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Historias de vida

Mari, entre la discriminación, el machismo y las clases virtuales

El desempleo en el sector de las trabajadoras del hogar en Tarija supera el 80 por ciento, a consecuencia de la pandemia del coronavirus que ocasionó despidos y reducción salarial por la crisis económica que afecta a diferentes sectores de la población

Reportajes
  • Danitza Pamela Montaño
  • 08/08/2021 00:00
Mari, entre la discriminación,  el machismo y las clases virtuales
Las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar han empeorado

Son las cinco de la mañana y Mari Valencia se despierta asustada, se escurre sigilosamente de entre las colchas quitando poco a poco a su pequeño niño del pecho. Todo está silencio en el estrecho cuarto que renta, esto no solo pasa por la hora sino porque por la zona de San Jorge, debido a la distancia, hay poca circulación de personas. Pero lo importante es que los alquileres son más baratos.  

Se baña con agua fría, alista el traje que le dio su “jefa”, como ella llama a la señora que la emplea como trabajadora del hogar, hace un arroz graneado para sus tres niños, que debido a su trabajo han aprendido a terminar de cocinar. Fabio tiene 16 años, Lucio 12 y el pequeño Martín tan solo uno.

Cuando está lista despierta a su niño mayor y le encarga el cuidado de sus hermanos. Cinco minutos después, Mari se ha ido y ahora son ellos los que deben completar el almuerzo, pasar clases virtuales y cuidar del pequeño Martín.

Afanada camina por su zona hasta salir a la avenida principal desde donde toma un micro hacia su destino, que queda al otro lado de la ciudad. Armada de un barbijo, un pequeño alcohol y la ropa regalada por su “jefa” toca la puerta, veinte minutos después le abren. Cosa normal para ella.

La “jefa” le echa alcohol por todo el cuerpo y le hace pasar por la puerta de visitas directo al baño. Ahí debe cambiarse, ponerse la ropa convenida y sumar otro barbijo al que ya lleva puesto. En la mesa se le ha dejado unos cubiertos separados, un plato, una taza con su nombre y un vaso viejo de plástico, pues en esa casa solo puede usar aquello a la hora de almorzar o tomar agua.

De inmediato se dispone a limpiar y la “jefa” le alcanza una botella de alcohol con la que debe desinfectarse constantemente. Tiene prohibido sacarse el barbijo, acercarse a los niños de la casa o usar el baño.

Pero aquella no es la única casa en la que trabaja, pues con la pandemia ha perdido su trabajo fijo como trabajadora del hogar y ahora peregrina casa por casa ofreciéndose para limpiar. “Gracias a Dios” como ella indica ha podido encontrar algunos lugares en los que no le han exigido quedarse cama adentro.

“Me echaron de mi trabajo fijo porque con la pandemia querían que me quede cama adentro para no llevar el virus, pero es imposible con mis niños. ¿Quién los va a ver?, sería como abandonarlos”, dice y revela que como ella muchas de sus amigas han quedado sin trabajo por este motivo.

Sin embargo, ésta no es la única lucha que enfrenta. Con sus pocos ingresos que rondan los 1.200 bolivianos mensuales ha tenido que comprar dos celulares, instalar internet en casa y responder por la alimentación diaria de sus tres niños.

El día en el que se resfrió

“En estos tiempos uno no es digno ni de resfriarse”, dice Mari con la mirada perdida, ya que ahora más que nunca su trabajo cuelga de un estornudo.  “Si estornudo ya las señoras de la casa me miran chueco y algunas me dicen que vuelva en una semana o más” cuenta y agrega que en una ocasión se resfrió, le comunicó esto a una de sus “jefas” y ésta la suspendió en sus labores por un mes pidiéndole que solo regresara con una prueba de Covid.

Fue entonces cuando Mari decidió no solo limpiar casas sino también vender dulce de membrillo y aunque tuvo que bajar el precio a este producto, de quince bolivianos, costo regular, a diez esto le ayudó a equilibrar su economía. Pero había algo más.

La lucha por las clases virtuales

Cada vez que Mari veía a los niños, de las casas en las que limpiaba, pasar clases virtuales se le llenaban los ojos de lágrimas, pues había pasado más de un mes desde el inicio de las labores escolares y sus niños aún no podían tener este “privilegio”.

El único celular que poseían lo perdió su concubino, aquel hombre que tantas veces le había reclamado “el por qué él debía ayudar a mantener a hijos que no son suyos”. Evidentemente, Mari tiene una pareja, pero en contadas ocasiones esta persona tiene trabajo, la mayor parte de su tiempo lo malgasta tomando.

Un 8 de abril todo parecía mejorar, la alegría de Mari desbordaba su sonrisa, pues el ministro de Educación, Adrián Quelca, anunció la entrega de las computadoras Kuaa, 36.924 equipos de última generación que beneficiarían a estudiantes de los municipios con mayor vulnerabilidad.

Mari pensó que ésta sería la solución a sus problemas, más aún, en menos de dos semanas este sueño se desvaneció, pues aunque fue a hablar con la directora del colegio de sus niños no le hicieron la entrega de ninguna computadora.

De ese día ya han pasado poco más de tres meses, hoy Margot con el esfuerzo de su trabajo diario ya ha podido comprar dos celulares e instalar internet a cuotas con la dueña del cuarto donde alquila. “Me siento tranquila, mis hijitos ya se pasan clases, no sabe cómo me partía en dos cada vez que me decían que no querían aplazarse”, cuenta y aún le caen unas cuantas lágrimas por la mejilla.

La lucha de una mujer trabajadora y el machismo

A su “esposo” como ella le dice, porque en realidad es su concubino, lo conoció hace cinco años cuando acababa de salir de una relación tormentosa, producto de la cual tuvo sus dos niños mayores. El resto se resumió en golpes, daño psicológico e incluso un aborto provocado por su propia ex pareja, quien la golpeó en el estómago cuando ella tenía cinco meses de embarazo.

En la actualidad y aunque quiso dejar el pasado atrás la vida no le ha dado muchas alegrías en lo sentimental, las peleas con su actual pareja son cosa de todos los días, el desprecio hacia sus dos hijos mayores lo respira a diario y aunque el pequeño es producto de su actual relación, su concubino no ha hecho mucho por dar estabilidad económica a su hogar.

En medio de la pandemia el peso de este machismo se le sumó: “Por qué trabajas vos, yo soy el hombre, renuncia no vayas. Yo voy a ver qué hacer, no le das amor a mi hijo, andas muy ocupada, ya no me respondes como mujer, vienes cansada” fueron las palabras constantes de su pareja.

Pero Mari hizo “oídos sordos y con el objetivo claro” hoy continúa su lucha por sus hijos en medio de la pandemia. Hasta hoy pese a que hace trabajo de limpieza en tantos hogares no ha contraído Covid-19. “Solo le ruego a Dios que no me dé, Diosioto yo no tengo plata le digo”, cuenta.

Las malas condiciones laborales de las trabajadoras del hogar en pandemia

El desempleo en el sector de las trabajadoras del hogar en Tarija supera el 80 por ciento, a consecuencia de la pandemia del coronavirus que ocasionó despidos y reducción salarial por la crisis económica que afecta a diferentes sectores de la población.

Blanca Garnica, representante de la Asociación de Trabajadoras Asalariadas del Hogar “30 de Marzo” de Tarija, da cuenta que el sector atraviesa una difícil situación por falta de trabajo, pues de las más de 100 asociadas en la ciudad, la mitad está sin trabajo, situación que les obligó a buscar alternativas para subsistir y el comercio informal se constituyó en una forma de generar ingresos económicos, aunque “tampoco les va tan bien”.

Señala que por la pandemia del Covid-19, no solo el trabajo ha disminuido, pues las que todavía están trabajando no perciben ni el salario mínimo nacional, y más aún vieron triplicadas sus tareas, ya sea en la modalidad de cama adentro o por horas. Cumplen diversas funciones como lavar, planchar, cocinar, cuidar niños o adultos mayores, tampoco se respetan los días feriados y de descanso, pues los empleadores no les permiten salir por temor a contraer el virus.

Garnica calcula que las trabajadoras cama adentro laboran entre 12 y 14 horas al día, las “cama fuera” unas diez horas.

“En promedio una trabajadora del hogar cama adentro solo recibe de salario entre 1.500 y 2.000 bolivianos al mes, aunque existen casos excepcionales, que son pocos que, ganan por encima del mínimo nacional, pero el trabajo que realizan es tres veces más que antes de la pandemia. Por mediodía de trabajo les pagan 500 bolivianos y 750 por todo el día”, comenta.

Por el desempleo algunas trabajadoras del hogar de Tarija migraron al interior del país, sin embargo la situación en otras ciudades tampoco es de las mejores.

Garnica señaló que muchas trabajadoras tuvieron problemas para cobrar sus salarios de la gestión pasada, incluso algunas que llevaban muchos años trabajando fueron retiradas sin sus beneficios sociales por el solo hecho de la pandemia, a otras se les redujo sus salarios. “Algunas recurrieron al Ministerio de Trabajo, pero otras no, además desde el Ministerio les pidieron ser más flexibles”, concluye.

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