Doña Ángela, 20 años de comida saludable
En la esquina de las calles La Madrid y Ramón Rojas, doña Ángela se prepara para abrir las puertas
En la esquina de las calles La Madrid y Ramón Rojas, doña Ángela se prepara para abrir las puertas del restaurante que lleva el mismo nombre del barrio: El Molino
Tiene 55 años y 20 de los mismos los ha dedicado a su restaurante de comida vegetariana. “Me propuse a hacer este negocio por la salud de mi familia y de la gente, fue un emprendimiento más que todo por salud”, dice con la tranquilidad del deber cumplido.
“Hubo gente que me dijo que lo cierre, que es un negocio que no sirve a la comunidad”, cuenta Ángela Alemán de Farfán, quien hace 20 años atrás se dispuso a abrir uno de los primeros restaurantes vegetarianos de la ciudad. Cuando lo hizo tuvo que enfrentarse a las críticas de una sociedad que no estaba lista para aceptar una nueva alternativa de alimentación y de vida.
En la esquina de las calles La Madrid y Ramón Rojas, doña Ángela como cada mañana, con la ayuda de sus hijos, se prepara para a abrir las puertas del restaurante que lleva el mismo nombre del barrio: El Molino.
Con la destreza de un artista, emplea diversas combinaciones de legumbres, verduras y cereales para crear sus “inventos”, como ella los llama.
Pura Cepa (PC): ¿Cómo nace la idea de este restaurante?
Angela Alemán (AA): “Estamos en este emprendimiento desde el 2001. Antes que tengamos este vegetariano, teníamos uno de comida típica, era en este mismo lugar. La casa era antigua y teníamos un saloncito chiquito. Notamos que sí, la comida típica era del gusto de mucha gente, pero no es tan sano. Por ese tiempo, mi esposo se enfermó y yo también. Empecé a hacer unas comidas para la familia, una dieta vegetariana. Entonces pensé, qué tal si esta comida se vendiera para la gente que está enferma, afuera y no sólo para nosotros y mi esposo dijo: ¡Estás loca! dudo que la gente vaya a comprar este tipo de comida”.
PC: ¿Hubo aceptación por parte de la sociedad de entonces?
AA: “Empezamos con un letrero pequeño afuera, que decía `Comida vegetariana´ y la gente, me querían apedrear- recuerda con humor Angela- porque yo cocinaba bien la comida típica y me decían: no, ¡cómo vas a cambiar!, tus hijos van a estar flacos, tú te vas a enfermar y una serie de cosas más”.
PC: ¿Cómo transcurrieron los primeros días?
AA: “La primera semana solo teníamos de tres a cinco clientes, la segunda seguíamos con la misma cantidad; en unos quince días teníamos unos quince clientes, al cabo de un mes teníamos de quince a veinte. Mi esposo me dijo: “mira, si un mes más estamos con esto y si no hay [comensales] ponemos una librería o lo que sea”. Llegó el mes, en esa época entraba mucha gente extranjera, los gringos como los llamamos nosotros. Eran americanos, y ellos si buscaban mi comida- ríe - ellos me apoyaban y me animaban.
PC: Aún hoy existen la concepción que una dieta sin carne no está completa, ¿Hubo muchos prejuicios por aquel entonces?
AA: “Cuando yo empecé había mucho prejuicio sobre la comida vegetariana, para empezar, tuve vecinos que me dijeron que lo cierre, que era una comida solo para mí y mi familia; que es un negocio que no sirve a la comunidad y me lo dijeron de frente. Hace 20 años atrás la gente no tenía mucha información sobre este tipo de comida, lo que tenía eran prejuicios; pero los medios de comunicación se han encargado de hacer ver que es una alternativa para la salud, para no matar más animales, para cuidar el medioambiente, que es una alternativa para vivir mejor”.
“Empezó la pandemia y todo se vino abajo. Había semanas en las que solo vendíamos para cinco personas”, cuenta doña Angela.