Agenda geoestratégica
El SUR o cómo promover la Patria Grande desde la unión monetaria
La idea de una moneda única latinoamericana dentro del programa de Lula fue diseñada por el economista Gabriel Galípolo, expresidente del Banco Fator, pero no es la primera vez que se habla del rol de un Banco Sudamericano Central y una unión integral que fortalezca las posiciones



A menos de seis meses para las elecciones, el expresidente de Brasil y precandidato por el Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, volvió a poner en agenda este sábado la creación de una moneda única en América Latina como parte de la ampliación de las relaciones entre los países de la región. "No tenemos que depender del dólar", dijo Lula en un discurso en el Congreso Electoral del Partido Socialismo y Libertad, en el que el partido declaró su apoyo al expresidente para la votación de octubre.
La idea de una moneda única latinoamericana no es nueva y es defendida por el economista Gabriel Galípolo, expresidente del Banco Fator, quien ha colaborado con el programa de gobierno de Lula. En un reciente artículo publicado en el diario Folha de S.Paulo, firmado por el economista y el exalcalde de San Pablo, Fernando Haddad, ambos promueven su implantación, en un modelo similar al euro europeo, como una forma de incrementar la integración regional y fortalecer la soberanía monetaria de la región. En tanto, Lula terminó de ratificar el proyecto en caso de ser electo presidente: "Vamos a restablecer nuestra relación con América Latina. Y si Dios quiere, crearemos una moneda en América Latina", dijo, ante miles de militantes.
La nueva moneda digital sudamericana se llamaría SUR y "sería emitida por un Banco Central Sudamericano, con una capitalización inicial realizada por los países miembros, proporcional a sus respectivas participaciones en el comercio regional", agrega el texto que firmó Galípolo y Haddad.
El proyecto del Banco del Sur tomó fuerza a inicio de siglo en el marco de las conversaciones para crear la Celac y otros instrumentos que permitieran a la región romper el tutelaje de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Un contexto necesario
Sudamérica cuenta con una población de 422.5 millones de habitantes – 667 millones de habitantes si se amplía con los países del Caribe -, tiene una superficie total de 17.84 millones km², posee las mayores reservas naturales, agrícolas y alimentarias del mundo, las mayores reservas de agua, hidrocarburos, litio y cobre del planeta. Sin lugar a dudas es un continente con un potencial enorme.
“Una Sudamérica unificada sería la cuarta economía del mundo por detrás de Japón, y una superpotencia al nivel de los europeos y norteamericanos, pero la realidad de hoy deja mucho que desear; un continente hundido en la pobreza, sumergido en la corrupción y con la peor clase política del mundo” señala el pensador Rafael Pérez Negri quien aún así es optimista “pese a tener una gran inestabilidad política existen organizaciones que intentan unificar e integrar al continente. En el proceso de integración sudamericano se lanzaron varias ideas interesantes y factibles, entre ellas, la anhelada moneda única sudamericana”.
Pérez Negri establece que la unión monetaria es, en cualquier caso, el último paso dentro de una integración económica y en buena medida, política, que es lo que hasta ahora ha frenado proyectos como el Mercosur.
“La unión monetaria es la última fase de la integración económica cuando está precedida por una unión económica. En este caso, los países miembro comparten casi toda la política económica a nivel macroeconómico, ya que una política monetaria común requiere cierto nivel de homogeneidad en la política fiscal (deben comportarse y encontrarse en un estado similar). Es por ello que uniones monetarias como la Eurozona tienen como requisitos de entrada ciertos niveles de déficit público (diferencia negativa entre ingresos y egresos totales de las administraciones públicas durante el ejercicio económico), entre otras condiciones. Así también, una unión monetaria tiene requisitos económicos y políticos. La homogenización es fundamental e indispensable para lograr una factible unión monetaria. Por poner un ejemplo, no podemos unir a la economía chilena con la venezolana ya que son incompatibles”.
Desintegración y debilidad política
La realidad económica de Sudamérica es ciertamente muy poco homogénea. Nada tiene que ver el socialismo subsidiado de Venezuela con el capitalismo radical que todavía impera en Chile y en el corazón limeño, con el capitalismo de Estado que ensaya Bolivia o los graves problemas de inflación que tiene Argentina, sin embargo, los expertos señalan que precisamente el objetivo común de una unión monetaria podría ayudar a establecer objetivos económicos comunes y así avanzar también dentro de lo político.
Y es que en política la diversidad también es grande aunque no tanto en las formas objetivas. La mayoría de los países sudamericanos tienen establecido el sistema presidencialista a dos vueltas y un sistema bicameral para el legislativo, el detalle de la diferencia está más en la interpretación que de todos esos detalles se hacen en cada país y en el talante democrático de sus ciudadanos, que no es el mayor.
Otro factor distorsivo de esta hipotética unión es precisamente el enorme peso de Brasil en todos los sentidos y que no es equiparable a ninguno conocido, ni Alemania dentro de la UE ni California en el dólar. Brasil sería el gran beneficiado, pero además, no se encontrarían contrapesos efectivos a su influencia.
Lo evidente es que Sudamérica, a pesar de su tamaño y potencial, es el continente con un menor peso estratégica dentro del escenario mundial: sin asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con escaso poderío militar, sin participación decisiva en la OPEP ni en ninguno de los otros lobbys económicos, etc.
Analistas internacionales concuerdan en que incluso la Unión Africana y la Liga Árabe son capaces de coordinar más posiciones comunes velando por los intereses propios que los diez países de Sudamérica, como se ha visto en las recientes votaciones al respecto de la invasión de Ucrania o en cuanto a la gestión de la pandemia.
Brasil había encontrado un espacio para desarrollarse diplomáticamente en el marco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pero el bloqueo a Rusia y la consideración de superpotencia de otro nivel de China han reabierto la opción de fortalecer Sudamérica como polo de influencia mundial.
Las otras uniones monetarias
En el mundo existen 19 uniones monetarias. El sueño de una moneda única en Sudamérica se remonta desde hace tiempo, y organizaciones como Unasur y Mercosur trabajan para integrar y sincronizar política y económicamente al continente. Para llevar a cabo este proyecto es necesario primeramente recordar que la unión monetaria es el último paso en un proceso de unificación económica y así también analizar a los países que han logrado eficazmente la meta de la unión monetaria.
La Unión Europea, hoy conformada por 27 países democráticos nació con el anhelo de acabar con los frecuentes y cruentos conflictos entre vecinos. Con casi 500 millones de habitantes y posicionándose como la primera economía del mundo en términos de PIB nominal, es el mejor ejemplo a seguir para llegar a la unión monetaria. Antes de la conformación de la “Eurozona”, cada país tenía su propia moneda, tal como hoy en Sudamérica.
El primer día del año 1999 el Euro comienza a circular en el mercado. Aunque antes de dar el nuevo paso económico la Eurozona ya poseía un mercado único y Europa estaba prácticamente unificada en todos los aspectos. Hoy, a casi 20 años de su creación, es la moneda más valorada y una de las más cotizadas a nivel mundial, utilizada por 19 países que forman parte del mercado único europeo, aunque continuamente surgen las opciones de derribar este acuerdo que tampoco avanza en una mayor integración política.
El Dólar Estadounidense también es una unión monetaria ya que se utiliza en los 50 Estados de los E.E.U.U. y por 4 países que firmaron un acuerdo con la Reserva Federal de los EE.UU.
Se trata de una moneda fiduciaria ya que, luego de la ruptura del patrón oro en el año 1971, su valor está respaldado únicamente por la confianza que le otorgan los usuarios. Aunque la emisión de esta clase de dólares solo se hace en Estados Unidos, 14 países más usan el nombre “dólar” para su moneda; otras naciones como Ecuador, El Salvador, Panamá y Timor Oriental, por medio de ratificaciones y acuerdos o como sustitución de un circulante propio debilitado, lo han elegido como moneda oficial y medio legal de pago.