Los recuerdos más preciados del fallecido Padre Deodato Di Gerónimo
Es bien conocida y apreciada tanto la trascendencia de su personalidad como la trayectoria religiosa del Padre Deodato Di Gerónimo, que se manifiesta con matices claros desde su juventud cuando como novel sacerdote, con inalterable vocación misionera, comienza el desafío misionero en Camiri;...



Es bien conocida y apreciada tanto la trascendencia de su personalidad como la trayectoria religiosa del Padre Deodato Di Gerónimo, que se manifiesta con matices claros desde su juventud cuando como novel sacerdote, con inalterable vocación misionera, comienza el desafío misionero en Camiri; luego sus superiores deciden destinarlo al Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, centro en el cual, presumiblemente fructifican sus obras espirituales y materiales más importantes.
En Tarija fue Rector del seminario, Párroco, Director de las Obras Antonianas e inspirador de movimientos religiosos orientados a profundizar y enriquecer la fe de nuestra colectividad.
Sus obras materiales tienen notables testimonios en las edificaciones que logró hacer efectivas entre la refacción y construcción de templos, entre otros la refacción de la Basílica de San Francisco, las iglesias en numerosos centros rurales que lograba cristalizar con apoyo obtenido en países europeos. Entre sus obras están: los templos de Villa Busch, de Tolomosita Centro, Capilla de Churquis, Iglesia de San Blas, Iglesia de San Jacinto Norte, Iglesia de Tablada Grande, Iglesia de Tolomosita Sur.
En Camiri sus obras perduran en el tiempo. El reconocimiento a su abnegada labor se ha hecho patente con una condecoración conferida por el Senado del Estado y con distinciones de diferentes instituciones.
Se trata de un misionero que siguió las huellas de San Francisco de Asís para servir a Dios y a su Iglesia. Su vida es un ejemplo y ahora que ya descansa eternamente debemos agradecerle por todo cuanto ha hecho por Tarija, que lo siente como a uno de sus hijos más preciados.
El apreciado Padre partió la madrugada del dos de junio (1.00) en un día frío, sus restos fueron velados en la basílica de San Francisco.
El sacerdote es un hombre de sacrificio
Si bien la oración es fundamental en el sacerdote, el sacrificio y la mortificación ayudan a que esta oración sea más fructífera. En el sacerdote se unen perfectamente estas dos realidades, el que ofrece y la victima que ofrece, así lo comprendía el Padre Deodato Di Gerónimo.
“Lo esencial del sacerdocio, según su espiritualidad, es el sacrificio. Por tanto, es posible afirmar que sacerdocio y sacrificio, son dos cosas inseparables y correlativas, es decir que depende el uno del otro”, explicaba. “Considerar el sacerdocio en cuanto tiene de honorable, de bello, de atrayente, sin considerar lo que tiene de torturante, lo que tiene de crucifixión, sería tener de él una idea falsa. El sacerdote es sacerdote juntamente y de la misma manera que Jesús; el sacerdote es víctima juntamente y de la misma manera con Jesús. La esencia del sacerdocio es existir solo con miras al sacrificio. Jesús cumplió el acto supremo de su sacerdocio en el Calvario”.
Vocación religiosa y vida de seminarista
En agosto de 1953, a los 17 años, el joven José Di Gerónimo ingresó al Seminario de San Rómulo, en Figline Valdarno.
En anteriores entrevistas Di Gerónimo recordaba que al inicio fueron aproximadamente cien los seminaristas. Recordando a sus maestros relató al suplemento Cántaro de este diario lo siguiente:
“Nuestros formadores fueron: P. Camilo Bensi, Rector; P. Vigilio Ridolfi, Vicerrector; P. Ludovico Serafini, Maestro; P. Fulgencio Barbagli, profesor de italiano, griego y latín; P. Vito Boddi, profesor de matemáticas”. “Está en mi memoria que el Padre Ludovico había sido Misionero en China y a consecuencia de la persecución comunista volvió a Italia”, dijo.
Añadió que en el Seminario fueron tres años de grandes sacrificios por la comida, que a veces era muy escasa. Además por el frío del invierno, pues el único ambiente caliente era la sala de estudio; la estufa era alimentada con aserrín, que todas las mañanas se cargaba dentro de un turril de hierro, poniendo en el mismo una madera redonda de unos 15 centímetros de diámetro. “Había una cancha de fútbol donde íbamos después del almuerzo, para el recreo”, recordaba en ese entonces.
“En el Seminario Menor el dormitorio era común: uno para los mayores y el otro para los más pequeños, separados ambos por unas maderas. Al lado de los dormitorios había dos cuerpos de baños, pero por el tiempo limitado que teníamos apenas nos lavábamos la cara, como los gatitos; además disponíamos de un roperito para guardar la ropa personal”, contaba.
Noviciado en el monte Alvernia
Terminados los primeros estudios en el Seminario Menor de Figline Valdarno, pasaron a La Verna, lugar santo, donde les pusieron el hábito de franciscanos.
Ahí comenzó su noviciado, un tiempo de prueba para descubrir la verdadera vocación para la vida franciscana. Di Gerónimo contaba que ahí “se estudiaba la vida de San Francisco de Asís, de manera particular la Regla de la Orden de los Frailes Menores y para reforzar la vocación se dedicaba mucho tiempo a la oración y al trabajo, hecho con gran sacrificio”
“Éramos once seminaristas, el número completo para formar un equipo de fútbol, recordaba. Entre las experiencias más vividas en tiempo de seminarista recuerdo que todas las noches, durante el noviciado, nos levantábamos para el rezo de maitines en la Basílica y, aunque hacía frío y había nieve, todos asistíamos con sandalias, sin medias, y salíamos en procesión de la Basílica a la Capilla de los Estigmas”, recordaba.
Al terminar el Noviciado hicieron los votos temporales. Este acontecimiento, tan importante en su vida de servicio al Señor, a la Iglesia y a la Orden, tuvo lugar el 29 de julio de 1957. Ya sólo eran diez quienes habíamos decidido seguir las huellas de Asís.
Ordenación sacerdotal
Terminados los cuatro años del estudio de Teología, relataba que se reunieron en la Iglesia de San Francisco de Figline Valdarno para la Ordenación Sacerdotal:
“Éramos un grupito de seis (un número suficiente para organizar un equipo de básquet y no así de fútbol, como al comienzo del noviciado)”
—Decía riendo emocionado con los recuerdos.
Y llegó el día esperado:
“La mañana del 29 de junio de 1965 nos reunimos en la Iglesia ‘San Francisco’ de Figline Valdarno, iglesia amplia, bella y artística. Ahí, junto a nuestras familias, parientes, amigos y los Franciscanos, se hizo realidad nuestro sueño de ser ordenados Sacerdotes. El Obispo que nos consagró fue Monseñor Antonio Bagnoli, Obispo de Fiesole”, decía.
El Rito de Ordenación comenzó con la presentación de los “Ordenandos”, luego se pudo escuchar la voz con el pedido del Padre Bernardino Serafini, ministro Provincial, quien dirigiéndose al Obispo dijo:
-Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia pide que ordenes Presbíteros a estos hermanos nuestros.
El Obispo pregunta:
-¿Sabes si son dignos?
-Doy testimonio de que han sido considerados dignos.
Luego resonó en el enorme templo (atestado de sacerdotes, familiares de los Ordenandos y vecinos) la voz del Obispo diciendo:
-Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para la Orden de los Presbíteros.
Ahí el templo de San Francisco de Figline se sacudió con la respuesta:
-¡Demos gracias a Dios!
Unción de las manos
Luego de las preguntas de rigor para que los futuros Presbíteros den su respuesta a Dios (representado en ese momento por el Obispo) la autoridad de la Iglesia, al ungir las manos con el Santo Crisma a los futuros sacerdotes les dice:
- Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el Sacrificio Eucarístico -y entrega a cada uno la patena y el cáliz.
“Es un momento de máximo recogimiento, pues las manos ungidas tendrán la misión de consagrar, en adelante, el pan de Cristo y de anunciar la palabra del Señor.” —explicaba el franciscano.
“Aquel día se vivió una gran fiesta: durante la celebración de la Santa Misa -rememoraba; luego los saludos y abrazos de parientes y amigos que besaron nuestras manos recién consagradas. Posteriormente en el Convento de San Francisco compartimos el almuerzo y, en esa oportunidad, el discurso que escuchamos fue del Padre Provincial, Fray Bernardino Serafini. Apenas podíamos contener la emoción y la alegría en el brindis y al saborear la deliciosa torta de varios pisos, preparada para este acontecimiento”, contaba Di Gerónimo.
Primeras misas del Padre Deodato Di Gerónimo
Primera misa en Empoli
El 4 de julio de 1965, el recién consagrado Sacerdote celebró su Primera Misa en la Parroquia de “Santa María a Ripa”, tan cercana a su propia casa y a su corazón.
Giuseppe ya había recibido en el noviciado el nombre de Deodato, que significa “a Dios dado”, entregado, consagrado a Dios.
“Preparé cuidadosamente mi primera celebración, junto al Párroco Padre Nazareno Poletti, al Guardián y al Ecónomo del Convento, a los que se sumó el coro de la Parroquia"
"No sabía exactamente lo que mi corazón sentiría al depositar el Cuerpo de Cristo en los labios de mi amada madre y de mi padre, hermanos y parientes. Ese momento fue único y permanece intacto en mi corazón junto al lema Franciscano de Paz y Bien”
Primera misa en Turín
El 11 de julio celebró la primera Misa también en Turín, parroquia de Patroccinio di San Giuseppe. Aquí vivían sus tíos Salvatore, hermano de su padre, y Serafina su esposa, sus primos Giuseppe y Michele, junto a algunos parientes y muchos amigos.
Primera misa en Lacedonia
El 15 de agosto celebró su primera misa en Lacedonia, su pueblo natal, donde vivían parientes, compañeros de estudio y amigos.
El Franciscano concluye así el relato de sus últimos días en Italia:
“El 15 de agosto celebré la Primera Misa también en Lacedonia, mi pueblo natal donde vivían muchos parientes, compañeros de estudio y amistades. El 7 de enero partí rumbo a Bolivia, en barco”.
En Tarija fue Rector del seminario, Párroco, Director de las Obras Antonianas e inspirador de movimientos religiosos orientados a profundizar y enriquecer la fe de nuestra colectividad.
Sus obras materiales tienen notables testimonios en las edificaciones que logró hacer efectivas entre la refacción y construcción de templos, entre otros la refacción de la Basílica de San Francisco, las iglesias en numerosos centros rurales que lograba cristalizar con apoyo obtenido en países europeos. Entre sus obras están: los templos de Villa Busch, de Tolomosita Centro, Capilla de Churquis, Iglesia de San Blas, Iglesia de San Jacinto Norte, Iglesia de Tablada Grande, Iglesia de Tolomosita Sur.
En Camiri sus obras perduran en el tiempo. El reconocimiento a su abnegada labor se ha hecho patente con una condecoración conferida por el Senado del Estado y con distinciones de diferentes instituciones.
Se trata de un misionero que siguió las huellas de San Francisco de Asís para servir a Dios y a su Iglesia. Su vida es un ejemplo y ahora que ya descansa eternamente debemos agradecerle por todo cuanto ha hecho por Tarija, que lo siente como a uno de sus hijos más preciados.
El apreciado Padre partió la madrugada del dos de junio (1.00) en un día frío, sus restos fueron velados en la basílica de San Francisco.
El sacerdote es un hombre de sacrificio
Si bien la oración es fundamental en el sacerdote, el sacrificio y la mortificación ayudan a que esta oración sea más fructífera. En el sacerdote se unen perfectamente estas dos realidades, el que ofrece y la victima que ofrece, así lo comprendía el Padre Deodato Di Gerónimo.
“Lo esencial del sacerdocio, según su espiritualidad, es el sacrificio. Por tanto, es posible afirmar que sacerdocio y sacrificio, son dos cosas inseparables y correlativas, es decir que depende el uno del otro”, explicaba. “Considerar el sacerdocio en cuanto tiene de honorable, de bello, de atrayente, sin considerar lo que tiene de torturante, lo que tiene de crucifixión, sería tener de él una idea falsa. El sacerdote es sacerdote juntamente y de la misma manera que Jesús; el sacerdote es víctima juntamente y de la misma manera con Jesús. La esencia del sacerdocio es existir solo con miras al sacrificio. Jesús cumplió el acto supremo de su sacerdocio en el Calvario”.
Vocación religiosa y vida de seminarista
En agosto de 1953, a los 17 años, el joven José Di Gerónimo ingresó al Seminario de San Rómulo, en Figline Valdarno.
En anteriores entrevistas Di Gerónimo recordaba que al inicio fueron aproximadamente cien los seminaristas. Recordando a sus maestros relató al suplemento Cántaro de este diario lo siguiente:
“Nuestros formadores fueron: P. Camilo Bensi, Rector; P. Vigilio Ridolfi, Vicerrector; P. Ludovico Serafini, Maestro; P. Fulgencio Barbagli, profesor de italiano, griego y latín; P. Vito Boddi, profesor de matemáticas”. “Está en mi memoria que el Padre Ludovico había sido Misionero en China y a consecuencia de la persecución comunista volvió a Italia”, dijo.
Añadió que en el Seminario fueron tres años de grandes sacrificios por la comida, que a veces era muy escasa. Además por el frío del invierno, pues el único ambiente caliente era la sala de estudio; la estufa era alimentada con aserrín, que todas las mañanas se cargaba dentro de un turril de hierro, poniendo en el mismo una madera redonda de unos 15 centímetros de diámetro. “Había una cancha de fútbol donde íbamos después del almuerzo, para el recreo”, recordaba en ese entonces.
“En el Seminario Menor el dormitorio era común: uno para los mayores y el otro para los más pequeños, separados ambos por unas maderas. Al lado de los dormitorios había dos cuerpos de baños, pero por el tiempo limitado que teníamos apenas nos lavábamos la cara, como los gatitos; además disponíamos de un roperito para guardar la ropa personal”, contaba.
Noviciado en el monte Alvernia
Terminados los primeros estudios en el Seminario Menor de Figline Valdarno, pasaron a La Verna, lugar santo, donde les pusieron el hábito de franciscanos.
Ahí comenzó su noviciado, un tiempo de prueba para descubrir la verdadera vocación para la vida franciscana. Di Gerónimo contaba que ahí “se estudiaba la vida de San Francisco de Asís, de manera particular la Regla de la Orden de los Frailes Menores y para reforzar la vocación se dedicaba mucho tiempo a la oración y al trabajo, hecho con gran sacrificio”
“Éramos once seminaristas, el número completo para formar un equipo de fútbol, recordaba. Entre las experiencias más vividas en tiempo de seminarista recuerdo que todas las noches, durante el noviciado, nos levantábamos para el rezo de maitines en la Basílica y, aunque hacía frío y había nieve, todos asistíamos con sandalias, sin medias, y salíamos en procesión de la Basílica a la Capilla de los Estigmas”, recordaba.
Al terminar el Noviciado hicieron los votos temporales. Este acontecimiento, tan importante en su vida de servicio al Señor, a la Iglesia y a la Orden, tuvo lugar el 29 de julio de 1957. Ya sólo eran diez quienes habíamos decidido seguir las huellas de Asís.
Ordenación sacerdotal
Terminados los cuatro años del estudio de Teología, relataba que se reunieron en la Iglesia de San Francisco de Figline Valdarno para la Ordenación Sacerdotal:
“Éramos un grupito de seis (un número suficiente para organizar un equipo de básquet y no así de fútbol, como al comienzo del noviciado)”
—Decía riendo emocionado con los recuerdos.
Y llegó el día esperado:
“La mañana del 29 de junio de 1965 nos reunimos en la Iglesia ‘San Francisco’ de Figline Valdarno, iglesia amplia, bella y artística. Ahí, junto a nuestras familias, parientes, amigos y los Franciscanos, se hizo realidad nuestro sueño de ser ordenados Sacerdotes. El Obispo que nos consagró fue Monseñor Antonio Bagnoli, Obispo de Fiesole”, decía.
El Rito de Ordenación comenzó con la presentación de los “Ordenandos”, luego se pudo escuchar la voz con el pedido del Padre Bernardino Serafini, ministro Provincial, quien dirigiéndose al Obispo dijo:
-Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia pide que ordenes Presbíteros a estos hermanos nuestros.
El Obispo pregunta:
-¿Sabes si son dignos?
-Doy testimonio de que han sido considerados dignos.
Luego resonó en el enorme templo (atestado de sacerdotes, familiares de los Ordenandos y vecinos) la voz del Obispo diciendo:
-Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para la Orden de los Presbíteros.
Ahí el templo de San Francisco de Figline se sacudió con la respuesta:
-¡Demos gracias a Dios!
Unción de las manos
Luego de las preguntas de rigor para que los futuros Presbíteros den su respuesta a Dios (representado en ese momento por el Obispo) la autoridad de la Iglesia, al ungir las manos con el Santo Crisma a los futuros sacerdotes les dice:
- Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el Sacrificio Eucarístico -y entrega a cada uno la patena y el cáliz.
“Es un momento de máximo recogimiento, pues las manos ungidas tendrán la misión de consagrar, en adelante, el pan de Cristo y de anunciar la palabra del Señor.” —explicaba el franciscano.
“Aquel día se vivió una gran fiesta: durante la celebración de la Santa Misa -rememoraba; luego los saludos y abrazos de parientes y amigos que besaron nuestras manos recién consagradas. Posteriormente en el Convento de San Francisco compartimos el almuerzo y, en esa oportunidad, el discurso que escuchamos fue del Padre Provincial, Fray Bernardino Serafini. Apenas podíamos contener la emoción y la alegría en el brindis y al saborear la deliciosa torta de varios pisos, preparada para este acontecimiento”, contaba Di Gerónimo.
Primeras misas del Padre Deodato Di Gerónimo
Primera misa en Empoli
El 4 de julio de 1965, el recién consagrado Sacerdote celebró su Primera Misa en la Parroquia de “Santa María a Ripa”, tan cercana a su propia casa y a su corazón.
Giuseppe ya había recibido en el noviciado el nombre de Deodato, que significa “a Dios dado”, entregado, consagrado a Dios.
“Preparé cuidadosamente mi primera celebración, junto al Párroco Padre Nazareno Poletti, al Guardián y al Ecónomo del Convento, a los que se sumó el coro de la Parroquia"
"No sabía exactamente lo que mi corazón sentiría al depositar el Cuerpo de Cristo en los labios de mi amada madre y de mi padre, hermanos y parientes. Ese momento fue único y permanece intacto en mi corazón junto al lema Franciscano de Paz y Bien”
Primera misa en Turín
El 11 de julio celebró la primera Misa también en Turín, parroquia de Patroccinio di San Giuseppe. Aquí vivían sus tíos Salvatore, hermano de su padre, y Serafina su esposa, sus primos Giuseppe y Michele, junto a algunos parientes y muchos amigos.
Primera misa en Lacedonia
El 15 de agosto celebró su primera misa en Lacedonia, su pueblo natal, donde vivían parientes, compañeros de estudio y amigos.
El Franciscano concluye así el relato de sus últimos días en Italia:
“El 15 de agosto celebré la Primera Misa también en Lacedonia, mi pueblo natal donde vivían muchos parientes, compañeros de estudio y amistades. El 7 de enero partí rumbo a Bolivia, en barco”.