Tiene 99 años
Lorenzo, el “señor de las papas” de la calle Colorados en Tarija
A sus 99 años de edad su rutina comienza a las tres de la madrugada de cada día, hora en que se levanta para preparar las papas rellenas de carne, de acuerdo a la receta que le dejó su fallecida esposa



Su nombre es Lorenzo Tuco, lo conocen como el señor de las papas rellenas de la calle Colorados del barrio San Jerónimo de Tarija. A sus 99 años de edad no tiene a ningún familiar a su lado, su esposa falleció hace cuatro meses, su hija también murió por una falla en el corazón mucho antes. Sin embargo, cuando su compañera de vida dejó de existir le dejó una herencia muy importante en un marchito papel amarillo: "la receta de papas rellenas".
La rutina de Lorenzo comienza a las tres de la madrugada de cada día, hora en que se levanta para preparar las papas rellenas de carne, al pie de la letra. Tiene una cocina de una sola hornalla conectada a una garrafa amarrilla, ésta se encuentra instalada en la acera de una habitación que alquila. Cinco horas después, ya está listo para vender sus papas rellenas frente al surtidor Villanueva.

Su rostro está marcado por profundas arrugas que develan su avanzada edad, un palo de escoba le sirve de bastón para no tambalear en cada paso impreciso que da. Tiene puesta una gorra que en otro tiempo fue azul, pero con el pasar del tiempo se convirtió en gris.
Lorenzo es de esos tipos que nunca se rindió para nada, siempre tuvo la fe puesta en Dios, a quien él le llama “el doctor que cura todos los males”. Más aún, dice que desde que falleció su esposa ya nada es lo mismo, pues algunos días se olvida hasta de almorzar.
Por su edad, ya no recuerda bien las fechas y confunde los años, pero tiene claro que desde el año 2017 empezó la pequeña venta de papas rellenas con su amada esposa, quien luego falleció y quedó él solo para dedicarse a esta actividad. Tampoco tiene otro ingreso que le permita comprar su receta médica, pagar su alquiler y comprar alimentos.
A un inicio, lo que más le costaba era cortar la cebolla, las lágrimas no dejaban de rodar por sus mejillas, pero con el pasar del tiempo sus ojos se acostumbraron a soportar el ácido. Ahora cuenta que lo más moroso para él es el pelado de las papas, que luego las coloca en un balde verde con agua. Ya tiene el dedo pulgar de la mano izquierda marcado por el filo de su fiel cuchillo de cabo café.
Lorenzo ya no ve con el ojo derecho, también tiene dificultades para oír, por lo que hay que hablarle un poco fuerte. Sentado en un banco de madera en el patio de la casa donde vive, recuerda que nunca conoció a su papá ni a su mamá, es por eso que lleva solo el apellido de su abuelo: Tuco.
A sus diez años, cuando solo hablaba el idioma aymara partió de La Paz hacia Camargo, un pueblo que pertenece al departamento de Chuquisaca. Fue en ese lugar donde empezó a ganar sus primeras monedas y donde aprendió a hablar castellano.
Lorenzo emigró a los diez años de edad desde su natal La Paz hacia Camargo, un pueblo que pertenece a Chuquisaca
Un día de esos de suerte le ofrecieron ser ayudante de una empresa de buses que hacía viajes interdepartamentales, que pertenecía al señor Irusta. Para ese entonces tenía 14 años de edad y no dudó en aprovechar esa oportunidad, luego pasó a ser chofer y permaneció en el volante durante 13 años.
Lorenzo recuerda que cuando llegaba a Tarija, la terminal era donde actualmente es el Tribunal Departamental de Justicia (TDJ), en pleno centro de la ciudad. En esos años, el barrio donde vive, San Jerónimo, era un monte, y tampoco existían los puentes de la avenida principal que conducen al aeropuerto Oriel Lea Plaza.
En esos trajines de idas y venidas, decidió quedarse a vivir en Tarija, de donde no se ha movido desde entonces junto a su amada esposa.
Lorenzo dice que le dio la enfermedad por haber consumido gaseosa de manera exagerada cuando era joven, sin pensar que ese enemigo silencioso que se interna en la sangre le cobraría factura en su vejez. Hace unos días se compró unas cuantas pastillas que son parte de su receta médica, pues el dinero no le alcanzaba para más, su esperanza está en vender sus papas rellenas para ganarse unos pesos que le permitan continuar el tratamiento. Ahora tiene la espalda adolorida, no tiene apetito como en aquellos tiempos cuando era “flotero” y acostumbraba comer varias veces al día. Hoy una de sus preocupaciones es la diabetes, una enfermedad que le afectó el pie derecho, mismo que en ocasiones está envuelto con vendas de tela.
Con todo lo que ha pasado y le sucede en la actualidad, la tertulia con una chispa de humor está garantizada a su lado. Hace un par de días una muchacha le preguntó sobre su esposa, a lo que respondió que se fue a los Estados Unidos y, entre risas, le aclaró que había fallecido y que le cuida desde el cielo.
Al momento que un cliente le quiere pagar por las papas rellenas que consumió, él responde que cada una cuesta 200 dólares y se ríe, luego se serena y comenta que fuese lindo ganar así, pero en realidad el precio es dos bolivianos.
Lorenzo vive en una habitación de cuatro por cuatro. Al frente de la puerta tiene una foto de su esposa en un recuadro con bordes de madera, la cual también queda al frente de su cama. Ésta es la última imagen que ve cuando cierra sus ojos y también la primera cuando despierta. Es inquilino y pagaba 400 bolivianos el mes, pero por la pandemia el dueño de casa le rebajó a 200, y es que también es el encargado de cobrar a los demás inquilinos, porque el propietario vive en Bermejo.
Ahí tiene tres perros que lo acompañan, y aunque se olvidó el nombre de cada uno de ellos, dice que eran de su esposa, pero ahora quedaron bajo su responsabilidad. Cuida que no salgan a la calle, no porque sean malos y muerdan a la gente, sino porque tiene miedo que sean atropellados por los vehículos.
Una amenaza
No recuerda si fueron policías o personal de la Intendencia que hace unos meses le amenazaron con quitarle sus papas rellenas que ponía a la venta, pues, era tiempo de cuarentena, pero él necesitaba generar ingresos. Para ese entonces, dice que un joven que vive en la otra esquina de su casa le pidió que le avisara si es que en el algún momento volvían para cumplir con la amenaza, pero eso no sucedió.
Lorenzo es el señor de las papas y dice que seguirá en ese rubro hasta que Dios así lo permita, ahí en su único punto de venta que queda en la calle Colorados frente al surtidor Villanueva.
Apuntes sobre la temática

Elaboración
Lorenzo se levanta a las tres de la madrugada para empezar a poner a punto los ingredientes que llevarán sus papas rellenas, una receta que le dejó su esposa antes de que falleciera. Luego de cinco horas, se traslada a su punto de venta que queda en la calle Colorados frente al surtidor Villanueva.
La cebolla
Uno de los ingredientes imprescindibles en la sazón de las papas rellenas de Lorenzo es la cebolla. A un inicio era lo que más le costaba cortar, pues el ácido que despide provocaba que derrame lágrimas, pero con el pasar del tiempo ya se acostumbró.
El alquiler
Lorenzo vive en un cuarto alquilado, antes pagaba 400 bolivianos, pero por la pandemia el dueño le rebajó a 200. Afuera de su habitación, en la acera tiene una cocinilla de una hornalla conectada a una garrafa de gas amarilla, donde hace cocer sus papas rellenas para después venderlas.