bolivia 25 contratos por un valor de 3.265 millones de dólares. Según el Observatorio de Inversiones Latinoamericanas, más de la mitad del financiamiento que reciben las empresas chinas en Bolivia (2.260 millones de dólares) proviene del Estado boliviano y de las entidades financieras internacionales de las que Bolivia se presta. O sea que Bolivia se endeuda para financiar a China.
La cifra es aproximadamente 700 millones de dólares mayor a la deuda actual con China sumado al saldo por desembolsar (1.561,7 millones de dólares).
A esto se debe agregar la desigual relación comercial entre ambos países. En la última década el déficit comercial de Bolivia con China se ha incrementado, pasando de -255 mil dólares en 2007 a -1.216 millones de dólares en 2016. “Se trata de un esquema de intercambio dependiente”, advierte el Observatorio.
Crisis ambiental y alimentaria
Según datos de la NASA, los niveles de emisión de dióxido de carbono (CO2) están llegando a máximos no registrados, desde hace más de 650.000 años, al igual que la temperatura global, que ha llegado a máximos históricos.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) indica que, si no cambia significativamente la tecnología de captura y almacenamiento de carbono, solo un tercio de las reservas probadas de combustibles fósiles puede consumirse sin superar en 2 grados centígrados el incremento de la temperatura global al 2050 (22% de reservas son petróleo, 15% gas y el resto carbón).
Asimismo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un mundo donde la obesidad y el hambre conviven, al año se desperdician más de 1,3 mil millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles, que pueden nutrir a 3 mil millones de personas.
Ese desperdicio se distribuye equilibradamente: 670 millones en el Norte global y 630 millones en el Sur global, incluyendo los países más pobres del planeta, lo que da cuenta de fuertes desigualdades en los propios países pobres.
La misma fuente revela que el 70% de los cereales negociados en el mundo están determinados por “lógicas especulativas”, donde se produce alimentos para autos y no para seres humanos. Con lo que se destinan mayores extensiones de tierra para una agricultura de monocultivos asociada a los transgénicos, ocasionando la pérdida acelerada de biodiversidad.
Bolivia está entrando justamente a la llamada “era de los biocombustibles” –aunque es en realidad una apuesta por los agrocombustibles-, a través de un reciente acuerdo entre el gobierno de Evo Morales y el sector agroindustrial (empresarios privados y Cainco).
“Ciencias económicas” y la crisis del pensamiento
Los académicos ecuatorianos advierten que a la crisis civilizatoria se agrega una crisis del pensamiento.
[caption id="attachment_36371" align="alignleft" width="493"] Alrededor de 2.400 millones de personas viven en condiciones de pobreza[/caption]
“Se ha menoscabado la construcción –o siquiera discusión– de las grandes soluciones que el mundo necesita. Y quizá entre las mayores exponentes de esa crisis del pensamiento son las mal llamadas ‘ciencias económicas’ –tanto en sus versiones (neo)clásicas, keynesianas y hasta marxistas–, las cuales han sido incapaces de explicar –peor de resolver– los problemas del capitalismo, la ‘civilización de la desigualdad’”.
Así, en vez de enfocarse en comprender las realidades desagradables del mundo, más bien “los inocentes ‘mundos ideales’, creados por las ‘ciencias económicas’ y los ‘economistas vulgares’, sea con más mercado o más Estado, terminan siendo ‘perros guardianes’ del capitalismo o de otras formas de concentración de poder”, afirman Acosta y Cajas.
Como resultado, “la economía sirve de apología del capitalismo o del autoritarismo, con lo cual esa ‘ciencia’ y esos economistas se vuelven parte del problema”. Evidencia de ello es que incluso gobiernos progresistas, siguen anclados voluntariamente a conceptos irreales e indicadores de la salud del capitalismo, como el PIB y el crecimiento económico como un fin, mientras los problemas del mundo real persisten.
De la economía política a la “ciencia económica”
“¿Cuándo perdió su rumbo la economía?, ¿cuándo abandonó el estudio de la reproducción material de la vida, para volverse un mero estudio crematístico, con delirantes envidias y aspiraciones ‘científicas’ iguales a la física u a otras ciencias alejadas del mundo social?”, se preguntan Acosta y Cajas.
Precisamente el hecho de que la economía política devele las injusticias del sistema y cómo se acumula el capital explotando a la naturaleza y a los trabajadores, “es la razón de fondo por la cual se dio la gran ruptura dentro del pensamiento económico”, responden.
Y es que poco después de que Karl Marx presentara en 1867 sus escritos más famosos e influyentes al respecto, el pensamiento económico comenzó a abandonar su contenido político que tenía aún con Adam Smith, David Ricardo y otros. Así, en 1871 surge el “marginalismo” con William Stanley Jevons quien en su obra planteaba lo siguiente: “En este trabajo he intentado tratar a la Economía como un cálculo de Placer y Dolor”.
Por tanto, para Jevons el objeto de estudio deja de ser la subsistencia sino el cálculo (matemático) y el balance placer y dolor. Según Acosta y Cajas, este es “un enfoque subjetivo a todas luces, pues lo que para unos genera placer, para otros puede generar dolor, cosa que no sucede al pensar en la subsistencia material de la vida”.
De ahí en adelante se fue abandonando cada vez más el contenido político y centrándose solamente en estudiar la oferta y la demanda mediante las matemáticas.
Post-economía para el post-capitalismo
Ante la ruptura en el pensamiento económico que significó el abandono de la economía política, que terminó siendo funcional a la acumulación de capital, los expertos plantean dar paso a un epistemicidio de las “ciencias económicas” modernas.
En su reemplazo, proponen construir una post-economía, “entendida no como una corriente económica más, sino como un intento sincero –a través de la transdisciplinariedad– por superar todas las corrientes económicas, recogiendo de estas solo aquello que garantice la vida en armonía entre los seres humanos y de estos con la Naturaleza”.
Para Acosta y Cajas, la post-economía no es una anti-economía. “Al contrario, la post-economía debe aceptar que las sociedades necesitan de la producción, distribución, circulación y consumo para reproducir su vida material y social (recuperando las raíces de la economía política). Sin embargo, tales procesos deben regirse por una racionalidad humanista y socioambiental, y no por la racionalidad del capital ni por la racionalidad del progreso”.
Por tanto, según los académicos ecuatorianos, construir otras lógicas económicas que den muerte a las “ciencias económicas” modernas es un tema de supervivencia, donde las alternativas sean pensadas “transdisciplinariamente y aplicadas con una visión holística y sistémica”.
Y es que “necesitamos nuevos horizontes no más atados al crecimiento económico, al ‘desarrollo’, al ‘progreso’; horizontes que superen el patriarcado, la explotación de los seres humanos y la Naturaleza, la colonialidad, la acumulación de poder por medio de la succión de la vida”, sentencian.
Estos mundos ideales, sea con libre mercado o con participación estatal o con dogmatismos, no implican en ningún caso un cuestionamiento del sistema.
En palabras de los expertos: “las diferentes corrientes que surgen desde la ortodoxia –e incluso desde cierta heterodoxia–, casi siempre están sumidas en agudas confusiones pues siguen discutiendo ‘el problema económico’ envuelto en un inútil análisis sobre cuánto mercado y cuánto Estado es necesario, asumiendo ingenuamente que esa sería la dicotomía entre capitalismo y socialismo”.
Así, unas corrientes contradicen a otras, pero casi siempre en la superficie, ya que “solo se disputan medidas para sostener el sistema capitalista de acumulación, sin siquiera cuestionarlo.
En definitiva, terminan empantanados en debates insolubles, mientras que el capitalismo sigue cayendo en su crisis civilizatoria, sin que los capitalistas dejen de acumular en todo momento”, agregan.
La economista británica Joan Robinson (1903-1983) resumía a su manera las críticas de Acosta y Cajas. Según la conocida académica, las “ciencias económicas” modernas crearon una serie de exposiciones elegantes, pero acerca de problemas de menor importancia, distrayendo a quienes estudien economía de las desagradables realidades del mundo capitalista.
Síntomas de la crisis civilizatoria
La mencionada crisis civilizatoria se ve reflejada actualmente en varios fenómenos de múltiples dimensiones, como las crisis económicas recurrentes, frente a las cuales las ciencias económicas fueron incapaces de dar respuestas oportunas.
También están los problemas distributivos. Según Oxfam, y con datos de Credit Suisse, en 2017 apenas 42 personas tuvieron en su poder la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial. En contraste, según la misma fuente (a partir de datos del Banco Mundial), alrededor de 2.400 millones de personas vivirían en condiciones de pobreza.
Además de lo que Acosta llama “asfixia financiera”: se requeriría más de 3,5 veces el PIB mundial para cubrir los stocks financieros disponibles en el planeta. Al mismo tiempo las ganancias financieras van superando a las ganancias productivas, “especialmente desde la gran arremetida neoliberal de la década del 80”.
Deuda e intercambio desigual
Como se sabe, según información del propio Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda mundial pasó del 200% del PIB mundial en 2002, al 318% al tercer trimestre de 2017, momento en que la deuda mundial alcanzó los 233 billones (millones de millones), de dólares.
Además, la deuda externa de los países subdesarrollados aumentó de 2,1 a 6,8 billones de dólares entre 2000-2015. Y en varios casos, como en Argentina, la deuda sigue creciendo. Incluso en Bolivia, donde los montos son apenas una fracción de estos, la tendencia observada es la misma.
Por otra parte, mientras que los flujos anuales de ayuda al desarrollo que los “países ricos” envían a los “países pobres” son de alrededor de 130 mil millones de dólares, los “pobres” terminan enviando a los “ricos” alrededor de 2 billones de dólares cada año.
Esto se ve en las relaciones económicas entre Bolivia y China, su socio comercial más importante en la actualidad.
China ejecuta y ejecutará en Bolivia 25 contratos por un valor de 3.265 millones de dólares. Según el Observatorio de Inversiones Latinoamericanas, más de la mitad del financiamiento que reciben las empresas chinas en Bolivia (2.260 millones de dólares) proviene del Estado boliviano y de las entidades financieras internacionales de las que Bolivia se presta. O sea que Bolivia se endeuda para financiar a China.
La cifra es aproximadamente 700 millones de dólares mayor a la deuda actual con China sumado al saldo por desembolsar (1.561,7 millones de dólares).
A esto se debe agregar la desigual relación comercial entre ambos países. En la última década el déficit comercial de Bolivia con China se ha incrementado, pasando de -255 mil dólares en 2007 a -1.216 millones de dólares en 2016. “Se trata de un esquema de intercambio dependiente”, advierte el Observatorio.
Crisis ambiental y alimentaria
Según datos de la NASA, los niveles de emisión de dióxido de carbono (CO2) están llegando a máximos no registrados, desde hace más de 650.000 años, al igual que la temperatura global, que ha llegado a máximos históricos.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) indica que, si no cambia significativamente la tecnología de captura y almacenamiento de carbono, solo un tercio de las reservas probadas de combustibles fósiles puede consumirse sin superar en 2 grados centígrados el incremento de la temperatura global al 2050 (22% de reservas son petróleo, 15% gas y el resto carbón).
Asimismo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un mundo donde la obesidad y el hambre conviven, al año se desperdician más de 1,3 mil millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles, que pueden nutrir a 3 mil millones de personas.
Ese desperdicio se distribuye equilibradamente: 670 millones en el Norte global y 630 millones en el Sur global, incluyendo los países más pobres del planeta, lo que da cuenta de fuertes desigualdades en los propios países pobres.
La misma fuente revela que el 70% de los cereales negociados en el mundo están determinados por “lógicas especulativas”, donde se produce alimentos para autos y no para seres humanos. Con lo que se destinan mayores extensiones de tierra para una agricultura de monocultivos asociada a los transgénicos, ocasionando la pérdida acelerada de biodiversidad.
Bolivia está entrando justamente a la llamada “era de los biocombustibles” –aunque es en realidad una apuesta por los agrocombustibles-, a través de un reciente acuerdo entre el gobierno de Evo Morales y el sector agroindustrial (empresarios privados y Cainco).
“Ciencias económicas” y la crisis del pensamiento
Los académicos ecuatorianos advierten que a la crisis civilizatoria se agrega una crisis del pensamiento.
[caption id="attachment_36371" align="alignleft" width="493"] Alrededor de 2.400 millones de personas viven en condiciones de pobreza[/caption]
“Se ha menoscabado la construcción –o siquiera discusión– de las grandes soluciones que el mundo necesita. Y quizá entre las mayores exponentes de esa crisis del pensamiento son las mal llamadas ‘ciencias económicas’ –tanto en sus versiones (neo)clásicas, keynesianas y hasta marxistas–, las cuales han sido incapaces de explicar –peor de resolver– los problemas del capitalismo, la ‘civilización de la desigualdad’”.
Así, en vez de enfocarse en comprender las realidades desagradables del mundo, más bien “los inocentes ‘mundos ideales’, creados por las ‘ciencias económicas’ y los ‘economistas vulgares’, sea con más mercado o más Estado, terminan siendo ‘perros guardianes’ del capitalismo o de otras formas de concentración de poder”, afirman Acosta y Cajas.
Como resultado, “la economía sirve de apología del capitalismo o del autoritarismo, con lo cual esa ‘ciencia’ y esos economistas se vuelven parte del problema”. Evidencia de ello es que incluso gobiernos progresistas, siguen anclados voluntariamente a conceptos irreales e indicadores de la salud del capitalismo, como el PIB y el crecimiento económico como un fin, mientras los problemas del mundo real persisten.
De la economía política a la “ciencia económica”
“¿Cuándo perdió su rumbo la economía?, ¿cuándo abandonó el estudio de la reproducción material de la vida, para volverse un mero estudio crematístico, con delirantes envidias y aspiraciones ‘científicas’ iguales a la física u a otras ciencias alejadas del mundo social?”, se preguntan Acosta y Cajas.
Precisamente el hecho de que la economía política devele las injusticias del sistema y cómo se acumula el capital explotando a la naturaleza y a los trabajadores, “es la razón de fondo por la cual se dio la gran ruptura dentro del pensamiento económico”, responden.
Y es que poco después de que Karl Marx presentara en 1867 sus escritos más famosos e influyentes al respecto, el pensamiento económico comenzó a abandonar su contenido político que tenía aún con Adam Smith, David Ricardo y otros. Así, en 1871 surge el “marginalismo” con William Stanley Jevons quien en su obra planteaba lo siguiente: “En este trabajo he intentado tratar a la Economía como un cálculo de Placer y Dolor”.
Por tanto, para Jevons el objeto de estudio deja de ser la subsistencia sino el cálculo (matemático) y el balance placer y dolor. Según Acosta y Cajas, este es “un enfoque subjetivo a todas luces, pues lo que para unos genera placer, para otros puede generar dolor, cosa que no sucede al pensar en la subsistencia material de la vida”.
De ahí en adelante se fue abandonando cada vez más el contenido político y centrándose solamente en estudiar la oferta y la demanda mediante las matemáticas.
Post-economía para el post-capitalismo
Ante la ruptura en el pensamiento económico que significó el abandono de la economía política, que terminó siendo funcional a la acumulación de capital, los expertos plantean dar paso a un epistemicidio de las “ciencias económicas” modernas.
En su reemplazo, proponen construir una post-economía, “entendida no como una corriente económica más, sino como un intento sincero –a través de la transdisciplinariedad– por superar todas las corrientes económicas, recogiendo de estas solo aquello que garantice la vida en armonía entre los seres humanos y de estos con la Naturaleza”.
Para Acosta y Cajas, la post-economía no es una anti-economía. “Al contrario, la post-economía debe aceptar que las sociedades necesitan de la producción, distribución, circulación y consumo para reproducir su vida material y social (recuperando las raíces de la economía política). Sin embargo, tales procesos deben regirse por una racionalidad humanista y socioambiental, y no por la racionalidad del capital ni por la racionalidad del progreso”.
Por tanto, según los académicos ecuatorianos, construir otras lógicas económicas que den muerte a las “ciencias económicas” modernas es un tema de supervivencia, donde las alternativas sean pensadas “transdisciplinariamente y aplicadas con una visión holística y sistémica”.
Y es que “necesitamos nuevos horizontes no más atados al crecimiento económico, al ‘desarrollo’, al ‘progreso’; horizontes que superen el patriarcado, la explotación de los seres humanos y la Naturaleza, la colonialidad, la acumulación de poder por medio de la succión de la vida”, sentencian.