Valentina López, el sueño de vivir para el baile
Valentina comparte sus anhelos junto a las dificultades y satisfacciones en la carrera por alcanzarlos.
“De chiquita bailaba todo el tiempo, era muy inquieta”, rememora Valentina López Figueroa, quien se ha encargado de hacer del baile parte esencial de su vida. En aquellas épocas de infancia, su madre, al ver que siempre estaba activa, decidió llevarla a clases de baile.
“En la escuela a la que me llevó solo había ballet clásico y folklore. Yo elegí ballet, pero me aburrí muy rápido, duré 3 meses”. Poco tiempo después, volvió a intentar, pero con folklore, cosa que terminaría nuevamente en un abandono.
Pero Valentina no dejó de bailar, pues recuerda bien que lo hacía sola en su casa, en los cumpleaños y en cualquier momento que pudiese.
Más adelante en su vida, niña aún, tuvo la oportunidad de presencias un evento de break-dance, cuenta: “Quedé fascinada, era la primera vez que veía algo distinto”. Ese día Valentina conoció verdaderamente aquello que quería hacer, si bien no terminaría afianzándose en ese estilo, descubrió que el baile tenía muchas más formas que las tradicionales.
“El baile es la forma más grande de amor a mi cuerpo y vida”.
“Ni bien terminó el evento le hablé a la organizadora para inscribirme a clases”. Así empezó una etapa de su vida, la cual giraría en torno a la escuela África, de la que formó parte entre sus 11 a 18 años. “Si ensayaba 4 pm, llegaba a las 3 pm, y me quedaba hasta las 8 pm viendo las otras clases o haciendo tarea ahí”, recuerda.
Llegó un punto en el descubrió que se podía dedicar a esta pasión de manera profesional. Aunque en Tarija la formación era limitada, tuvo la oportunidad de hacer un viaje de 4 meses a Estados Unidos. Llegó con la ilusión de profundizar en el baile, más los precios de las academias eran muy elevados, por lo que recuerda haber entrado en depresión casi toda la estadía.
Regresó a Tarija un poco antes de lo planeado. La falta de entrenamiento repercutió en su estado y forma físicas, lo que desembocó en un episodio poco grato para su memoria: “Yo me amo, pero en ese tiempo me discriminaban porque estaba gorda, gente se hacía la burla, y algunos compañeros criticaban indiscriminadamente mi forma”, cuenta con la voz quebrada. “Llegué a pensar en dejar el baile”.
Pero no se dejó vencer: “Lo tomé como un impulso para mejorar”. Hoy, Valentina sigue peleando por su sueño, cada vez más cercano, aunque afirma que en Tarija no se les da el debido reconocimiento a los bailarines, pero que no dejará de hacerlo porque “es la forma más grande de amor para mi cuerpo y vida”.