Prohibiciones apagan la tradición de San Juan
La llama que motiva la noche de San Juan se apaga a fuerza, pues varias normas nacionales, departamentales y municipales frenan su principal atractivo. La premisa es “evitar daños al medio ambiente”. Años antes en la noche más fría, por costumbre e históricamente, la gente encendía...



La llama que motiva la noche de San Juan se apaga a fuerza, pues varias normas nacionales, departamentales y municipales frenan su principal atractivo. La premisa es “evitar daños al medio ambiente”.
Años antes en la noche más fría, por costumbre e históricamente, la gente encendía fogatas, jugaba con juegos pirotécnicos y consumía bebidas calientes a manera de compartir con la familia, amigos o vecinos.
Para algunas personas, las nuevas normas son positivas pero para los amantes de las tradiciones esto es un gran problema que ha hecho que la aculturación se haga presente. La normativa 178 prohíbe a nivel nacional la realización de fogatas, de esta manera menos fogatas y mayor control municipal en alimentos y pirotecnia caracterizan el festejo.
Con la desaparición de los juegos, la fiesta, que era familiar y de amigos muy cercanos, hoy ya es sólo para adultos, dice la historiadora Ivica Tadic. “Al estar los niños presentes, los mayores se inhibían de las borracheras. Ahora se da rienda suelta a aquello. Además, se sabe que en época de crisis la bebida es siempre un salida”.
El escritor René Aguilera Fierro cuenta que años antes el apóstol San Juan era tan idolatrado por los campesinos tarijeños que su imagen era llevada en rogativa por los campos cuando tardaban las lluvias. Incluso la capilla de San Juan fue dispuesta por Luis de Fuentes y Vargas para que el santo cuide de la población, sembradíos y clima de Tarija
De esta manera, se acostumbraba ofrecerle vísperas con llamiantes luminarias que se encendían por todas las calles de la ciudad, al igual que en el campo. Para éstas se juntaban grandes cantidades de “sunchu” seco, (unos arbustos que crecían por todas partes). “Se los amontonaba en enormes piras sujetas con cañas huecas verdes y se encendían las tradicionales luminarias. Éstas daban agradable calor a aquellas frecuentemente frías noches de junio”, relata.
Tanto la “champa” como las cañas al quemarse producían un alegre chisporroteo con reventazones que gustaban a todos los asistentes y cuando estaban quemándose por la mitad comenzaban los saltos de los chicos y grandes sobre las llamas y brasas, siguiendo costumbres ancestrales. Según dice, se preparaban ponches, té con trago y pata de cabra, (chicha hervida con singani). “La gente charlaba a la luz de la fogata, algunos tenían luz y sacaban su foco. Estamos hablando de los años 60 y 65 que es cuando empieza a decaer, pero siempre se hacía”, afirma.
Luisa Valencia, de 70 años, recuerda que en el campo los chapacos aprovechaban las brasas y el rescoldo para hacer cocer choclos a los que llamaban “tistinchos” y se comían con gusto. Relata también que cuando toda la luminaria estaba por extinguirse la gente se ponía a jugar con agua, así continuaban las carreras y la general “vocinglería” principalmente de la chiquillada y de la juventud.
Al día siguiente volvía la gente a jugar con agua en el mercado y en ciertos barrios se echaban suertes, fundiendo plomo. Cuando estaba derretido lo vaciaban en tiestos con agua, formándose figuras de diversa clase a las que ciertas personas que sabían interpretarlas les encontraban determinados significados, sea de la fortuna o de desgracia.
Sin embargo, han pasado los años y todo esto ha cambiado. Hoy ya no se hacen fogatas. Por lo tanto no se realizan saltos sobre el fuego, ni se juega con agua a manera de apagarlas.
Las prohibiciones transformaron a la tradición en una reunión restringida, de familia o amistades, en las que se ha creado la necesidad de comer salchichas, tirar fuegos artificiales y tomar otras bebidas alcohólicas.
Tradición y abusos
Empero, a pesar de que las prohibiciones son muchas, los gobiernos municipales se basan en la normativa 178 que prohíbe a nivel nacional la realización de fogatas. Año tras año el control lo realiza una comitiva conformada por la Policía boliviana, la Unidad de Bomberos junto a sus carros bomba y cisternas, además de personal del Área Naval y la Intendencia municipal.
Las autoridades recuerdan que las prohibiciones tienen base en el abuso de la población que más allá de las tradiciones comenzó a dañar el medioambiente, pues la gente aprovechaba esa noche no sólo para quemar madera, sino también la basura que tenían en casa, inclusive gomas. Otra queja recurrente es la enorme cantidad de fogatas que incluso se hacían en medio de las carreteras, incluidas las asfaltadas.
Daños al medio ambiente
La medioambientalista Patricia Venegas, ingeniera de profesión, explicó que después de la noche de San Juan, los residuos que quedan en el ambiente producen efectos inmediatos como irritación de ojos, de garganta y vías respiratorias, lo que afecta de manera especial a los ancianos, niños o personas que padecen de asma o bronquitis.
Entre los efectos a largo plazo, Venegas detalló que cualquier quema produce ciertos gases, algunos de ellos tóxicos como es el caso de algunos plásticos, que contienen dioxinas, compuestos sumamente dañinos, que al introducirse en el organismo pueden producir enfermedades cancerígenas.
¿Aculturación? el debate de fondo
Sin embargo, el debate sobre esta tradición va más allá de la contaminación ambiental. Para la historiadora Ivica Tadic con las restricciones se está “castrando a la gente” en sus costumbres a título de ambientalistas y no se está encauzando esa festividad. Asegura que se está aculturizando a las personas y perdiendo costumbres nativas que no estaban motivadas por San Juan sino por el ciclo agrícola. “Las tradiciones que trajeron los españoles las fuimos adoptando como nuestras, pero modificando hasta convertirlas en una reunión familiar con nuestros matices” dice y añade que esta aculturación ha sido aprovechada por las fábricas de embutidos y de bebidas para lanzar una campaña de marketing e inducir al consumo de sus productos.
Ahora, también detalla que los niños asocian San Juan a lo foráneo, por lo tanto están perdiendo su raíz “y una planta sin raíz no dará frutos. Estamos castrando a nuestra juventud”, indica Tadic. Empero, va más allá y hace una propuesta para seguir con la tradición. Propone que en cada San Juan se realicen fogatas en cada distrito. “Para ello no es necesario que se talen árboles, se pueden recolectar aquellos que caen o mueren. Y, por último, al día siguiente de la quema se podría buscar la manera de que la gente se acostumbre a plantar un arbolito para preservarlos”, indica.
Tres costumbres ya olvidadas
Saltos
Los adultos e incluso los niños, saltaban para que les vaya bien.Otro matiz era caminar sobre la brasa: A la medianoche jóvenes y adultos apartaban los pedazos de leña y dejaban la brasa, luego caminaban sobre ella.
Fundir plomo
Se convertía el plomo en líquido, luego echado al agua dejaba formas caprichosas favorables o desfavorables. Si aparecía un ataúd, venía una muerte. Esta práctica era frecuente porque los dentífricos venían en pomos de plomo.
Quema de trastes viejos
Otra costumbre era quemar muebles en desuso, ropa o zapatos en la fogata, para renovar las cosas. Por la orilla de la fogata salía humo blanco. A mayor humo, había mejores augurios para el resto del año.
Años antes en la noche más fría, por costumbre e históricamente, la gente encendía fogatas, jugaba con juegos pirotécnicos y consumía bebidas calientes a manera de compartir con la familia, amigos o vecinos.
Para algunas personas, las nuevas normas son positivas pero para los amantes de las tradiciones esto es un gran problema que ha hecho que la aculturación se haga presente. La normativa 178 prohíbe a nivel nacional la realización de fogatas, de esta manera menos fogatas y mayor control municipal en alimentos y pirotecnia caracterizan el festejo.
Con la desaparición de los juegos, la fiesta, que era familiar y de amigos muy cercanos, hoy ya es sólo para adultos, dice la historiadora Ivica Tadic. “Al estar los niños presentes, los mayores se inhibían de las borracheras. Ahora se da rienda suelta a aquello. Además, se sabe que en época de crisis la bebida es siempre un salida”.
El escritor René Aguilera Fierro cuenta que años antes el apóstol San Juan era tan idolatrado por los campesinos tarijeños que su imagen era llevada en rogativa por los campos cuando tardaban las lluvias. Incluso la capilla de San Juan fue dispuesta por Luis de Fuentes y Vargas para que el santo cuide de la población, sembradíos y clima de Tarija
De esta manera, se acostumbraba ofrecerle vísperas con llamiantes luminarias que se encendían por todas las calles de la ciudad, al igual que en el campo. Para éstas se juntaban grandes cantidades de “sunchu” seco, (unos arbustos que crecían por todas partes). “Se los amontonaba en enormes piras sujetas con cañas huecas verdes y se encendían las tradicionales luminarias. Éstas daban agradable calor a aquellas frecuentemente frías noches de junio”, relata.
Tanto la “champa” como las cañas al quemarse producían un alegre chisporroteo con reventazones que gustaban a todos los asistentes y cuando estaban quemándose por la mitad comenzaban los saltos de los chicos y grandes sobre las llamas y brasas, siguiendo costumbres ancestrales. Según dice, se preparaban ponches, té con trago y pata de cabra, (chicha hervida con singani). “La gente charlaba a la luz de la fogata, algunos tenían luz y sacaban su foco. Estamos hablando de los años 60 y 65 que es cuando empieza a decaer, pero siempre se hacía”, afirma.
Luisa Valencia, de 70 años, recuerda que en el campo los chapacos aprovechaban las brasas y el rescoldo para hacer cocer choclos a los que llamaban “tistinchos” y se comían con gusto. Relata también que cuando toda la luminaria estaba por extinguirse la gente se ponía a jugar con agua, así continuaban las carreras y la general “vocinglería” principalmente de la chiquillada y de la juventud.
Al día siguiente volvía la gente a jugar con agua en el mercado y en ciertos barrios se echaban suertes, fundiendo plomo. Cuando estaba derretido lo vaciaban en tiestos con agua, formándose figuras de diversa clase a las que ciertas personas que sabían interpretarlas les encontraban determinados significados, sea de la fortuna o de desgracia.
Sin embargo, han pasado los años y todo esto ha cambiado. Hoy ya no se hacen fogatas. Por lo tanto no se realizan saltos sobre el fuego, ni se juega con agua a manera de apagarlas.
Las prohibiciones transformaron a la tradición en una reunión restringida, de familia o amistades, en las que se ha creado la necesidad de comer salchichas, tirar fuegos artificiales y tomar otras bebidas alcohólicas.
Tradición y abusos
Empero, a pesar de que las prohibiciones son muchas, los gobiernos municipales se basan en la normativa 178 que prohíbe a nivel nacional la realización de fogatas. Año tras año el control lo realiza una comitiva conformada por la Policía boliviana, la Unidad de Bomberos junto a sus carros bomba y cisternas, además de personal del Área Naval y la Intendencia municipal.
Las autoridades recuerdan que las prohibiciones tienen base en el abuso de la población que más allá de las tradiciones comenzó a dañar el medioambiente, pues la gente aprovechaba esa noche no sólo para quemar madera, sino también la basura que tenían en casa, inclusive gomas. Otra queja recurrente es la enorme cantidad de fogatas que incluso se hacían en medio de las carreteras, incluidas las asfaltadas.
Daños al medio ambiente
La medioambientalista Patricia Venegas, ingeniera de profesión, explicó que después de la noche de San Juan, los residuos que quedan en el ambiente producen efectos inmediatos como irritación de ojos, de garganta y vías respiratorias, lo que afecta de manera especial a los ancianos, niños o personas que padecen de asma o bronquitis.
Entre los efectos a largo plazo, Venegas detalló que cualquier quema produce ciertos gases, algunos de ellos tóxicos como es el caso de algunos plásticos, que contienen dioxinas, compuestos sumamente dañinos, que al introducirse en el organismo pueden producir enfermedades cancerígenas.
¿Aculturación? el debate de fondo
Sin embargo, el debate sobre esta tradición va más allá de la contaminación ambiental. Para la historiadora Ivica Tadic con las restricciones se está “castrando a la gente” en sus costumbres a título de ambientalistas y no se está encauzando esa festividad. Asegura que se está aculturizando a las personas y perdiendo costumbres nativas que no estaban motivadas por San Juan sino por el ciclo agrícola. “Las tradiciones que trajeron los españoles las fuimos adoptando como nuestras, pero modificando hasta convertirlas en una reunión familiar con nuestros matices” dice y añade que esta aculturación ha sido aprovechada por las fábricas de embutidos y de bebidas para lanzar una campaña de marketing e inducir al consumo de sus productos.
Ahora, también detalla que los niños asocian San Juan a lo foráneo, por lo tanto están perdiendo su raíz “y una planta sin raíz no dará frutos. Estamos castrando a nuestra juventud”, indica Tadic. Empero, va más allá y hace una propuesta para seguir con la tradición. Propone que en cada San Juan se realicen fogatas en cada distrito. “Para ello no es necesario que se talen árboles, se pueden recolectar aquellos que caen o mueren. Y, por último, al día siguiente de la quema se podría buscar la manera de que la gente se acostumbre a plantar un arbolito para preservarlos”, indica.
Tres costumbres ya olvidadas
Saltos
Los adultos e incluso los niños, saltaban para que les vaya bien.Otro matiz era caminar sobre la brasa: A la medianoche jóvenes y adultos apartaban los pedazos de leña y dejaban la brasa, luego caminaban sobre ella.
Fundir plomo
Se convertía el plomo en líquido, luego echado al agua dejaba formas caprichosas favorables o desfavorables. Si aparecía un ataúd, venía una muerte. Esta práctica era frecuente porque los dentífricos venían en pomos de plomo.
Quema de trastes viejos
Otra costumbre era quemar muebles en desuso, ropa o zapatos en la fogata, para renovar las cosas. Por la orilla de la fogata salía humo blanco. A mayor humo, había mejores augurios para el resto del año.