David Sustach García, un disparo al momento
El fotógrafo furtivo aprendió el oficio por su cuenta y el resto se lo debe a un fino sentido del encuadre.
Cuando David fue becario en la Universidad de Aeronáutica y Astronáutica de Pekín, China, no podía hablar el idioma. Desarrolló el sentido visual para comunicar su sensibilidad, cazando imágenes inusuales, rescatando, como dice, “lo hermoso en lo cotidiano, mi mundo de cosas pequeñas”. Seis años después, seleccionó 22 de sus más queridos disparos hechos en Pekín y Tarija, y con eso armó su primera exposición fotográfica.
En los breves días de diciembre de 2023 que tuvo sus obras colgadas en los muros de la Galería de la Casa de la Cultura, David estuvo siempre atento a los visitantes, contándoles las historias detrás de cada una de sus imágenes con una actitud servicial alimentada de su nerviosismo natural. Él tiene tanto por decir, pero también sus fotos hablan y reflejan la particularidad de su mirada.
“La cámara es un ojo mecánico, pero quien toma la foto no es la cámara ni el ojo, es quien está adentro. Uno mismo. La persona. Dos personas con la misma cámara en el mismo lugar, no toman la misma foto”, aclara el fotógrafo furtivo que sabe que “la cámara no te va a decir, ‘¡Ey, tomá una foto ahí!’”.
Hacerse de oficio
Las aulas de la Católica y la Domingo Savio tienen a David Sustach como profesor de Redes y Telecomunicaciones. El ingeniero se especializó en satélites en el segundo país más grande del continente asiático. Ahorrando el dinero de la beca, pudo comprar su primera cámara, una Nikon 5600. Las clases eran un poco caras, y como allá no hay YouTube, aprendió disparando.
Además, a David le gusta el voluntariado. De hecho, ha sido líder de un grupo scout durante más de 20 años. En China no hay scouts, pero sí trabajo social, así que les ofreció a los administrativos de su universidad trabajar como fotógrafo voluntario registrando eventos y talleres. “Cuando salía, también tomaba fotos para mí. Así comencé a aprender enfoque, encuadre, composición, brillo, saturación”.
Le tomó un año y medio dominar el oficio y encontrar su propio ritual creativo, inspirado por la imposibilidad de comunicarse con sus colegas chinos. “Como un no vidente que desarrolla el oído, yo empecé a desarrollar la vista. Me ponía audífonos, ponía música, y a tomar y tomar fotos. Es mi técnica, aislarme del entorno y concentrarme en la mirada”, dice David.
“No puedes fotografiar lo que no te atrae”
Su empeño tuvo frutos. Pronto seleccionaron su obra para un libro de la asociación fotográfica de la universidad china, y también tiene un trabajo seleccionado en una publicación de la Unión Europea. Comenzó a ganar concursos y hacer recorrido. Sobre todo, a confiar en su arte.
Lo que hace una buena foto
“La fotografía tiene fases, composición, foto, procesamiento. Generalmente, enseñan composición los que son buenos en posprocesamiento, que siempre termina por normalizar las fotos, hacerlas planas y artificiales. Pienso que quien debe enseñar composición tiene que ser un fotógrafo de acción”, dice.
Facebook, Instagram y alguna otra red social han sido palestras para su trabajo antes de lograr su primera exposición en galería. De hecho, gran parte de su trabajo puede verse en la página “Tarija en Bicicleta”, en la que David se ha divertido capturando la vida de los ciclistas de la ciudad.
Su obra es el repertorio de todos sus intereses. “Me gusta la naturaleza. Los scouts decimos que vemos la magia de la creación. Puedes crear un auto, pero no un árbol. Y no puedes fotografiar lo que no te atrae”, comenta. La atracción por la luz hace que la mitad de su trabajo sea en blanco y negro. “Para mí, el color contamina, satura”.
También opina que el gran veneno de una fotografía es la sonrisa, porque distrae. “En la foto de arte y moda, las modelos tienen un gesto serio, una mirada fría. Puedes mostrar la tristeza y la alegría al mismo tiempo, con fuerza”, dice inspirado también por lo abstracto, por los momentos únicos en los que aflora la fragilidad humana en medio de “la grandeza de la geometría que nos contiene”.
Pero no todo es acción y campo, David aprende también de su colección de fotolibros, “la más grande de Tarija”, y de los maestros del oficio. De Sergio Larraín aprendió a ser sincero para tomar las fotos, “así como un niño que ve un circo por primera vez, esa impresión es la que te va a permitir congelar el momento. Si sales por oficio, no vas a encontrar la esencia de las cosas”, parafrasea.
De André Kertész rescató la necesidad de tener un discurso fotográfico, por más simple que sea: “Yo no tengo técnica. Salgo, me sorprendo y tomo la foto. No tengo un discurso, estás viendo mi asombro por un suceso, que me he detenido a ver esto, que me llamó la atención este objeto. Estás viendo la visión de una persona, sus intereses”, expresa.
Su familia no entendería estas cosas. Su madre es mayor y piensa que hacer fotografía es gastar dinero, no ganarlo. A su hermano no le gusta el arte. “Eso sí, te puedo decir que cada foto tiene una canción. Empiezo a escuchar música, a mirar, y no tengo miedo de cortar las fotos y jugar con ‘las eles’”.
Exponer con cien dólares
El pintor René Subelza invitó a David a llenar una de las salas de la Galería de la Casa de la Cultura con sus fotos. En lugar de hacer grandes impresiones, encontró que un formato pequeño sería lo más conveniente para su obra, porque así “la foto te atrapa”.
David tenía tiempo queriendo exponer, desde que volvió de China, desde que compartía sus obras en redes sociales causando asombro, desde que la docencia le restó tiempo para seguir disparando. “Yo enseño, pero doy y no recibo nada. Salgo agotado. Con la fotografía, recibo mucho de la naturaleza y de las cosas que me interesa tomar. Es una forma de purgar mi estrés”, confiesa.
“Yo no tengo técnica. Salgo, me sorprendo y tomo la foto”
Con cien dólares, preparó la obra de su primera exposición en menos de dos semanas. Planea una segunda en el mes de abril, y también está trabajando en un fotolibro de San Roque. “Muchos quieren mostrar a la gente del área rural, pero no han vivido la pobreza. Voy a sacar un libro con la gente del área rural en la iglesia, blanco y negro, con la boca cerrada, acongojada, con la mejor gala, a punto de llorar. Eso quiero mostrar, la esencia de la fe, la tristeza y la devoción. Los últimos legados de la esencia misma de la fiesta con sus devotos”.
Su emoción y su visión deben ser iguales a las que experimentó Alejandrino Pérez Aragón adentrándose en su oficio. “No se le ha dado el espacio que se merece. No ha sido fotógrafo de salón, ha hecho arte, además de un trabajo social, incluso fotoperiodismo, porque en la Guerra del Chaco ha fotografiado a los soldados. En esa época, no era fácil pagar una foto. La gente de provincia no tenía para pagar”, comenta Sustach.
Su discurso es rápido, profundo, igual que su disparo. David es quizá el fotógrafo furtivo más rápido de Tarija. Lleva la cámara bajo el brazo, con la correa suficiente para ligarla a su mano, como un arma escondida, como Tuco su pistola en “El Bueno, el Malo y el Feo”, una de sus películas favoritas. Así se justifica: “La gente que trabaja en fotografía, siempre va con una correa colgando del cuello. Esta es mi forma, mi zona de confort, para disparar al momento”.