Basado en el artículo de Cántaro: “San Plácido, Patrón del barrio Las Panosas”
San Plácido y los recuerdos de su gran fiesta en Tarija
Según Ayala el festejo se iniciaba el sábado por la noche con vísperas, enfarolados y embanderado de las viviendas y las calles del barrio Las Panosas, la venta de los tradicionales pasteles de queso y de cebolla, y las fiestas de gala que eran proporcionadas por el Club Deportivo y Cultural García



Desde siempre los pobladores de Tarija han sido muy católicos por lo que su calendario religioso es amplio hasta la actualidad. Son muchos los santos que se conocen desde la Tarija de antaño. Bolívar Ayala Cordero Villarroel escribe sobre uno de ellos en nuestro suplemento cultural Cántaro. Se trata de San Plácido.
Ayala relata que este santo era de una familia de origen romano, de padres pertenecientes a la alta sociedad, su familia se componía de sus padres, él y su hermana Paulina. Desde temprana edad además de sus estudios aprendió las artes militares y guerreras, llegando de esa manera en su juventud a Centurión o sea Jefe de un grupo de 100 hombres de la milicia romana.
Durante el imperio Romano, los cristianos fueron perseguidos en forma implacable, condenados a la hoguera, al circo romano, donde eran destrozados por las fieras, crucificados y se hacían una suerte de suplicios como espectáculo para las hordas romanas que asistían al circo.
Plácido, oficial romano que odiaba a los cristianos, tenía por misión perseguirlos, capturarlos y entregarlos a sus superiores para ser condenados con el beneplácito del emperador, así en una de sus persecuciones fue anoticiado por un delator, de las reuniones de cristianos en las catacumbas.
Plácido partió con el guía delator provistos de sendas antorchas y armados hasta los dientes y satisfechos de que, nuevamente podrán ofrecer al pueblo otro espectáculo, se internaron en los vericuetos de las catacumbas con todo el cuidado de no ser vistos. Al acercarse a un fondo iluminado, tomaron las precauciones y Plácido dispuso de su gente para apresar a los cristianos, mientras que en el fondo, un numeroso grupo dirigido por un venerable apóstol entonaba melodías cristianas.
Escribe Ayala que entrando agazapadas las milicias romanas, Plácido se adelantó para determinar la ejecución de la redada, pero grande fue su sorpresa al ver a su hermana Paulina al lado del venerable apóstol, entonando canciones cristianas. En ese momento Plácido no supo qué órdenes dar a sus milicias. Finalmente replegó a sus inferiores y retrocedió, sumado a ello ordenó guardar toda la reserva posible haciéndose responsable de la situación.
Una vez en su casa, esperó el retorno de su hermana Paulina, quién al llegar saludó a su hermano que desde luego no estaba en condiciones de responder al cariñoso saludo de ella.
De inmediato fue recriminada por su presencia en las catacumbas. Su hermana con toda serenidad declaró ser cristiana desde hace mucho tiempo atrás; alzando su rostro al cielo le pidió al señor le ayude en esta difícil situación y con la ayuda del Altísimo logró aplacar la ira de su hermano.
A partir de ese episodio a Plácido se le complicó la situación, tenía la esperanza que sus subordinados mantengan su promesa, pero algún tiempo después fue acusado y sometido al juicio, que lo recibió con resignación. Pero desde el incidente ocurrido en las catacumbas, Paulina consiguió convertir a este centurión a la fe del cristianismo y así continuó hasta que el emperador ordenó su arresto, situación que recibió tranquilidad.
“Es muy fácil deducir lo que Plácido tuvo que soportar en manos de los tiranos que dominaban en el tiempo que nuestro venerado mártir, padeció en la capital del mundo - Roma- ¡Con qué pruebas inhumanas combatían aquellos bárbaros la constancia de los inocentes y víctimas!”, escribe Ayala.
Sin más delito que profesar la verdadera religión de Jesucristo, eran quemados vivos, otros echados a las fieras, otros degollados. Todos los cristianos de aquellos tiempos eran despojados de sus bienes, desterrados como indignos de habitar entre las gentes.
Después de este padecimiento fue ejecutado por degollamiento, igual situación padeció su hermana Paulina, los restos de ambos hermanos estuvieron depositados en una de las catacumbas fe.
De acuerdo a Ayala, “después de más de 1800 años, los restos del mártir San Plácido fueron extraídos del cementerio de San Hipólito en la vía Tiburtina, el 3 de abril de 1834, lo que fue ordenado por el Cardenal Vicario del Papa Gregorio XVI y destinado su traslado a Tarija por el R.P. Andrés Herrero, previo reconocimiento de su autenticidad, incluso del vasillo con su sangre, se estima que los restos de nuestro mártir arribaron a Tarija en el mes de agosto de 1835, donde fue recibido con gran júbilo como patrono de esta parte de la ciudad de Tarija”, escribe.
Según cuenta la historia desde ese entonces el mártir dispensa a los campesinos, otorgándoles lluvia y su fiesta se realiza en el segundo domingo de noviembre.
El cuerpo de la hermana de Plácido fue hallado el 21 de diciembre de 1841 en las catacumbas de Roma en el Cementerio PROPE CYRIACAM en la vía Tiburtina, al lado de la cabeza, estaba un pequeño vaso teñido en sangre y sobre la argamasa que cubría las losas del venerable nicho, se leía la inscripción, "Laulina Dulcissima". Tres años después fue donado a una devota familia romana.
De acuerdo a Ayala el año 1852 en abril su cuerpo fue traído a Tarija y su fiesta se celebra el segundo domingo después de pascua.
Más datos sobre la historia
A decir del Rvdo. Padre Alejandro M. Corrado, por el mes de agosto del año 1835 (dato encontrado en su obra "El Colegio Franciscano y sus Misiones") en aquel tiempo desde Roma llegaron dos reliquias que enriquecen la Iglesia San Francisco de Tarija: los cuerpos de los Santos Mártires Plácido y Paulina.
Se conoce que San Plácido fue extraído del Cementerio de San Hipólito el día 3 de abril de 1834 por el Exmo. Cardenal Vicario del sumo Pontífice Gregorio XVI y destinado por él mismo hasta Tarija, cuando llegó a La Paz el Gobernador Eclesiástico reconoció la autenticidad de los sagrados restos, los que venían junto un vaso que contenía la sangre del mártir, (libro Folklorismo calendario Vernacular de Tarija, Juan de Dios Sigler).
La tradición se manifiesta en la fiesta del barrio La Panosas cada ocho de noviembre, ésta tiene mucho contenido religioso, folklórico y deportivo. La intención, es mantener y profundizar la fe católica y rescatar las costumbres de Tarija.
San Plácido y las memorias de su festejo
Según Ayala el festejo se iniciaba el sábado por la noche con vísperas, enfarolados y embanderado de las viviendas y las calles del barrio Las Panosas, la venta de los tradicionales pasteles de queso y de cebolla, y las fiestas de gala que eran proporcionadas por el Club Deportivo y Cultural García Agreda.
Continuaba esta tradición el día Domingo con la procesión de la inmaculada imagen de San Plácido, luego de la misma se daba inicio a la venta de chichas en las diferentes casas del barrio entre las que Ayala cita a Doña Matiasa Ordóñez, Doña Dora Camacho, Doña Jetrudes de Morales, Doña Clara Vega, Doña Manuela Nieto, Doña Juliana Hoyos, entre otras. Luego los días lunes y martes continuaba la algarabía de la gente que no sólo eran citadinos sino principalmente de las comunidades rurales, quienes llegaban en briosos corceles a integrarse en la gran fiesta.
Apuntes sobre la temática
Las Panosas
Cuentan los vecinos del barrio que este original nombre "Las Panosas” tiene una relación directa con un par de hermosas y elegantes chicheras de apellido Panoso
Vendedoras
"Las Panosas", como se les puso a las mujeres que vendían chicha, expendían la rica bebida al final de la Calle Colón, cuando en Tarija sólo se contaba con cuatro barrios.
Gran fiesta
Ayala aclara en su artículo que antiguamente el día conmemorado a San Plácido era día de guardar. Grande era la fe del pueblo y la magnitud de la fiesta.