Andrés Burgos y la tradición viva del Singani Mi Compadre
Una tradición familiar que parecía dirigirse a su fin despertó en Andrés Javier Burgos Sossa su espíritu emprendedor y las ganas de adentrarse en el mundo del singani. Es junto a su padre con quien trabaja desde 2021 para mantener vivo y destacar al Singani Mi Compadre.
La elaboración de singanis es un asunto de familia para Andrés, pues desde 1950 que su abuelo empezó a elaborarlo en Río San Juan del Oro, Sojpora. Por esos años la sangre de los Burgos se impregnaría con el aroma del destilado con leña. El abuelo, a la par que trabajaba en sus botellas artesanales, inculcaba el procedimiento e interés en sus hijos, es decir, los tíos y Javier, el padre de Andrés.
De todos ellos, Javier fue el único que decidió mantener viva la tradición, dado que el resto dedicó su vida a otras áreas. Su sueño, más allá de continuar con el procedimiento familiar, era poder crear una marca y hacer de su producto una industria. Sin embargo, la falta de tiempo dificultaba la labor. Javier, que vive en Santa Cruz, llegaba a Tarija solo para las épocas de cosecha y para realizar el procedimiento de destilado.
“Mi abuelo comenzó todo en 1950”.
Paralelamente, Andrés iba conociendo de a poco en qué consistía el anhelo de su padre. Pero cuando aún era pequeño no le despertaba el interés suficiente. Sabía que su papá llamaba “Mi Compadre” al producto y que trataba de darlo a conocer en el oriente boliviano. Incluso él mismo vendía a algunos amigos, pero estaba lejos de compartir el sueño.
Pero en 2021 todo cambió. La familia de Andrés sufrió el golpe de la pandemia y él, como tantos otros jóvenes, pensó en emprender. Sin saber qué tipo de negocio crear, encontró la respuesta en el singani. Si bien aún era algo ajeno a los procesos que requería, supo que era capaz de potenciar la marca y comercializarla en ferias. El apoyo de su familia y de su chica terminó de convencerlo.
Es así como desde abril de 2021 que Singani Mi Compadre crece cada día. Con diferentes presentaciones de hasta Bs 50, y otras de cosechas especiales que su propio abuelo realizó en 1990 de Bs 150, el singani ganó la aceptación de todo público, pero especialmente de ese que aprecia el destilado a leña.
Andrés está orgulloso de mantener junto a su padre la tradición familiar. Aunque hoy estudia Contaduría Pública, ya tiene planes para formarse como enólogo. Por lo pronto espera la primera destilación del año para conocer más de su nueva pasión.