Las mujeres de la familia Ponce, tres generaciones cultivando flores
Palmira Ponce es una joven madre que ha heredado el oficio de la floricultura de su abuela.
Palmira Ponce es una joven madre que ha heredado el oficio de la floricultura de su abuela. La familia Ponce se dedica a la venta de flores en las afueras del Cementerio General desde hace 35 años.
El día para Palmira Ponce inicia a las cuatro de la madrugada preparando el almuerzo para sus tres hijos, pues el tiempo la apremia y no los verá hasta llegada la noche, “salgo a las 5:00 o 5:30 de Coimata y vengo aquí, a mi lugar de venta”, dice señalando el sitio que ocupa desde hace algunos años. Éste se encuentra cerca de la puerta del Cementerio General, aquella por la que ingresan los vehículos fúnebres.
El árbol genealógico de Palmira está forjado por mujeres fuertes que han dedicado décadas de sus vidas a la floricultura. Cada mañana ella toma dos o tres lomas o sacos en los que acomoda, de manera meticulosa, una gran cantidad de flores. Así se dispone a tomar el transporte público desde Coimata hasta la ciudad, de la misma forma que lo hacían su madre y su abuela.
“Mi mamá fue la primera vendedora de flores aquí”, cuenta Raquel Ponce, de 43 años, tía de Palmira, cuyo sitial de venta se encuentra solo a unos metros de Palmira.
Pura Cepa (PC). ¿Cómo llegaron a instalarse en este lugar?
Palmira Ponce (PP). “Aquellas veces no había mucha movilidad, salían camiones en esos tiempos, hace unos 30 o 35 años atrás. Primero vendíamos en la calle Cochabamba y después mi madre se vino aquí (señala la puerta del cementerio). Yo vendo desde hace unos 25 años en este lugar”.
“Ella- cuenta Palmira sobre su abuela- salía a vender con una canastita en la cabeza e iba por el centro, a la calle Cochabamba, a la Villa y todo ello”.
Su nombre era Fernanda Ponce Miranda, tuvo cinco hijas y las cinco, aún hoy, mantienen vivo su legado. Todas se dedican a la floricultura en Coimata y tres de ellas venden en las afueras del cementerio.
PC. ¿Cuántos años llevas en la producción y cultivo de flores?
PP. ¡Uy! desde que era niña. Esto viene desde mi mamá. Nuestros padres sembraban flores y ahora nosotros también lo hacemos. Mis hijos me ayudan, pero después ellos estudiarán y se irán a trabajar. Uno desea algo mejor para ellos porque allá, en el campo, el trabajo es duro.
PC. ¿Cómo ha afectado la pandemia tu actividad laboral?
PP. “La pandemia nos ha afectado porque ya no podíamos salir a vender. El cementerio estaba cerrado. No había gente. Lamentablemente, hemos tenido una pérdida bárbara durante la cuarentena. Recién había pasado el Día del Padre y nosotros nos habíamos quedado con nuestras flores y las hemos tenido que botar. Ese día no había ni a quién regalar- cuenta con humor Palmira-. Todos nuestros ahorros, los hemos terminado”.
Pese a la pérdida de lotes de flores, cultivadas a lo largo de cinco meses, Palmira rescata lo positivo de haber estado en cuarentena.
“También ha sido bueno. Hemos estado con nuestras familias, con nuestros hijos, cosa que antes no podíamos porque nuestro trabajo es toditos los días, especialmente sábado y domingo; teníamos poco tiempo para estar con ellos”.
“Mi mamá fue la primera vendedora de flores aquí en el Cementerio General, hace unos 30 o 35 años”, cuenta Raquel Ponce.