Vida en familia
‘Parentificación’: qué pasa cuando un niño asume el rol de sus padres
Cuando un menor desempeña tareas de cuidado o de apoyo emocional que no le corresponden altera su crecimiento físico y psicológico, puede desarrollar estrés o frustración y tener dificultades de adulto para identificar y expresar sus necesidades. Por otro lado, es bueno ayudarle desde niño en su edu



El papel de una madre o un padre es procurar el cuidado y dar amor incondicional para que sus hijos consigan ser libres y puedan concentrar sus energías en su propio aprendizaje a través de su crecimiento. Sin embargo, no todas las personas tienen la estabilidad y los recursos internos suficientes para ser este tipo de progenitores, por lo que llegan a depositar una confianza extrema e inapropiada en niños y adolescentes, cuyo resultado es un fenómeno conocido como parentificación.
Según lo describió la revista científica ScientDirect en un artículo publicado en 2011, este término se define como el fenómeno en el que los niños asumen responsabilidades de cuidado y ejercen ese papel para sus padres, hermanos u otros miembros de la familia, a expensas de sus propias necesidades de desarrollo. Un concepto que fue acuñado por primera vez en 1973 por el psiquiatra húngaro-estadounidense Ivan Boszormenyi-Nagy, quien fue uno de los fundadores del campo de la terapia familiar. Este experto describió este fenómeno como lo que sucede cuando se invierten los roles de padre e hijo y, en consecuencia, esto altera el proceso natural de desarrollo infantil.
“Los niños en etapas tempranas de crecimiento están en proceso de formar su propia identidad y de desarrollar toda una serie de competencias que les van a servir para comprender el mundo y actuar en él de la forma más adaptativa posible”, explica Unai Aso, psicólogo especialista en neuropsicología. Para este experto, la exposición a responsabilidades adultas y a problemas de una gran carga emocional, como problemas económicos, conflictos de pareja o enfermedades graves, obstaculizan el correcto desarrollo del menor. “Los niños no disponen de las herramientas cognitivas y emocionales para procesar adecuadamente este tipo de experiencias, y esto puede hacer que desarrollen un estrés significativo o frustración por sentirse incapaces de gestionar tantas tareas y responsabilidades”, asegura. Además, para Aso, quienes experimentan este fenómeno suelen madurar de forma temprana y rápida: “Y este desarrollo acelerado se suele dar a costa de su propia salud mental”. El psicólogo sostiene que, a su vez, estos menores se pueden convertir en adultos que tienen dificultades para identificar y expresar sus propias necesidades y regular sus emociones, ya que han aprendido a priorizar las de los demás desde bien temprano, y padecer estrés crónico asociado que puede tener efectos a largo plazo.
Un estudio publicado en julio de 2023 en el National Library of Medicine de Estados Unidos (NLM, por sus siglas en inglés), denominado Vulnerabilidad, reactividad, resiliencia y prosperidad de la parentificación, hace alusión a cómo la falta de límites jerárquicos claros entre padres e hijos conlleva implicaciones importantes en el desarrollo moral y conductual de los menores. Según esta investigación, las causas más comunes que llevan a la sobrecarga e inversión de roles incluyen: enfermedades de los padres o pérdida de uno o ambos progenitores, enfermedades mentales y discapacidades físicas de los padres, crisis económica, desplazamiento por desalojo, desempleo o dinámicas familiares disfuncionales, como violencia intrafamiliar. Además, concluye que los progenitores que fueron parentalizados pueden esperar que sus hijos hagan lo mismo, creando una cultura que se transmite de generación en generación.
Aso puntualiza que las causas más frecuentes suelen ser las enfermedades parentales, pérdida (ya sea por muerte, divorcio o encarcelamiento), trastorno mental y discapacidad física de los progenitores. Sin embargo, y tal y como expone, estos padres suelen exhibir también rasgos de dependencia emocional, es decir, buscan consuelo y validación en sus hijos, hacen que estos tomen decisiones y resuelvan sus conflictos: “Estos adultos suelen tener dificultades en la regulación emocional y a la hora de establecer límites, baja autoestima, inmadurez emocional, tendencia a la evitación y negación de las responsabilidades propias de la adultez y, en algunos casos, trastornos de la personalidad”.
¿Qué tipos de ‘parentificación’ familiar existen?
La investigación del NML hace alusión a algunos tipos de parentificación y los ejemplos más comunes, y resalta los siguientes:
Parentificación instrumental. En estos casos, los niños asumen responsabilidades prácticas tales como cuidar a hermanos u otros parientes porque uno de los padres no puede. Además, asumen tareas domésticas, como limpiar, cocinar y hacer la compra, pagar facturas y atender otras tareas del hogar.
Parentificación emocional. Este tipo implica que un niño brinde apoyo emocional a uno de sus padres. Lo que incluye escuchar a un padre, hablar sobre sus problemas y ofrecerle consejos, mediar entre un padre y otro miembro de la familia, servir como confidente o proporcionar consuelo emocional y apoyo a los padres, en general. “Aunque este tipo también puede tener una función adaptativa, especialmente cuando el menor percibe el proceso como justo y está involucrado por períodos breves, como por ejemplo en el desarrollo de la empatía, las relaciones positivas con hermanos y abuelos o el desarrollo de habilidades y competencias como la resolución de problemas o la capacidad para manejar responsabilidades”, puntualiza Aso.
Por último, existen casos en los que la parentificación es inevitable. “Como en familias en contextos socioeconómicos difíciles o circunstancias extraordinarias”, subraya Aso. Para el psicólogo es vital que ante esta experiencia los menores busquen u obtengan apoyo externo, ya sea en la familia extendida, en profesionales de la salud o apoyo comunitario: “El objetivo es minimizar la carga sobre el niño y poder ofrecerle un espacio para que su desarrollo físico y psicológico siga su curso, a pesar de las circunstancias adversas”.
Los beneficios de llevar a tu hijo al mercado: autonomía, responsabilidad o saber negociar
Un guante de plástico envuelve su diminuta mano. Despacio, una a una, deposita las mandarinas en el interior de la bolsa que sujeta su padre, quien observa atentamente que no manosee el resto de piezas de fruta. Seguidamente, coge un par de pimientos y un trozo de calabaza. Mientras tanto, el progenitor le habla del precio de los alimentos, también de su textura y olor. “Predicar con el ejemplo es lo mejor que podemos hacer los adultos para que la experiencia de ir al mercado aporte aprendizaje”, asegura Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Para Ortega, establecer diálogos y enseñar a los niños a hacer elecciones alimentarias conscientes no solo mejora su salud física, sino que también les inculca un sentido de responsabilidad hacia el bienestar del planeta: “Esta educación integral es una inversión en su salud futura y en la del medio ambiente”.
El mercado es un entorno ecosocial, donde se aprenden valores relacionados con la sostenibilidad, el medioambiente o la justicia social. Y también un entorno en el que relacionar los productos que están presentes en los lineales de los puntos de venta con lo que se come en casa. Hacer la compra con los hijos se convierte en una oportunidad para desvelarles que no todos los mercados están igual de surtidos ni tienen los mismos productos; que no toda la gente dispone de dinero suficiente para comprar los mismos alimentos; que el clima influye en los productos que se venden según la época del año, y que si hay naranjas en pleno verano es porque han recorrido miles de kilómetros en avión, lo que va asociado a una gran carga contaminante para el medioambiente. “Con todo, lo más conveniente es relacionar el producto con la producción, que hay alimentos más saludables (en general, los naturales) que otros (los muy elaborados); que la producción y el consumo deben ser responsables para que no se derroche agua y que los productores tengan trabajo. Siempre tiene que haber una relación de respeto entre la tierra y lo que esta nos da con el uso que hacemos de ella”, añade Marcén.
Unos aprendizajes en el entorno familiar que deben servir para convertir a los menores en futuros adultos responsables, pero que los menores vayan solos al mercado es algo que debe hacerse de una manera gradual. Entre los 9 y 12 años, algunos niños pueden empezar a realizar tareas simples fuera de casa, como ir a una tienda cercana, siempre que se sientan cómodos y seguros con la idea. “Como regla general, expertos en seguridad infantil consideran que una distancia de unas manzanas (aproximadamente de medio kilómetro a un kilómetro), en un entorno familiar y seguro, como su barrio, podría ser adecuada para que un chico de esa edad vaya solo a comprar”, indica Ortega.
Además, recuerda que interactuar en un ambiente como el del mercado de los barrios mejora sus habilidades sociales y de comunicación, ya que los menores aprenden a negociar, a pedir ayuda y a entender las dinámicas de interacción humana en un contexto real y diverso: “La gestión de un presupuesto para las compras introduce conceptos básicos de educación financiera, mientras que enfrentar pequeños desafíos promueve la resolución de problemas y la toma de decisiones”. Para Ortega, ir a la compra contribuye significativamente a la madurez de los chicos y chicas, equipándolos con las herramientas necesarias para navegar por la vida de manera más efectiva y consciente.
Claves de la educación financiera
Diferenciar
Enseñar al niño la diferencia que existe entre las necesidades básicas como la alimentación, la ropa, los estudios o los suministros de luz, gas o agua, y el capricho, el valor y el precio de las cosas, el ahorro o el ser avaro. Dejar claros estos conceptos le ayudará a convertirse en un consumidor inteligente y responsable.
Ejemplar
El adulto debe convertirse en el mejor ejemplo a la hora de administrar correctamente el dinero en casa y hacer frente a los gastos. Será muy importante que el adulto explique al niño cómo se organizan el presupuesto y los gastos en el hogar y que le motive a participar en la gestión del dinero, ayudando a hacer la lista de la compra o aprender a comparar precios de los productos que más habitualmente se adquieren.
Esfuerzo
Alentar al menor a gestionar su propio dinero, siendo consciente de lo que tiene y gasta, inculcándole la cultura del esfuerzo para poder conseguir aquello que se proponga. Animarle a hacer una lista de deseos y ahorrar para conseguirlos a través de un chanchito o una cuenta de ahorro infantil facilitará que consiga sus objetivos.