“Aprender produciendo y vendiendo”, la revolución educativa de Rancho Norte
La experiencia de la Unidad Educativa Rancho Norte demuestra que es posible revolucionar la educación boliviana desde las aulas, convirtiendo a los estudiantes en agentes de cambio económico, social y ambiental para sus comunidades.



En 2013, un quiebre epistemológico cambió para siempre la manera de enseñar de Bladimir Robert Serrano Yurquina. Lo que comenzó como una clase de estadística en la Unidad Educativa San Mateo se convirtió en el germen de una revolución educativa que hoy transforma vidas en la Unidad Educativa Rancho Norte, en San Lorenzo, Tarija.
“Al enseñar el contenido de estadística, veo la necesidad de articular la escuela con la comunidad, recogiendo datos, analizando la información para la toma de decisiones con relación a la producción hortícola del contexto”, recuerda el director de Rancho Norte, cuya propuesta pedagógica ganó a nivel nacional como el mejor Proyecto Socio Productivo (PSP) de Bolivia.
En el marco del Día del Maestro Boliviano y el Día Mundial del Medio Ambiente, Pura Cepa conversó con este educador visionario sobre un modelo que está rompiendo los paradigmas tradicionales de la enseñanza boliviana, donde los estudiantes no sólo aprenden teoría, sino que producen, venden y transforman su entorno mientras adquieren conocimientos científicos, desarrollan emprendimientos sostenibles, preservan el ecosistema y dinamizan la economía local.

Pura Cepa (PC). ¿Cómo ha sido su recorrido y cómo ha llegado a la filosofía de la educación productiva para la transformación social?
Bladimir Serrano (BS). Me inicio como maestro de matemáticas en 2009, pero en 2013 se da en mí un quiebre epistemológico en la manera de desarrollar los contenidos. Surge el PSP (Proyecto Socio Productivo) que permite dinamizar el proceso educativo, rompiendo la autorefencialidad de la escuela. Nuestro proyecto, “Aplicación de conocimiento técnico científico a la producción agrícola local”, nos permitió trabajar de manera conjunta con estudiantes, padres de familia y maestros en 2 hectáreas de cultivo de hortalizas. Los estudiantes del nivel inicial ya no pintaban la clásica casita con cubierta trapezoidal. Ahora los niños de 5 años fueron a nuestra parcela productiva y volvieron al aula para dibujar la realidad productiva que habían observado. Así llegamos a la Unidad Educativa Rancho Norte en 2024, donde trabajamos con 2 carreras en el marco del BTH: Agroecología y Química Industrial, con el enfoque de aprender a producir y vender, constituyéndonos en una escuela emprendedora que trabaja con UPAs (Unidades Productivas de Aprendizaje).
“Los maestros deben desaprender para aprender”.
PC. ¿Qué diferencia este modelo de la educación tradicional y cuáles han sido los principales desafíos?
BS. La educación tradicional es autoreferencial. Todo está circunscrito a las 4 paredes del aula, no se tiene el vínculo escuela-comunidad. El paradigma educativo que estamos trabajando busca comprender la realidad para transformarla. Por ejemplo, en química, uno ha aprendido a escribir un hidróxido de potasio en el pizarrón, ahora se lo hace reaccionar con aceite reciclado de cocina y se elabora jabón potásico, un insecticida orgánico que se vende a la comunidad. En matemáticas se plantean problemas con ecuaciones articulados a la producción y comercialización local. El desafío es implantar el modelo, ya que nosotros los maestros hemos sido formados para desarrollar procesos educativos a través de contenidos, y esto exige cambiar el enfoque y hacerlo basado en proyectos. Los maestros deben desaprender para aprender.

PC. ¿Cómo funcionan las UPA y de qué manera impactan en el aprendizaje?
BS. Las UPAs son la manera de concretizar el PSP. Tenemos actualmente 5 funcionando: producción y venta de hortalizas frescas, plantas ornamentales y aromáticas, bioinsumos, jabones corporales con la marca Nutripiel, y detergentes con la marca Chura Limpieza. Los estudiantes producen de manera permanente dentro de las UPAs y venden la producción bajo varias estrategias como punto retail y venta puerta a puerta, promocionándose a través de nuestra fan page de Facebook.
PC. ¿Qué es el BTH y cómo demuestra su efectividad?
BS. El BTH es el Bachillerato Técnico Humanístico, busca generar emprendimientos y construir la transformación de la matriz productiva con enfoques tecnológico, productivo, emprendimiento comunitario y socioambiental. Para darle efectividad, los estudiantes deben aprender a emprender desde la escuela, y esto es posible a través de las UPAs.

PC. ¿Cómo enseñan los principios de agricultura ecológica?
BS. La institución cuenta con pequeñas parcelas productivas donde el manejo fitosanitario es desarrollado de manera orgánica. No usamos pesticidas de agroquímicas, elaboramos insecticidas y fungicidas orgánicos como jabón potásico, caldo bordelés, caldo sulfocálcico y Fertilactivo. Los vecinos de la comunidad demandan hortalizas producidas por los estudiantes, sabiendo que son orgánicas y que no dañarán su salud. También damos talleres gratuitos con los productores para que usen estos bioinsumos.
PC. ¿Cómo funciona el principio de “aprender haciendo y vendiendo”?
BS. En habilidades duras, aprenden a elaborar sustratos, manejo hídrico, realizar formulaciones, elaborar jabones y detergentes. En habilidades blandas: estructura de costos, comunicación asertiva, empatía, resolución de conflictos. Ellos conocen que la producción debe venderse para continuar con el siguiente ciclo productivo.
“La escuela deja de ser un espacio cerrado y se convierte en un agente activo de cambio”.
PC. ¿Cómo gestionan el apoyo de ONGs e instituciones?
BS. Hemos recibido apoyo de ONGs como Mujeres en Acción, Organización Esperanza Bolivia, RENACC, YPFB Transporte, a través de capacitaciones con los Institutos Tecnológicos Eustaquio Méndez y San Ignacio de Loyola, e instituciones públicas como SEDAG, GAMSL y la Subgobernación de San Lorenzo. A esto se suma el apoyo económico de los padres de familia con un capital semilla que permite la puesta en marcha de proyectos que, una vez constituidos son sostenibles.

PC. ¿Cómo miden el éxito de la educación productiva?
BS. El éxito se mide mediante una combinación de indicadores pedagógicos, productivos y sociales. En formación académica, observamos mejora cualitativa en el aprendizaje a través del aprendizaje basado en proyectos. En competencias, evaluamos tanto habilidades duras como blandas. En transformación social, el impacto se evidencia en la dinamización de la economía local, el fortalecimiento del vínculo escuela-comunidad, y la promoción de educación con responsabilidad social y ambiental. La escuela deja de ser un espacio cerrado y se convierte en un agente activo de cambio.
PC. ¿Cuáles son los principales obstáculos y qué visión tiene para el futuro?
BS. La falta de infraestructura y espacios productivos, así como equipamiento y capital semilla. Además, la educación productiva sólo puede llamarse así cuando se produce y vende. La mayoría de instituciones educativas aún no han roto el molde y sólo realizan “prácticas productivas”. Implementaremos 2 UPAs más: producción de microgreens y plantas frutales como vid y olivo, para reconversión productiva en la comunidad. Continuaremos con el Agro Edu Turismo, relacionándonos con otras Unidades Educativas para intercambio de experiencias y amplificar el modelo.
“No sólo aprendemos para nosotros, aprendemos para nuestro medio ambiente”.
PC. ¿Puede replicarse este modelo en otras unidades educativas?
BS. Este modelo es replicable, ya que la misma normativa exige trabajar con enfoque productivo. Recomendaría a los directores que apuesten por una educación emprendedora, que se apoyen en expertos, que diseñen proyectos de acuerdo a las vocaciones productivas, que busquen entes financiadores, y que trabajen bajo un paradigma donde el éxito no sólo se mide en aprendizaje, sino en impacto social.
PC. ¿Qué significado tiene este paradigma educativo en la actualidad?
BS. Responde a las necesidades concretas de la juventud: aprender produciendo y vendiendo, vincular la teoría con la práctica, desarrollar emprendimientos y adquirir herramientas para la vida. Transforma la escuela en un espacio vivo, conectado con la comunidad. Para los nuevos maestros, representa un cambio de mentalidad y práctica pedagógica. Ya no se trata sólo de transmitir contenidos, sino de facilitar experiencias reales de aprendizaje productivo. En cuanto a la protección del medio ambiente, este paradigma promueve prácticas agroecológicas, el uso de bioinsumos y la elaboración de productos que no dañan la salud ni el entorno, porque no sólo aprendemos para nosotros, sino que aprendemos para nuestro medio ambiente.
