Kung-fu, el camino de Juan Pablo (III)
A través de la práctica y la meditación, el kung-fu permite discernir entre fuerza y violencia, mostrándonos el mejor camino para solucionar los problemas.



Cuando era pequeño, Juan Pablo practicó aikido, ninjitsu y taekwondo antes de conocer el kung-fu. “Todas las artes marciales son interesantes y tienen su propia razón de ser. Para mí, el kung-fu es completo. Usas tus pies, puños, manos, dedos, rodillas, cabeza, piernas, hombros. Todo”.
Como disciplina marcial, el kung-fu ofrece rutinas de movimiento para desarrollar conciencia corporal. “Se ve como un baile o una coreografía, pero en esas rutinas uno encuentra mucho conocimiento”, asegura Lea Plaza. Además, el kung-fu contempla la maestría y uso de una veintena de armas como el palo, la espada de doble filo, el látigo, el dardo y otras más. “Es un mundo entero por explorar”.
“Es normal que la gente pierda el control en carnaval, es normal que los papás maltraten a los niños, es normal que me griten, que me peguen, que me acosen. No es normal”
Juan Pablo detalla que el kung-fu se sostiene de la filosofía del budismo Chan para encontrar en la contemplación del mundo interior las respuestas al exterior. Su aspecto meditativo es el chi kung, disciplina enfocada en “el manejo de la energía a través de la respiración para fortalecer y dar a nuestro cuerpo la flexibilidad y fuerza que necesita para mejorar nuestra salud mental, física y nuestro estilo de vida”.
Para Juan Pablo, las artes marciales permiten desarrollar conciencia de muchas cosas, entre ellas la violencia. “Se cree que las artes marciales te vuelven violento porque aprendes a patear, dar golpes, usar armas. Uno puede hacer todo eso sin artes marciales. Para llegar a la escuela, hay que venir con la mente equilibrada. Si hay antecedentes de ser una persona violenta, primero hay que curar eso para poder practicar”, recomienda Lea Plaza.
El profesor ha tomado conciencia de la normalización de la violencia en la cultura. “Tarija es un lugar muy lindo, pero últimamente hay mucha violencia influenciada por el alcohol y las drogas, y la hemos normalizado en nuestras vidas, en la pareja, en la familia. Es normal que la gente pierda el control en carnaval, es normal que los papás maltraten a los niños, es normal que me griten, que me peguen, que me acosen. No es normal”.
Como muchos, Juan Pablo ha tenido experiencias de pelea cuyo resultado siempre ha sido una clara sensación de malestar. “No es algo que se pueda disfrutar. Más bien las artes marciales me han ayudado a darme cuenta cuándo pelear y cuándo no, y me han ayudado a evitar peleas más que a pelear”.
Lo cierto es que la diversión y la educación pueden existir sin recurrir a la violencia. Disciplinas como las artes marciales permiten cultivar hábitos de vida que ayudan a vivir en una sociedad menos agresiva. La escuela de kung-fu “Shaolin Tarija” se encuentra en la Av. La Paz entre Av. Potosí y Oruro, Edificio Blanco, primer piso. Contacto: 67395125.