Ales del Pincel, el camino de Bellas Artes a los tatuajes



De nombre artístico Ales del Pincel inició en su infancia un camino artístico que tuvo su origen en los dibujos de su cuaderno, la consolidación con los estudios en Bellas Artes, y su versión más expresiva y crítica en el muralismo y tatuajes. Él joven de 27 halló su camino luego de una serie de casualidades que describe como propias de la vida dedicada al arte. Hoy es reconocido por lo tatuajes realistas y surrealistas que plasma en la piel.
Los primeros impulsos artísticos de Ales del Pincel se manifestaron en dibujos inspirados por las caricaturas y animes que veía de niño en Oruro, su ciudad natal. Ya al salir del colegio, y teniendo claro que quería dedicarse al arte, estudió en Bellas Artes e inició su carrera con los pinceles como armas.
Los cuadros componían sus lienzos y las galerías su espacio de exposición. Sin embargo, sentía que esa manera de compartir su arte estaba orientada solo al público selecto que frecuentaba dichos espacios. Por buscar un acercamiento más abierto a todo tipo de personas fue que se interesó en el muralismo y grafiti. Con ellos aprendió lo que significa irrumpir en el espacio público.
“Animo a todos a trabajar por sus sueños”.
Esa irrupción se da con una obra cargada de mensajes disruptivos y temáticas como el andinismo, el maltrato animal o el hip-hop tanto clásico como boliviano, pero en cada caso lo que prima es la expresión libre. Una expresión manifiesta todos los días del año y de libre apreciación para los peatones.
Pero el camino de Ales del Pincel estaba aún lejos de tomar su rumbo definitivo, al menos hasta hoy. Ya como residente cochabambino, sus amigos artistas de la piel lo incitaron a probar el tatuaje para plasmar su arte. Previamente él no había tenido contactos con ese mundo, por lo que aprendió desde cero.
Hoy, ya consolidado en el rubro, se especializa y llama la atención de los clientes por sus trabajos en realismo y surrealismo. En los tatuajes encontró una nueva forma del arte que se caracteriza por no admitir errores y por su perpetuidad.
Si bien sigue pintando cuadros lo fines de semana, no planea por lo pronto volver a las galerías: su arte está en las calles del espacio público y en las epidermis de sus clientes. Ales del Pincel apostó por el arte para su vida y logró hacer de ella tanto su fuente de ingresos como de felicidad, pues sentencia que para él un día sin arte es como un día sin comer. En la expresión llena sus vacíos y encuentra felicidad.