Agenda geoestratégica
China, se debate entre controlar el Covid o enfrentar las protestas
El fin de la política china de covid cero podría desatar el caos, sin embargo, su mantenimiento asegura un sombrío panorama económico para 2023. El poder acumulado por el presidente Xi Jinping empieza a percibirse como una amenaza por los propios ciudadanos que demandan más apertura. La gestión del



No todas las empresas lo han pasado mal en China durante la política de covid cero. Andon Health, una empresa que cotiza en Shenzhen y que fabrica pruebas de covid y dispositivos médicos, por ejemplo, registró un aumento del 32.000% en sus beneficios netos durante el tercer trimestre del año en comparación con el mismo período de 2021, puesto que produce dispositivos de prueba para China y Estados Unidos. Las 35 mayores compañías productoras de pruebas de covid-19 han obtenido en el primer semestre de 2022 unos ingresos de 150.000 millones de yuanes (21.000 millones de dólares), con lo que la pandemia ha creado una nueva generación de magnates.
Sin embargo, más allá del complejo covid-industrial, la economía china sufre. Los confinamientos y las estrictas restricciones a la libertad de movimiento han frenado la confianza de los consumidores y el crecimiento económico. En los últimos quince días, esas medidas han dado lugar a protestas en todo el país, y las tensiones se han intensificado durante el fin de semana. El 27 de noviembre, los jóvenes de Shanghái salieron a las calles al grito de "No queremos pruebas de covid, queremos libertad" para rechazar la perspectiva de unos controles y unos confinamientos interminables.
Efectos económicos
Los efectos económicos del intento chino de librarse del virus nunca han sido más evidentes. La libertad de movimiento de las personas se ha visto seriamente restringida. Durante la semana del 14 de noviembre, a medida que aumentaban los contagios, el número de vuelos nacionales cayó un 45% con respecto al año anterior. Las tres mayores compañías aéreas han perdido en conjunto 74.000 millones de yuanes en los primeros nueve meses de 2022. El tráfico de metro en las diez mayores ciudades chinas ha descendido un 32% interanual, según el banco de inversión australiano Macquarie. Los ingresos de taquilla, un indicador de la disposición de la población a salir de casa, han caído un 64%. Sólo el 42% de los cines chinos estaba abierto el 27 de noviembre. Algunos de los cines más grandes han cerrado de modo definitivo.
Según un índice elaborado por el banco de inversión japonés Nomura, las ciudades que padecen hoy confinamientos representan una cuarta parte del PIB chino, una proporción que supera el máximo anterior de una quinta parte alcanzado a mediados de abril, cuando se cerró Shanghái. La tasa de desempleo juvenil de China llegó en julio a la cifra récord del 19,9%. Según un indicador, en la semana anterior al 25 de noviembre el tráfico de mercancías por carretera fue un 33% inferior al nivel del año anterior.
Al tiempo que los contagios por covid alcanzan niveles sin precedentes, los responsables de la política económica intentan dinamizar la economía. El banco central ha anunciado un reducción en los coeficientes de reserva exigidos a los prestamistas. Los tecnócratas han intentado insuflar vida y confianza al mercado inmobiliario chino, cuyas ventas han caído en picado durante el último año. Las medidas de alivio anunciadas a mediados de noviembre han tratado de facilitar el acceso al crédito a los promotores en apuros con el fin de que puedan seguir construyendo. Se espera que el ambiente vaya mejorando. De todos modos, es probable que la persistencia de los confinamientos y la escasa sensación de seguridad de los consumidores impidan las adquisiciones de los potenciales compradores de viviendas. Y las perspectivas del 2023 parecen cada vez más negras para el conjunto de la economía.
En su momento, mantener a raya la covid pareció un buen plan. En 2021, mientras el resto del mundo sufría lo que parecía una imparable propagación de nuevas variantes, China daba la sensación de haber vuelto en buena medida a la vida normal. Sus muertes relacionadas con la covid constituyen una pequeña fracción de las muertes ocurridas en el resto del mundo. Ahora bien, mientras a lo largo de 2022 otros lugares han aprendido a convivir con el virus, la política china frente a la covid, empezando por el confinamiento de Shanghái, el principal centro de negocios del país, ha dado la impresión de que se llevaba a cabo de modo completamente desorganizado y represivo. Los ciudadanos se han visto sometidos a un sinfín de pruebas. Los negocios y las zonas residenciales pueden ser clausurados sin previo aviso. Los desplazamientos entre ciudades y provincias se han vuelto muy difíciles, y cada gobierno local aplica su propia versión de las restricciones.
Los rumores de reapertura llevan circulando semanas y hacen que las acciones chinas parezcan viajar en una montaña rusa. El 11 de noviembre, el gobierno central hizo pública una lista de 20 medidas destinadas a relajar diversas restricciones, como la eliminación de obligación de cuarentena para los contactos secundarios y la reducción de siete a cinco días de la cuarentena de los viajeros que llegan a un lugar. Los mercados bursátiles recibieron las medidas como una señal de que el país planeaba abandonar gradualmente la política de covid cero. Sin embargo, los dirigentes chinos no pretendían enviar esa señal. La relajación era tan sólo un ajuste de la política destinado seguramente a hacerla más soportable durante un período más largo. Con todo, las relajaciones se han aplicado de forma desigual. Y, a medida que el número de casos ha aumentado en muchas ciudades, los funcionarios locales han vuelto a imponer confinamientos generales y arbitrarios.
La presión aumenta en muchos frentes, y los dirigentes de Pekín deben enfrentarse a la idea de que acabarán perdiendo el control sobre el virus y sobre la paciencia de la población. El camino que deben seguir es confuso. Pocos analistas consideran que China se esté preparando para una reapertura inminente. En cambio, muchos prevén un futuro inmediato marcado por un período de caos y dolorosos errores políticos. Se espera que al menos durante los próximos cuatro meses, o hasta que se celebre en marzo una importante reunión política, los dirigentes de Pekín mantengan las medidas de covid cero al tiempo que intentan perfeccionarlas. Esa situación podría mantenerse durante gran parte de 2023 si las autoridades del gobierno central no logran diseñar una estrategia de salida.
Perspectivas sombrías
En semejantes condiciones, las perspectivas de la economía son sombrías. Es probable que continúen los cierres de empresas, zonas residenciales e incluso distritos enteros, si bien podría evitarse el confinamiento total de una ciudad. También es posible que los funcionarios locales impongan confinamientos sin anunciarlos formalmente en un intento de dar la impresión de que mantienen las nuevas medidas de flexibilización. Todo eso no hará más que aumentar la confusión. Es probable que persistan muchos de los problemas actuales de las compañías aéreas y los cines, y que se extiendan a otras empresas orientadas al consumidor.
Las compañías multinacionales pueden contar con la aparición de disrupciones continuadas. Y también los consumidores estadounidenses que compren un nuevo teléfono sufrirán las consecuencia de la política de covid cero. El reciente confinamiento decretado en una planta china que ensambla iPhones ha causado graves trastornos a Apple. La fábrica, que emplea a 200.000 trabajadores y es propiedad de la compañía taiwanesa Foxconn, padeció en octubre un brote que obligó a un confinamiento parcial. La comida empezó a escasear. La basura se acumuló. A principios de noviembre, muchos empleados decidieron huir, saltaron las vallas que los cercaban y se adentraron a pie por las autopistas con la intención de volver a sus casas.
Para resolver la escasez de mano de obra, los funcionarios de la provincia de Henan, donde se encuentra la fábrica, han dotado de personal las cadenas de producción recurriendo a funcionarios de bajo nivel del Partido Comunista mientras Foxconn intenta contratar más trabajadores. Es probable que la producción siga siendo insuficiente.
No cabe descartar un 2023 aún más caótico en el que los contagios se desboquen y las autoridades se vean obligadas a abandonar la política de covid cero. Son muchos los observadores seducidos por las perspectivas de un final (planificado o forzado) de esa política. Algunos han llegado a imaginar que el país pasará de su esclerotizado estado actual a la actividad habitual con una interrupción mínima entre las dos fases. Esa visión optimista no tiene en cuenta lo que podría convertirse en uno de los mayores trastornos de salud pública de los últimos tiempos en el mundo: un gran rebrote de casos en una población que apenas ha conocido el virus.
Reducción de la actividad comercial
Semejante período podría incluir una reducción generalizada de la actividad comercial. Tanto comerciantes como compradores podrían decidir refugiarse en casa. Las fábricas dejarán de funcionar temporalmente si los contagios se extienden por las plantas de producción. La confusión política y las incoherencias entre condados, ciudades y provincias paralizará las cadenas de suministro durante semanas. Es probable que algunos funcionarios locales, a los que se ha formado en los últimos tres años para evitar casos de covid a toda costa, recurran a confinamientos encubiertos para frenar la propagación. Esas condiciones, si la transmisión del virus se produce con cierta rapidez, podrían durar al menos un trimestre. Ting Lu, de Nomura, afirma que en esa fase las regiones con confinamientos podrían representar hasta el 40% del PIB, con una caída de la producción durante uno o dos trimestres.
Incluso si China pusiera fin de inmediato a la política de covid cero, es probable que los efectos económicos positivos no se noten hasta 2024, según afirman los analistas de la consultora Capital Economics. El período intermedio sería un período de turbulencias e inestabilidad. El crecimiento sería bajo y, en función de la forma en que las autoridades locales apliquen las restricciones, es muy posible que las protestas continúen.
El covid deterioró la democracia en Sudamérica
El informe del think thank del Real Instituto Elcano no tiene dudas: la democracia salió malparada en la región tras los años de Covid. “La creciente y renovada fragilidad de los sistemas democráticos latinoamericanos está vinculada, en primer lugar, a la ineficiencia de los aparatos administrativos para dar respuesta a demandas ciudadanas de larga data, así como al actual reto sanitario y económico-social derivado del COVID-19; y, en segundo lugar, la crisis de las democracias en Latinoamérica se relaciona con las dificultades de los sistemas políticos y partidistas para canalizar las reclamaciones de una sociedad crecientemente insatisfecha, polarizada y fragmentada, que a su vez es caldo de cultivo para la emergencia de renovados populismos y de liderazgos carismáticos, personalistas y autoritarios”
El informe relata lo sucedido en la mayoría de los países con su impacto en las convocatorias electorales en una región Con poco más del 8% de la población del planeta, que tiene casi el 20% de los contagiados y casi el 30% de los muertos del mundo.
La rápida expansión del virus obligó a los gobiernos latinoamericanos a replicar recetas importadas: estados de alarma y excepción, medidas de confinamiento y mayor presencia en las calles de las fuerzas armadas y de seguridad (policía). Estas políticas, sumadas al temor al contagio y a la necesidad de mantener distancias de seguridad mínimas provocaron una reducción de la conflictividad que reapareció dos años después-
Mucha gente vivió todas estas medidas que tendían a limitar los movimientos como un avance autoritario sobre los derechos individuales, lo que agudizó la dicotomía entre garantizar el derecho a la vida y la plena vigencia de las libertades. Por supuesto que estas actitudes fueron mucho más amplificadas por aquellos sectores ubicados en la oposición que por los más próximos al gobierno, con independencia de su adscripción política-ideológica.
“La pandemia ha hecho más evidentes las debilidades de los Estados y de las administraciones para atender la crisis sanitaria, provocando un incremento de la desafección con las instituciones democráticas. También se observa una peligrosa tendencia a apoyar soluciones populistas y personalismos carismáticos y demagógicos. La desconfianza hacia el Estado –tan propia de la cultura política latinoamericana– ha dado paso, tras la bonanza económica, a esta desafección, convertida en algunos casos en abierto rechazo al sistema” señala el informe.
Sin embargo, el COVID-19 no ha creado un problema nuevo, sino que ha acelerado muchos de los previamente existentes. Tanto el Latinobarómetro como el Barómetro de las Américas, del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) de Vanderbilt University vienen señalando desde hace más de una década cómo el respaldo a la democracia sigue cayendo. Según el LAPOP este ha pasado de casi el 70% en 2008 a menos del 58% desde 2015. Parece claro que el deficiente papel estatal durante la crisis sanitaria no contribuirá a elevar su aceptación.