Proyectos pendientes
El puente San Martín recupera la vida y el olvido
Tras la crisis de 2020, cuando un pilar fue afectado e interrumpió el tráfico durante meses, el puente vuelve a funcionar sin tráfico pesado, pero sus condiciones patrimoniales siguen siendo olvidadas y precarias



Ha pasado algo más de un año desde que, en plena pandemia, uno de los pilares principales del puente San Martín se derribo parcialmente. Antes se había caído la tubería principal de Cosaalt que abastece a los barrios del centro y que desde hacía años llevaba colgada de una forma no tan ortodoxa en el puente. Los trabajos que se hicieron para intentar “salvar” la tubería no sirvieron y quedó en duda la cronología de los hechos.
La cuestión es que el puente San Martín quedó inutilizado por meses y media ciudad sin agua en medio de una pandemia cuya recomendación principal de bioseguridad era lavarse las manos.
El tráfico se interrumpió durante meses y la opción de convertirlo solo en una vía de escape de la ciudad no funcionó, las autoridades acabaron cediendo y el puente volvió a ser de doble dirección pero cerrado al tráfico pesado, que cada vez hacía temblar los cimientos.
Con esa intervención y esas precauciones quedó prácticamente descartado que el emblemático puente San Martín se convirtiera en un puente exclusivamente peatonal, algo rechazado por los vecinos del barrio del mismo nombre. En cualquier caso, sin completar la construcción del puente “4 de Julio”, casi paralelo al San Martín y que no estaba contemplado, y otro que una Aranjuez con la Avenida Integración a la altura del Mega Center, tampoco parecía viable esa opción.
El puente San Martín, desde donde se contempla uno de los atardeceres más espectaculares de Tarija, ha recuperado su dinamismo como punto neurálgico, aunque la sensación de olvido como patrimonio cultural y descuido general se mantiene.
Una larga historia
De acuerdo al historiador Julio Álvarez Mercado en el año 1950 se construyó el Puente “San Martín” sobre el río Guadalquivir con financiamiento del gobierno de la República Argentina. La obra se hizo en ocasión de la celebración del centenario de la muerte del Libertador General José Miguel de San Martín y el año declarado en su conmemoración.
El financiamiento vino a cambio de que el puente lleve el nombre del Libertador y así fue. Según el historiador Elías Vacaflor Dorakis la construcción estuvo a cargo de una empresa argentina llamada Giovanni de Cold. La obra fue construida por una comisión mixta y el nombre fue acordado durante la gestión del alcalde, Isaac Attie (1894- 1968+).
En poco tiempo la infraestructura se convirtió en el principal medio de conexión entre la antigua ciudad y las nuevas urbanizaciones surgidas en “La Banda”, área densamente poblada y comúnmente conocida como Senac por la construcción de viviendas en predios contiguos a las oficinas del ex Servicio Nacional de Caminos (Senac). Esto dio lugar al surgimiento de nuevos barrios.
Entre las memorias del puente cuentan que cuando el río Guadalquivir remozaba de vida fue “trampolín” para darse un chapuzón en las hermosas y limpias aguas. Pero eso no es todo, tiempo más tarde, las vendedoras de comida percibieron el potencial comercial del lugar para el rubro, por lo que comenzaron a instalarse cada tarde en la curva que lleva de la avenida al puente San Martín. Desde esos años comenzaron a vender humintas y anticuchos.
Antiguamente los principales compradores de las comidas eran los caminantes que vivían pasando el puente, en especial los vecinos de Tablada, Senac y quienes hacían su breve parada para detenerse a comer algo antes de continuar el camino a casa. Esto sucedía en una época en la que aún no había servicio de micros.
Sector de comidas colindante al puente
De ese modo luego se construyó un espacio para las vendedoras de comidas y se bautizó al lugar con el nombre del puente que era el punto de referencia para ubicarlo. “Vamos a comer al puente San Martín”, comenzó a decir la gente desde ese entonces. En esa época eran cuatro o cinco las vendedoras, dos de comida típica: saice, ranga, ají chapaco, y unas tres de anticuchos y humintas.
Con el pasar de los años la infraestructura tanto del puente como de los puestos de las vendedoras mostró un gran deterioro y aunque hubo proyectos para mejorar la zona, sobre todo enfocándose en lo turístico, no se concretaron debido a diversos tropiezos.
Pese a las dificultades de infraestructura, la venta de comidas del puente se ha convertido en un referente del lugar para degustar la comida típica regional que tiene un impacto a nivel de turismo.
Durante la pasada gestión se prometieron diferentes inversiones para construir un nuevo mercadito para albergar los puestos en el mismo espacio, sin embargo, nunca se ejecutó y apenas se hicieron algunas mejoras básicas en el lugar de siempre.