Bebés que nacen muertos, el duelo de las madres “invisibles”
Gabriela tenía 26 años cuando decidió casarse. Al año de matrimonio una gran noticia llegó a su naciente hogar, estaba embarazada de dos meses. Sin saberlo, Andrés crecía en su vientre desde hace 60 días. Recuerda como si fuera ayer la gran sonrisa que se dibujó en el rostro de su...



Gabriela tenía 26 años cuando decidió casarse. Al año de matrimonio una gran noticia llegó a su naciente hogar, estaba embarazada de dos meses. Sin saberlo, Andrés crecía en su vientre desde hace 60 días.
Recuerda como si fuera ayer la gran sonrisa que se dibujó en el rostro de su esposo cuando le dijeron que el bebé sería hombre. A pesar de esa alegría machista, Gabriela era feliz, ya que le iba a dar a su pareja lo que él tanto deseaba: un varón.
Controles prenatales, pastillas de ácido fólico, ecografías, registro de los latidos del bebé e incluso una foto enmarcada en un cuadro de goma eva celeste es lo que tiene en un pequeño folder azul que, como si quemara, apenas sujeta entre sus dedos.
Cumplidos los ocho meses ya tenía el ajuar del bebé, una pequeña cuna de cedro, un bolsón verde con tortugas, pañales RN, camijetas, buzos de algodón, mantillas, un talco Johnson neutro que le habían recomendado, toallas húmedas, el traje rojo de la suerte y todo lo que se requiere para un nacimiento.
Era Martes de Carnaval cuando sintió dolor de estómago pero se le pasó de inmediato. Su ginecólogo le dijo que esperase que pase el feriado y que todo estaría bien. El jueves sintió contracciones y dolores más fuertes. De inmediato llamó a su ginecólogo y se trasladó a la clínica que eligió con tres meses de anticipación para el nacimiento de su hijo. Pasaron dos horas, su madre aguardaba en el pasillo de la sala de espera junto a Efraín, el esposo de Gabriela, cuando de pronto un grito cortó la tensión.
A toda prisa empujaban a Gabriela que salía en camilla y aunque su esposo –Efraín- observaba por todas partes no se hallaba con el rostro de su hijo, aquel que tanto deseaba conocer. Ya en la habitación 34, Janeth -la madre de Gabriela- esperaba ansiosa. La camilla ingresó, pusieron a Gabriela en cama y al ver esos grandes ojos cafés llorosos Janeth lo entendió todo. Así, como golpeada por la espalda cayó sobre su hija, la abrazó con una fuerza inexplicable y sólo dijo: “Mi angelito volvió al cielo, tranquila mi hija”.
El esposo se abrazó a ambas y juntos lloraron la despedida de una de las más grandes ilusiones que los padres pueden tener.
Desde ese día Gabriela y Efraín aprendieron a vivir con un hueco en el alma. Ella aunque ya no tenía a su hijo continuó sintiéndose madre, pero no para todos. Así pasó de considerarse mamá a una confusión total y finalmente se volvió una madre invisible, no reconocida como tal para la sociedad.
Hoy tiene cuatro hijos y aunque el tiempo ha pasado Andrés siempre tendrá su lugar. El pequeño ángel se ha traducido en miles de preguntas que se centran en ¿cómo hubiera sido? pero además un tatuaje en su madre (Gabriela) recuerda su fugaz llegada y el paso por la vida de sus padres.
Este duelo lo viven muchas parejas, muchas madres solas pero también toda una familia de abuelos, abuelas, tíos, tías…
Cifras de una epidemia olvidada
Cada día unas 7,000 madres en el mundo dan a luz a un bebé muerto. Es un evento que la Organización Mundial de la Salud (OMS) llama “una epidemia olvidada”.
En Tarija no hay un registro de los bebés que nacen sin vida, sólo de los nacidos vivos que logran alcanzar un año de edad. Las autoridades de salud indican que el índice de mortalidad infantil continúa bajando, tomando en cuenta que en 2005 era de 40,51 por mil nacidos vivos durante el primer año de su vida y a la fecha este índice ronda los 30.30.
¿Pero qué hay de las estadísticas de los niños que no llegan a nacer o que nacen sin vida? En Tarija y en toda Bolivia esta realidad es invisible y lo es no sólo para los cómputos sino para muchas personas que no la han vivido.
Se define como mortinato a un bebé que fallece en el útero a partir de las 20 semanas de embarazo. Si nace vivo, pero fallece durante los primeros 28 días de vida, se considera una muerte neonatal.
El duelo de las madres invisibles
A menudo, la sociedad actual da la espalda a la muerte porque no tiene herramientas para vivirla ni aceptarla como un proceso natural. En el caso del duelo gestacional, esto se agrava aún más, debido al poco reconocimiento que este tipo de muerte recibe por parte de la sociedad y la Administración.
“La muerte de un hijo es la muerte fuera de tiempo y la gente se queda con la idea de que el bebé, como no ha nacido, no es un ser en sí mismo”, razona Patricia Herrera la pediatra consultada por El País.
Explica que el duelo es un proceso natural que ocurre tras una pérdida, pero el duelo gestacional y perinatal tiene unas características específicas que difieren de otros tipos de pérdida. Se trata de duelos desautorizados, ignorados, silenciados, minimizados. Con ello nos referimos a que en muchas ocasiones, los duelos gestacionales y perinatales no son públicamente reconocidos ni socialmente expresados.
“La pareja se siente desautorizada para hablarlo porque no ha habido nacimiento, bautizo o entierro; el niño no tiene nombre, no quedan fotos ni recuerdos, nada que pudiera avalar su existencia. Sin embargo, el niño (a) es su hijo (a) desde la concepción, en la imaginación, en las expectativas y esperanzas de los padres y de la familia”, explica.
Sin embargo, el problema que tiene una madre que pierde un bebé de pocas semanas de gestación no es sólo que la sociedad no los considere a ella como madre y al bebé como hijo, sino que ella misma tenga dificultades para imaginarse como un bebé al ser que habitaba en su interior.
De acuerdo a la psicóloga Maritza Farfán para una madre que pierde su bebé en la última etapa de la gestación, puede ser terrible que no le permitan verlo, despedirse de él como de cualquier ser querido. “Si tiene la posibilidad de verlo y de poder despedirse de él, tendrá un buen inicio del duelo, y ello facilitará su elaboración. Pero a una madre que pierde su embarazo en las primeras semanas de gestación, no se le permite imaginar a su hijo con forma humana”, analiza Farfán.
Entonces, peor aún, ¿cómo llevará a cabo su puerperio una mujer sin su bebé? Si incluso el puerperio como etapa en el ciclo psicosexual y emocional de la mujer está en general desvalorizado si no hay bebé, ni siquiera se tiene en cuenta. Es habitual que las mujeres que han sufrido pérdidas gestacionales y perinatales no puedan acercarse ni mirar a otros bebés.
El puerperio es una época especial en la vida de una madre, tanto si tiene a su bebé en brazos como si no. Si una mujer recibió tras su parto un bebé fallecido se sentirá aún más confundida.
“No puedo explicarte lo que es la necesidad de abrazar a tu bebé con los pechos llenos y al final quedarse con los brazos vacíos, no puedo explicarte lo quÉ es que la gente te pregunte en la calle si ya nació, cuánto pesó y a quién se parece”, dice Gabriela.
De acuerdo a la psicóloga Maité López la pérdida de un hijo durante la gestación o al cabo de pocos días de haber nacido provoca un fuerte impacto emocional en la pareja, porque “se rompen todos los sueños y planes de vida que se habían hecho”. Además, asegura que algunas madres entran en un “estado de incertidumbre constante” que las lleva a tener la sensación “de haber fallado como madres, de que les ha fallado el cuerpo”.
Estos sentimientos se pueden agravar con la falta de apoyo social y del entorno inmediato. “Muchas parejas se encuentran con que ni los amigos ni la familia les hablan del hijo que han perdido, no les llaman ni les escriben, y eso hace que a veces tengan que vivir más de un duelo a la vez: el duelo por el bebé, por el futuro, por su cuerpo y por la ruptura con las amistades o los familiares”, lamenta la psicóloga.
[caption id="attachment_25324" align="alignnone" width="800"] Los juguetes para el bebé fallecido son una forma de vivir el duelo[/caption]
La recuperación y un ejemplo de ayuda
Sue Armstrong, obtuvo su licencia como partera en 1993 y desde entonces ha ejercido esa profesión. Ahora, en su nuevo cargo como partera especializada en duelo, trabaja en la Sala Rosemary en el primer piso del Hospital General de Colchester, en Inglaterra.
Es un cuarto con un mural de un bosque, una cama doble, una cuna y una silla mecedora en la esquina. Aquí es donde los padres pasan tiempo con su bebé muerto. “Cuando una pareja está esperando un bebé, sus planes y sueños están centrados en los preparativos para ese bebé”, le dijo Sue a la BBC.
“De manera que decirte súbitamente que has perdido a tu bebé, que vas a tener que dar a luz a ese bebé, pero que no hablarás con él ni te lo llevarás a casa, que vas a tener que tomar decisiones sobre autopsias, servicios de funeral… bueno, esto es terriblemente abrumador”, señala.
Su cargo, dice Sue Armstrong, es nuevo en este hospital y refleja la creciente conciencia nacional sobre este trauma particular y los desafíos de perder un bebé. Tal como explica la partera, gran parte de su trabajo es profundamente práctico.
Este aislamiento protector del barullo general de un hospital, dice Sue Armstrong, es importante debido a las decisiones tremendamente dolorosas que los padres tienen que tomar. “Pueden pasar todo el tiempo que necesiten estar con su bebé y que sientan que es apropiado”, asegura.
[caption id="attachment_25334" align="alignnone" width="976"] La sala Rosemary, un espacio para padres que se despiden de su bebé[/caption]
Consejos de expertos para prevenir o afrontar
Uno de los primeros síntomas es notar que el movimiento de tu bebé se reduce de forma significativa o que deja de moverse dentro del útero. Esto puede ir acompañado de una hemorragia vaginal. Si sientes alguno de estos síntomas debes ponerte en contacto inmediatamente con tu doctor que usará un ultrasonido o un monitor fetal para comprobar qué sucede.
En algunos casos, el primer síntoma de que existe un problema es un parto prematuro, que se produce con rotura de la fuente, contracciones o calambres en el abdomen.
¿Qué sucede cuando un bebé muere en el útero?
Cuando un bebé muere en el útero antes de nacer, el parto puede ser inducido y la madre deberá ingresar en el hospital. Algunos padres quieren que la inducción se realice tan pronto como sea posible, mientras que otros prefieren esperar unos días para tener tiempo de asimilar lo que ha sucedido y ver si el parto se puede producir con normalidad. Los doctores explicarán a los padres hasta cuándo se puede posponer la inducción, ya que esperar demasiado puede tener efectos adversos en la salud de la madre.
Si esperas gemelos o más, el doctor puede recomendarte que continúes con el embarazo para que los bebés sanos sigan desarrollándose en el útero. A algunos padres les aflige mucho pensar que uno de los gemelos que ha muerto se encuentra dentro del útero junto con el gemelo superviviente. Te entregarán los restos del bebé cuando el bebé o bebés supervivientes nazcan. Sin embargo, si el bebé falleció durante las primeras semanas de embarazo, es posible que no quede evidencia de él. Tu doctor te dirá qué puedes esperar en el momento del parto.
¿Qué sucede cuando muere en el parto?
A veces, un bebé puede fallecer de forma inesperada durante el parto debido a problemas con la placenta o con el cordón umbilical que pueden limitar la llegada de oxígeno a la sangre del bebé. Esto es muy traumático para los padres. El personal hospitalario se está concentrando en reaccionar a esta situación de emergencia, y quizá no tienen mucho tiempo para explicar lo que está sucediendo, lo cual puede aumentar el miedo y la ansiedad de los padres.
Si tu bebé ha fallecido durante el parto, necesitarás tiempo para adaptarte a la pérdida. No te sientas obligada a tomar decisiones rápidas.
¿Puedo ver a mi bebé? Dependiendo de las circunstancias de tu pérdida, pueden preguntarte si te gustaría ver o tomar en brazos a tu bebé. Varios estudios han demostrado que muchos padres encuentran que esta práctica es de gran ayuda. Si quieres ver a tu bebé, pero te preocupa el aspecto que tenga, puedes pedirle al doctor o a la enfermera que te lo describa primero.
Tatuajes de madres cuyos bebés fallecieron en sus vientres o durante el parto
[gallery type="slideshow" ids="25339,25338,25337,25336,25335"]
Recuerda como si fuera ayer la gran sonrisa que se dibujó en el rostro de su esposo cuando le dijeron que el bebé sería hombre. A pesar de esa alegría machista, Gabriela era feliz, ya que le iba a dar a su pareja lo que él tanto deseaba: un varón.
Controles prenatales, pastillas de ácido fólico, ecografías, registro de los latidos del bebé e incluso una foto enmarcada en un cuadro de goma eva celeste es lo que tiene en un pequeño folder azul que, como si quemara, apenas sujeta entre sus dedos.
Cumplidos los ocho meses ya tenía el ajuar del bebé, una pequeña cuna de cedro, un bolsón verde con tortugas, pañales RN, camijetas, buzos de algodón, mantillas, un talco Johnson neutro que le habían recomendado, toallas húmedas, el traje rojo de la suerte y todo lo que se requiere para un nacimiento.
Era Martes de Carnaval cuando sintió dolor de estómago pero se le pasó de inmediato. Su ginecólogo le dijo que esperase que pase el feriado y que todo estaría bien. El jueves sintió contracciones y dolores más fuertes. De inmediato llamó a su ginecólogo y se trasladó a la clínica que eligió con tres meses de anticipación para el nacimiento de su hijo. Pasaron dos horas, su madre aguardaba en el pasillo de la sala de espera junto a Efraín, el esposo de Gabriela, cuando de pronto un grito cortó la tensión.
A toda prisa empujaban a Gabriela que salía en camilla y aunque su esposo –Efraín- observaba por todas partes no se hallaba con el rostro de su hijo, aquel que tanto deseaba conocer. Ya en la habitación 34, Janeth -la madre de Gabriela- esperaba ansiosa. La camilla ingresó, pusieron a Gabriela en cama y al ver esos grandes ojos cafés llorosos Janeth lo entendió todo. Así, como golpeada por la espalda cayó sobre su hija, la abrazó con una fuerza inexplicable y sólo dijo: “Mi angelito volvió al cielo, tranquila mi hija”.
El esposo se abrazó a ambas y juntos lloraron la despedida de una de las más grandes ilusiones que los padres pueden tener.
Desde ese día Gabriela y Efraín aprendieron a vivir con un hueco en el alma. Ella aunque ya no tenía a su hijo continuó sintiéndose madre, pero no para todos. Así pasó de considerarse mamá a una confusión total y finalmente se volvió una madre invisible, no reconocida como tal para la sociedad.
Hoy tiene cuatro hijos y aunque el tiempo ha pasado Andrés siempre tendrá su lugar. El pequeño ángel se ha traducido en miles de preguntas que se centran en ¿cómo hubiera sido? pero además un tatuaje en su madre (Gabriela) recuerda su fugaz llegada y el paso por la vida de sus padres.
Este duelo lo viven muchas parejas, muchas madres solas pero también toda una familia de abuelos, abuelas, tíos, tías…
Cifras de una epidemia olvidada
Cada día unas 7,000 madres en el mundo dan a luz a un bebé muerto. Es un evento que la Organización Mundial de la Salud (OMS) llama “una epidemia olvidada”.
En Tarija no hay un registro de los bebés que nacen sin vida, sólo de los nacidos vivos que logran alcanzar un año de edad. Las autoridades de salud indican que el índice de mortalidad infantil continúa bajando, tomando en cuenta que en 2005 era de 40,51 por mil nacidos vivos durante el primer año de su vida y a la fecha este índice ronda los 30.30.
¿Pero qué hay de las estadísticas de los niños que no llegan a nacer o que nacen sin vida? En Tarija y en toda Bolivia esta realidad es invisible y lo es no sólo para los cómputos sino para muchas personas que no la han vivido.
Se define como mortinato a un bebé que fallece en el útero a partir de las 20 semanas de embarazo. Si nace vivo, pero fallece durante los primeros 28 días de vida, se considera una muerte neonatal.
El duelo de las madres invisibles
A menudo, la sociedad actual da la espalda a la muerte porque no tiene herramientas para vivirla ni aceptarla como un proceso natural. En el caso del duelo gestacional, esto se agrava aún más, debido al poco reconocimiento que este tipo de muerte recibe por parte de la sociedad y la Administración.
“La muerte de un hijo es la muerte fuera de tiempo y la gente se queda con la idea de que el bebé, como no ha nacido, no es un ser en sí mismo”, razona Patricia Herrera la pediatra consultada por El País.
Explica que el duelo es un proceso natural que ocurre tras una pérdida, pero el duelo gestacional y perinatal tiene unas características específicas que difieren de otros tipos de pérdida. Se trata de duelos desautorizados, ignorados, silenciados, minimizados. Con ello nos referimos a que en muchas ocasiones, los duelos gestacionales y perinatales no son públicamente reconocidos ni socialmente expresados.
“La pareja se siente desautorizada para hablarlo porque no ha habido nacimiento, bautizo o entierro; el niño no tiene nombre, no quedan fotos ni recuerdos, nada que pudiera avalar su existencia. Sin embargo, el niño (a) es su hijo (a) desde la concepción, en la imaginación, en las expectativas y esperanzas de los padres y de la familia”, explica.
Sin embargo, el problema que tiene una madre que pierde un bebé de pocas semanas de gestación no es sólo que la sociedad no los considere a ella como madre y al bebé como hijo, sino que ella misma tenga dificultades para imaginarse como un bebé al ser que habitaba en su interior.
De acuerdo a la psicóloga Maritza Farfán para una madre que pierde su bebé en la última etapa de la gestación, puede ser terrible que no le permitan verlo, despedirse de él como de cualquier ser querido. “Si tiene la posibilidad de verlo y de poder despedirse de él, tendrá un buen inicio del duelo, y ello facilitará su elaboración. Pero a una madre que pierde su embarazo en las primeras semanas de gestación, no se le permite imaginar a su hijo con forma humana”, analiza Farfán.
Entonces, peor aún, ¿cómo llevará a cabo su puerperio una mujer sin su bebé? Si incluso el puerperio como etapa en el ciclo psicosexual y emocional de la mujer está en general desvalorizado si no hay bebé, ni siquiera se tiene en cuenta. Es habitual que las mujeres que han sufrido pérdidas gestacionales y perinatales no puedan acercarse ni mirar a otros bebés.
El puerperio es una época especial en la vida de una madre, tanto si tiene a su bebé en brazos como si no. Si una mujer recibió tras su parto un bebé fallecido se sentirá aún más confundida.
“No puedo explicarte lo que es la necesidad de abrazar a tu bebé con los pechos llenos y al final quedarse con los brazos vacíos, no puedo explicarte lo quÉ es que la gente te pregunte en la calle si ya nació, cuánto pesó y a quién se parece”, dice Gabriela.
De acuerdo a la psicóloga Maité López la pérdida de un hijo durante la gestación o al cabo de pocos días de haber nacido provoca un fuerte impacto emocional en la pareja, porque “se rompen todos los sueños y planes de vida que se habían hecho”. Además, asegura que algunas madres entran en un “estado de incertidumbre constante” que las lleva a tener la sensación “de haber fallado como madres, de que les ha fallado el cuerpo”.
Estos sentimientos se pueden agravar con la falta de apoyo social y del entorno inmediato. “Muchas parejas se encuentran con que ni los amigos ni la familia les hablan del hijo que han perdido, no les llaman ni les escriben, y eso hace que a veces tengan que vivir más de un duelo a la vez: el duelo por el bebé, por el futuro, por su cuerpo y por la ruptura con las amistades o los familiares”, lamenta la psicóloga.
[caption id="attachment_25324" align="alignnone" width="800"] Los juguetes para el bebé fallecido son una forma de vivir el duelo[/caption]
La recuperación y un ejemplo de ayuda
Sue Armstrong, obtuvo su licencia como partera en 1993 y desde entonces ha ejercido esa profesión. Ahora, en su nuevo cargo como partera especializada en duelo, trabaja en la Sala Rosemary en el primer piso del Hospital General de Colchester, en Inglaterra.
Es un cuarto con un mural de un bosque, una cama doble, una cuna y una silla mecedora en la esquina. Aquí es donde los padres pasan tiempo con su bebé muerto. “Cuando una pareja está esperando un bebé, sus planes y sueños están centrados en los preparativos para ese bebé”, le dijo Sue a la BBC.
“De manera que decirte súbitamente que has perdido a tu bebé, que vas a tener que dar a luz a ese bebé, pero que no hablarás con él ni te lo llevarás a casa, que vas a tener que tomar decisiones sobre autopsias, servicios de funeral… bueno, esto es terriblemente abrumador”, señala.
Su cargo, dice Sue Armstrong, es nuevo en este hospital y refleja la creciente conciencia nacional sobre este trauma particular y los desafíos de perder un bebé. Tal como explica la partera, gran parte de su trabajo es profundamente práctico.
Este aislamiento protector del barullo general de un hospital, dice Sue Armstrong, es importante debido a las decisiones tremendamente dolorosas que los padres tienen que tomar. “Pueden pasar todo el tiempo que necesiten estar con su bebé y que sientan que es apropiado”, asegura.
[caption id="attachment_25334" align="alignnone" width="976"] La sala Rosemary, un espacio para padres que se despiden de su bebé[/caption]
Consejos de expertos para prevenir o afrontar
Uno de los primeros síntomas es notar que el movimiento de tu bebé se reduce de forma significativa o que deja de moverse dentro del útero. Esto puede ir acompañado de una hemorragia vaginal. Si sientes alguno de estos síntomas debes ponerte en contacto inmediatamente con tu doctor que usará un ultrasonido o un monitor fetal para comprobar qué sucede.
En algunos casos, el primer síntoma de que existe un problema es un parto prematuro, que se produce con rotura de la fuente, contracciones o calambres en el abdomen.
¿Qué sucede cuando un bebé muere en el útero?
Cuando un bebé muere en el útero antes de nacer, el parto puede ser inducido y la madre deberá ingresar en el hospital. Algunos padres quieren que la inducción se realice tan pronto como sea posible, mientras que otros prefieren esperar unos días para tener tiempo de asimilar lo que ha sucedido y ver si el parto se puede producir con normalidad. Los doctores explicarán a los padres hasta cuándo se puede posponer la inducción, ya que esperar demasiado puede tener efectos adversos en la salud de la madre.
Si esperas gemelos o más, el doctor puede recomendarte que continúes con el embarazo para que los bebés sanos sigan desarrollándose en el útero. A algunos padres les aflige mucho pensar que uno de los gemelos que ha muerto se encuentra dentro del útero junto con el gemelo superviviente. Te entregarán los restos del bebé cuando el bebé o bebés supervivientes nazcan. Sin embargo, si el bebé falleció durante las primeras semanas de embarazo, es posible que no quede evidencia de él. Tu doctor te dirá qué puedes esperar en el momento del parto.
¿Qué sucede cuando muere en el parto?
A veces, un bebé puede fallecer de forma inesperada durante el parto debido a problemas con la placenta o con el cordón umbilical que pueden limitar la llegada de oxígeno a la sangre del bebé. Esto es muy traumático para los padres. El personal hospitalario se está concentrando en reaccionar a esta situación de emergencia, y quizá no tienen mucho tiempo para explicar lo que está sucediendo, lo cual puede aumentar el miedo y la ansiedad de los padres.
Si tu bebé ha fallecido durante el parto, necesitarás tiempo para adaptarte a la pérdida. No te sientas obligada a tomar decisiones rápidas.
¿Puedo ver a mi bebé? Dependiendo de las circunstancias de tu pérdida, pueden preguntarte si te gustaría ver o tomar en brazos a tu bebé. Varios estudios han demostrado que muchos padres encuentran que esta práctica es de gran ayuda. Si quieres ver a tu bebé, pero te preocupa el aspecto que tenga, puedes pedirle al doctor o a la enfermera que te lo describa primero.
Tatuajes de madres cuyos bebés fallecieron en sus vientres o durante el parto
[gallery type="slideshow" ids="25339,25338,25337,25336,25335"]