Los fantasmas de polvo, que deja el Volcán de Fuego
La comunidad, a las faldas del Volcán de Fuego en Guatemala, es ahora un fantasma de polvo áspero, una mole irregular de cenizas y lava, un cementerio tibio. El pasado domingo, un río de piedra hirviente y lodo cubrió el poblado: no queda allí un signo de vida, un recuerdo alegre de lo que...

Mourners take part in the funeral of seven victims who died during the eruption of the Fuego volcano in Alotenango



La comunidad, a las faldas del Volcán de Fuego en Guatemala, es ahora un fantasma de polvo áspero, una mole irregular de cenizas y lava, un cementerio tibio. El pasado domingo, un río de piedra hirviente y lodo cubrió el poblado: no queda allí un signo de vida, un recuerdo alegre de lo que hubo alguna vez.
[caption id="attachment_29568" align="alignnone" width="1264"] El Rodeo, poblado a las faldas del Volcán de Fuego[/caption]
Una señal en el aire de un socorrista, un grito a veces, es un signo de silencio: un cuerpo más que se suma a la lista que ya muchos sospechan que nunca se completará a cabalidad.
Los rescatistas buscan sobrevivientes, pero el tiempo y los nuevos peligros del Volcán de Fuego han jugado en contra de sus esfuerzos.
Los recuentos oficiales hablan de cientos de muertos y un par de cientos de desparecidos, pero las capas sucesivas de lava del poblado El Rodeo dan fe de que cualquier cifra definitiva será siempre irreal.
Dos días después, la desesperanza es también la ceniza que se vuelve costras húmedas en los rostros de los socorristas que vienen y van.
“Cada día que pasa, cada hora, es una posibilidad menos de encontrar alguien con vida. Yo diría que las posibilidades están agotadas, pero seguiremos aquí”, cuenta Carlos Valenzuela, representante de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres.
Mientras unas grúas remueven polvo y escombros, rescatistas buscan espacio para otros dos cadáveres calcinados que sacarán, dos cuerpos más que todavía nadie sabe si podrán identificar.
[caption id="attachment_29569" align="alignnone" width="1280"] La labor de los rescatistas parece no tener final[/caption]
“Cinco de los míos se quedaron bajo las cenizas”: es la incertidumbre de los sobrevivientes del Volcán de Fuego en Guatemala que no saben qué pasó con sus familiares
Pero de pronto, un grito estremece la ladera de la montaña que lleva a El Rodeo. Es el volcán, que ha despertado de nuevo. Una nueva erupción del Volcán de Fuego de Guatemala obliga a más evacuaciones.
Las nubes de ceniza y lava comenzaron otra vez a empotrarse en el cielo. En pocos segundos, las cercanías de El Rodeo se ensombrecieron. Entonces, se hizo el caos. Socorristas, oficiales, periodistas, sobrevivientes que aún esperaban noticias de sus familiares desaparecidos corrían desesperados montaña abajo. “Viene la lava, viene la lava”, gritaban algunos entre el pánico.
Muchos intentaban montarse en las camionetas que habían subido seguridad se apresuraron a abordar vehículos para huir hacia un lugar seguro.
La niebla se hacía cada vez más densa y un talco áspero se incrustaba contra los ojos. No se veían ni las luces de los vehículos. Más abajo comenzó a despejarse, pero a la derecha, hacia las laderas del volcán, las nubes oscuras continuaban emanando a borbotones. Se dice que llegaron a los 6.000 metros.
Otros flancos del volcán debieron ser evacuados, otras poblaciones pobres que viven allí también debieron dejarlo todo para salvarse. La erupción del Volcán de Fuego provocó decenas de muertos y heridos.
La caravana de carros en huida llegó hasta el final de la carretera que lleva a El Rodeo para luego dispersarse. En la distancia, pasó la niebla y hasta allí para trasladar o llevar víveres y agua a los socorristas.
Pero las autoridades sabían que lo que se aproximaba era algo incluso peor que un afluente de piedra derretida: era un cúmulo de nubes densas que ya el domingo habían sido uno de los signos inequívocos de la tragedia.
Las llaman flujo piroclásticos y son una mezcla de venenos y partículas que estallan a más de 200 kilómetros por hora. Y El Rodeo está en la vera de las faldas del volcán.
Los que estaban allí sabían que la única salvación era huir.
El escape
[caption id="attachment_29571" align="alignnone" width="1600"] Incluso los rescatistas evacuaron el lugar tras la nueva alarma[/caption]
La bajada se volvió una sucesión de corredores y carros que no se veían entre sí, una turbamulta en la que era apenas imperceptible el movimiento.
Los rescatistas y las fuerzas del miedo. Pero a lo lejos, las nubes seguían creciendo desde la boca del volcán. Al otro lado, El Rodeo quedaba cubierto, nuevamente, de una capa de ceniza y silencio.
La larga espera
Cientos de familias, aturdidas por el desastre, tratan de encontrar en los brazos de los que padecen el mismo dolor un bálsamo que les alivie el alma.
Sumidos en la impotencia y el miedo, despiden a sus amigos, hermanos, esposos e hijos. Muchos sin entender por qué el adiós llegó tan pronto.
“Mi hermana está extraviada, no aparece. No sé si está soterrada o la rescataron, no sé”, dice Ignacio López, víctima de la tragedia.
Otros, que no soportan la idea de no ver a sus familiares de nuevo, se unen a las tareas de rescate para disipar con su propio esfuerzo sus angustias.
“Lo que nos interesa a nosotros es encontrar, aunque sea, el cadáver. Por lo menos tenerla”, dice Rony Roca el damnificado que busca a su hija.
En un telegrama enviado este martes a las familias, el papa Francisco elevó sus oraciones por el eterno descanso de los fallecidos y por todos aquellos que sufren las consecuencias del desastre del volcán.
La pasada semana siete niños con quemaduras en todo su cuerpo esperaban que la visa humanitaria les permitiera volar a Galveston, Texas, para recibir tratamiento especializado, pero uno de ellos murió esperando.
Los seis niños sobrevivientes “serán trasladados en breve”, dicen las autoridades. Pero la palabra “breve” en estas circunstancias implica incluso una vida. La comunidad de Los
Lotes es un cementerio ardiendo.
[caption id="attachment_29574" align="alignnone" width="696"] Los entierros están a la orden del día[/caption]
Una nueva alerta
Las autoridades de Guatemala ordenaron ayer la inmediata evacuación de socorristas y vecinos por una nueva columna de flujo piroclástico que desciende del Volcán de Fuego, cuya potente erupción del pasado domingo deja ya 109 muertos.
La televisión de Guatemala muestra las grandes columnas que se han desprendido de las faldas del coloso situado entre los departamentos de Escuintla, Chimaltenango y Sacatepéquez, a 50 kilómetros al oeste de la capital.
Vecinos, socorristas y periodistas que están cerca de la denominada “zona cero” fueron desalojados en prevención.
Medidas tomadas ayer ante la nueva alarma
Vigilancia
La Policía Nacional Civil (PNC) informó de que se está resguardando el ingreso a la aldea El Rodeo, en Escuintla, ante la nueva actividad que se registra en el coloso. El poblado queda en las faldas del volcán.
Evacuación
Debido a la nueva actividad se evacuó a muchos pobladores que habían retornado a su vivienda en la aldea El Rodeo, pero no se precisó el número. También se evacuó a los rescatistas.
El peligro
En las imágenes divulgadas por medios de prensa internacionales se observa que el cráter principal del Volcán de Fuego está limpio y la columna del flujo piroclástico se desprendió metros abajo.
El antes y después de la erupción del Volcán de Fuego
[gallery type="slideshow" ids="29575,29576,29577,29578,29579"]
[caption id="attachment_29568" align="alignnone" width="1264"] El Rodeo, poblado a las faldas del Volcán de Fuego[/caption]
Una señal en el aire de un socorrista, un grito a veces, es un signo de silencio: un cuerpo más que se suma a la lista que ya muchos sospechan que nunca se completará a cabalidad.
Los rescatistas buscan sobrevivientes, pero el tiempo y los nuevos peligros del Volcán de Fuego han jugado en contra de sus esfuerzos.
Los recuentos oficiales hablan de cientos de muertos y un par de cientos de desparecidos, pero las capas sucesivas de lava del poblado El Rodeo dan fe de que cualquier cifra definitiva será siempre irreal.
Dos días después, la desesperanza es también la ceniza que se vuelve costras húmedas en los rostros de los socorristas que vienen y van.
“Cada día que pasa, cada hora, es una posibilidad menos de encontrar alguien con vida. Yo diría que las posibilidades están agotadas, pero seguiremos aquí”, cuenta Carlos Valenzuela, representante de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres.
Mientras unas grúas remueven polvo y escombros, rescatistas buscan espacio para otros dos cadáveres calcinados que sacarán, dos cuerpos más que todavía nadie sabe si podrán identificar.
[caption id="attachment_29569" align="alignnone" width="1280"] La labor de los rescatistas parece no tener final[/caption]
“Cinco de los míos se quedaron bajo las cenizas”: es la incertidumbre de los sobrevivientes del Volcán de Fuego en Guatemala que no saben qué pasó con sus familiares
Pero de pronto, un grito estremece la ladera de la montaña que lleva a El Rodeo. Es el volcán, que ha despertado de nuevo. Una nueva erupción del Volcán de Fuego de Guatemala obliga a más evacuaciones.
Las nubes de ceniza y lava comenzaron otra vez a empotrarse en el cielo. En pocos segundos, las cercanías de El Rodeo se ensombrecieron. Entonces, se hizo el caos. Socorristas, oficiales, periodistas, sobrevivientes que aún esperaban noticias de sus familiares desaparecidos corrían desesperados montaña abajo. “Viene la lava, viene la lava”, gritaban algunos entre el pánico.
Muchos intentaban montarse en las camionetas que habían subido seguridad se apresuraron a abordar vehículos para huir hacia un lugar seguro.
La niebla se hacía cada vez más densa y un talco áspero se incrustaba contra los ojos. No se veían ni las luces de los vehículos. Más abajo comenzó a despejarse, pero a la derecha, hacia las laderas del volcán, las nubes oscuras continuaban emanando a borbotones. Se dice que llegaron a los 6.000 metros.
Otros flancos del volcán debieron ser evacuados, otras poblaciones pobres que viven allí también debieron dejarlo todo para salvarse. La erupción del Volcán de Fuego provocó decenas de muertos y heridos.
La caravana de carros en huida llegó hasta el final de la carretera que lleva a El Rodeo para luego dispersarse. En la distancia, pasó la niebla y hasta allí para trasladar o llevar víveres y agua a los socorristas.
Pero las autoridades sabían que lo que se aproximaba era algo incluso peor que un afluente de piedra derretida: era un cúmulo de nubes densas que ya el domingo habían sido uno de los signos inequívocos de la tragedia.
Las llaman flujo piroclásticos y son una mezcla de venenos y partículas que estallan a más de 200 kilómetros por hora. Y El Rodeo está en la vera de las faldas del volcán.
Los que estaban allí sabían que la única salvación era huir.
El escape
[caption id="attachment_29571" align="alignnone" width="1600"] Incluso los rescatistas evacuaron el lugar tras la nueva alarma[/caption]
La bajada se volvió una sucesión de corredores y carros que no se veían entre sí, una turbamulta en la que era apenas imperceptible el movimiento.
Los rescatistas y las fuerzas del miedo. Pero a lo lejos, las nubes seguían creciendo desde la boca del volcán. Al otro lado, El Rodeo quedaba cubierto, nuevamente, de una capa de ceniza y silencio.
La larga espera
Cientos de familias, aturdidas por el desastre, tratan de encontrar en los brazos de los que padecen el mismo dolor un bálsamo que les alivie el alma.
Sumidos en la impotencia y el miedo, despiden a sus amigos, hermanos, esposos e hijos. Muchos sin entender por qué el adiós llegó tan pronto.
“Mi hermana está extraviada, no aparece. No sé si está soterrada o la rescataron, no sé”, dice Ignacio López, víctima de la tragedia.
Otros, que no soportan la idea de no ver a sus familiares de nuevo, se unen a las tareas de rescate para disipar con su propio esfuerzo sus angustias.
“Lo que nos interesa a nosotros es encontrar, aunque sea, el cadáver. Por lo menos tenerla”, dice Rony Roca el damnificado que busca a su hija.
En un telegrama enviado este martes a las familias, el papa Francisco elevó sus oraciones por el eterno descanso de los fallecidos y por todos aquellos que sufren las consecuencias del desastre del volcán.
La pasada semana siete niños con quemaduras en todo su cuerpo esperaban que la visa humanitaria les permitiera volar a Galveston, Texas, para recibir tratamiento especializado, pero uno de ellos murió esperando.
Los seis niños sobrevivientes “serán trasladados en breve”, dicen las autoridades. Pero la palabra “breve” en estas circunstancias implica incluso una vida. La comunidad de Los
Lotes es un cementerio ardiendo.
[caption id="attachment_29574" align="alignnone" width="696"] Los entierros están a la orden del día[/caption]
Una nueva alerta
Las autoridades de Guatemala ordenaron ayer la inmediata evacuación de socorristas y vecinos por una nueva columna de flujo piroclástico que desciende del Volcán de Fuego, cuya potente erupción del pasado domingo deja ya 109 muertos.
La televisión de Guatemala muestra las grandes columnas que se han desprendido de las faldas del coloso situado entre los departamentos de Escuintla, Chimaltenango y Sacatepéquez, a 50 kilómetros al oeste de la capital.
Vecinos, socorristas y periodistas que están cerca de la denominada “zona cero” fueron desalojados en prevención.
Medidas tomadas ayer ante la nueva alarma
Vigilancia
La Policía Nacional Civil (PNC) informó de que se está resguardando el ingreso a la aldea El Rodeo, en Escuintla, ante la nueva actividad que se registra en el coloso. El poblado queda en las faldas del volcán.
Evacuación
Debido a la nueva actividad se evacuó a muchos pobladores que habían retornado a su vivienda en la aldea El Rodeo, pero no se precisó el número. También se evacuó a los rescatistas.
El peligro
En las imágenes divulgadas por medios de prensa internacionales se observa que el cráter principal del Volcán de Fuego está limpio y la columna del flujo piroclástico se desprendió metros abajo.
El antes y después de la erupción del Volcán de Fuego
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