Los retrocesos en la lucha por la igualdad son profundos
“Atrapadas” e “invisibles”, el peso del Covid sobre las mujeres
Los impactos de género están siendo ignorados en la respuesta a la crisis del COVID-19, lo que tendrá consecuencias económicas y sociales, y agravará las desigualdades preexistentes



Las mujeres engrosan el mayor porcentaje de trabajadores a tiempo parcial y del trabajo informal en todo el mundo. En el contexto de la crisis causada por el COVID-19, el porcentaje de mujeres que perderán su empleo será mucho mayor que el de los hombres. Adicionalmente, a las mujeres les resultará más difícil reincorporarse al mercado de trabajo.
Mientras esto se les viene encima, el trabajo del hogar, los hijos y el Covid-19 las han confinado entre las cuatro paredes de sus hogares y en muchos casos al lado de hombres que las agreden a diario.
Eugenia tiene 30 años, a su edad ya tiene cuatro hijos. Ella trabajaba limpiando casas de lunes a viernes, e incluso algunos sábados. Sus tres primeros hijos son producto de su primer matrimonio en el que fue víctima de violencia por parte de su expareja. Un día tomó valor y decidió dejarlo, con el tiempo conoció a otro hombre con el que formó un hogar y tuvo a su cuarto hijo.
La pandemia se estrelló de golpe contra su hogar, cuya frágil economía dependía en gran parte de sus ingresos y sin saberlo también, su estabilidad emocional dependía de lo mismo. El Covid-19 la atrapó en casa y no por miedo a salir sino porque simplemente quienes la contrataban para la limpieza de los hogares no la llamaron más.
Eugenia tuvo que quedarse en casa con sus cuatros hijos, que debido al cierre de la escuelas estaban todo el día en su hogar, sumida en las tareas de casa, un día comenzó su calvario. “No trabajas eres una mantenida y yo debo dar de comer a tus otros hijos que no son míos” fue la frase que la partió en dos y que se convertiría en una constante.
Un día no muy lejano se vio sin nada qué comer, porque su esposo se había gastado bebiendo los pocos pesos que ganaba como albañil. Así entre tantas ideas que pasaron por su cabeza recordó que en una peluquería cerca al mercado Campesino las mujeres venden su cabello. No la pensó dos veces y fue al lugar, le cortaron el cabello y le dieron cien bolivianos.
Ese dinero le sirvió para comer algunos pocos días a ella y a sus hijos, pero cada nueva jornada debe “idear” una nueva forma de sobrevivir, pues como asegura en su esposo ya no puede confiar. Éste es solo uno de los muchos casos que se agravaron durante la pandemia.
Pero también está Yesica Valdez que ha tenido que renunciar a su trabajo en el banco por no tener con quién dejar a sus pequeños hijos que antes iban a la escuela y el tiempo restante se quedaban en una guardería. No hubo contemplaciones con ella ni plataformas virtuales que la salvaran del despido.
Sumado a ello está Valentina, la hermana mayor de tres niños que al no ir a la escuela ha tenido que prácticamente hacerse cargo de los más pequeños, pues su madre pese a la pandemia debe salir a trabajar a un taller de costura. “La otra opción era no comer”, dice resignada la niña de 10 años.
La pandemia del coronavirus ha impactado negativamente en muchos campos del desarrollo sostenible en los que la mayoría de naciones estaban trabajando. Los ejemplos más comunes han sido las afectaciones en la pobreza, en el trabajo, en la salud, entre otros relacionados. Sin embargo, un impacto negativo latente se ha acentuado sobre igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.
La situación es peor en países como el nuestro, donde la mayoría de las mujeres trabajadoras (70%), dependen de la economía informal y no tienen acceso a la protección estatal. Para sobrevivir, muchas mujeres que trabajan en la informalidad dependen del espacio público y de la interacción social.
El trabajo doméstico
El trabajo doméstico no remunerado es una realidad en la mayoría de los países del mundo y la carga para mujeres y niñas se ha incrementado con el Covid-19. En América Latina, por ejemplo, el valor del trabajo no pago, como el doméstico, se calcula en 15,2% del PIB regional. La economía del cuidado, que señala la ONU como invisible, sigue sin ser exactamente cuantificada, pese a que se han incrementado las cargas con la pandemia del coronavirus. Hoy las mujeres dedican entre cuatro y cinco horas diarias al trabajo doméstico no pago y, a nivel global, estas contribuciones representan el 2.35 % del PIB global.
De acuerdo al Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina el cierre de los colegios en la región ha dejado en las casas a 1.52 billones de estudiantes y cerca de 60 millones de maestros están trabajando desde casa. La demanda de trabajo no remunerado ha crecido para las mujeres que se encargan del cuidado de niños. Y para aquellas que lo hacen de forma remunerada se ha generado otro problema: la ausencia del cuidado de sus hijos.
El cuidado de los niños también ha sido un problema específico para las mujeres que tienen trabajos esenciales y que fueron despedidas por no tener con quien dejar a sus hijos.
Las mujeres y la salud
Pero la pandemia también les afectó directamente en la salud. A nivel global, el 70% de los trabajos de salud son realizados por mujeres, principalmente aquellas que trabajan en enfermería, cuidados de primera infancia y otros servicios en los hospitales en los que quedan más expuestas al virus.
Sumado a ello hay un impacto directo en la salud sexual y reproductiva. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, se calcula que 18 millones de mujeres pueden perder el acceso a anticonceptivos modernos por efectos del Covid-19.
Por otro lado, también es necesario tener en cuenta a las mujeres adultas mayores. A nivel global, las mujeres representan el 57 % de la población mayor de 70 años y el 62% de la población mayor a 80 años.
Las mujeres mayores, señala la ONU, tienden a recibir menores ingresos o pensiones y tienen menos oportunidades de generar ingresos que los mayores hombres, así como también se ven obligadas a realizar el trabajo doméstico sin remuneración. Por esta razón, la cobertura en salud para mujeres mayores no es la mejor y es prioritario que los gobiernos tengan un programa específico para este segmento de la población.
Violencia de género
De acuerdo al Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina, el 5 de abril de este año, la Secretaría General de Naciones Unidas hizo un llamado global para detener la violencia contra mujeres y niñas, la cual se ha incrementado durante la pandemia del Covid-19, en buena medida, por las medidas de aislamiento social.
El hacinamiento, el abuso de hombres a mujeres y el acceso limitado a ciertos servicios son algunos de los factores que han elevado los indicadores de violencia intrafamiliar. En líneas generales, ha existido un incremento del 25 % de este tipo de violencia en el planeta, dice la ONU, aunque en algunos países el número de casos incluso se duplica.
A este tipo de violencias se suman otros efectos de los que se ha hablado muy poco. En América Latina, por ejemplo, las mujeres que viven en poblaciones rurales, que pertenecen a algún grupo étnico y que viven en condiciones de pobreza, tienen unos impactos en sus vidas que no han sido todavía dimensionados por estos estudios y que necesitan otras intervenciones por parte de los gobiernos.
En Bolivia hasta el 17 de noviembre se registran 104 casos de feminicidios, de los cuales apenas 11 tuvieron sentencia. La Paz acumula el 40% de los casos, siendo el departamento con más feminicidios, seguido por Cochabamba.
Medidas a tomar
Ahora más que nunca Naciones Unidas señala que los estados tienen que buscar espacios seguros para las mujeres y servicios de atención psicológica permanente. También es necesario que los organismos de justicia continúen funcionando y no obstaculicen el acceso de derechos para las mujeres víctimas de violencia.
Para la construcción de un nuevo futuro es necesario que la sociedad se esfuerce por cumplir metas como poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo el mundo; asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública y emprender reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes.
También será importante fortalecer los programas de salud pública para las mujeres, teniendo en cuenta a las que están en proceso de gestación o que viven en contextos de conflicto armado así como en zonas rurales remotas. Es necesario, además, que los Estados presten atención a las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, a las mujeres mayores y también a aquellas que están en tratamientos de VIH para que éstos no se vean interrumpidos.