Comenzó deambulando en las calles
Doña Delia, la lucha de una gran mujer detrás del tradicional tojorí
En Tarija Delia es muy conocida, debido a que lleva más de 30 años vendiendo Tojori, primero en las calles y luego en el mercado Central. Su oficio le ha ayudado a sacar adelante a sus cuatro hijos, de los que se siente muy orgullosa



Cargada de sus ollas salía doña Delia Alejandra Cáceres todas las tardes desde Tabladita II hasta su puesto en el mercado Central, lugar que ama y al que le costó años de trabajo acceder. Hoy por la pandemia a sus 60 años vende su tradicional Tojori vía online. ¿Cómo lo ha logrado? Con la ayuda de su hija, quien le ha creado una página en Facebook llamada “Delicias Doña Delia”.
Delia como muchas otras vendedoras de comida en Tarija está lejos de ser parte de la generación “millennials”, y por lo tanto de manejar redes sociales sabe muy poco o nada. Más aún, gracias al apoyo de los más jóvenes de su familia pudo contactar a sus antiguos clientes y hacerse de otros.
Delia ya lleva más de 30 años con la venta de sus delicias
En Tarija es muy conocida en su rubro, debido a que lleva más de 30 años vendiendo estos manjares en las calles chapacas, aquellas que conocen de memoria el olor de sus preparaciones. Su oficio le ha ayudado a sacar adelante a sus cuatro hijos, de los que se siente muy orgullosa.
Hoy, sentada en el patio de su casa se apresta a repasar su historia junto a El País. Delia nació en una familia muy humilde, su madre vendía frutas en el mercado Central y su padre era camionero. Por circunstancias de la vida se separaron, así ella quedó al cuidado de su abuela, quien le enseñó a cocinar con ese toque casero infaltable de la Tarija de antaño.
“Aprendí con mi abuelita, hacíamos en casa y se me quedó. Continúe mejorando y gracias a Dios a la gente le gustó”, recuerda orgullosa.
De muy joven decidió casarse y ya cuando tuvo hijos empezó a trabajar, pues vio que sus pequeños pasaban muchas necesidades. El dinero que ganaba su esposo no alcanzaba para cubrirlas. Así con las “armas culinarias” que le heredó su abuela decidió deambular vendiendo tojorí.
Primero lo hizo en la Loma y en sus calles aledañas, luego en el centro de la ciudad, en la feria de Villa Fátima y sobre todo en los alrededores del mercado Central. Más aún, cuando llegó a este principal centro de abasto la botaron, pues “como en todo” la competencia es dura. Sin embargo, no faltaron las personas bondadosas, esas que siempre existen, y que le prestaron un pedacito de mesón para colocar sus ollas.
“A un principio eran malos los vendedores. Algunos no todos”, aclara Delia y cuenta que cuando llovía tenía que caminar así con su pequeña hija, “era muy triste” dice conmovida, sin embargo se repone y afirma “Gracias a Dios el Intendente de esos tiempos me cedió un permisito para poner una mesita en el mercado y así pueda seguir trabajando”.
De esa manera, para Delia llegó el gran día en el que pudo tener un puesto en el tan peleado mercado Central.
De a poco como es característica del pago, la gente la fue conociendo por sus manjares y fue ganando clientes que asistían a diario a disfrutar de su tojori, también le compraban para llevarse a casa.
Hoy se enorgullece al señalar que por su trabajo sacó profesionales a sus cuatro hijos, dos de ellos son ingenieros en sistemas y los dos restantes son auditores. Una de sus hijas está en España, la otra en Argentina y sus dos hijos radican en Tarija.
Con una sonrisa amplia dice ser “una abuela feliz” y de inmediato cuenta que tiene ocho nietos y un bisnieto a los que quiere mucho. En la actualidad vive con su esposo, además de un hijo que ya tiene su familia. “Son los que me acompañan y ayudan. Antes de la cuarentena mi rutina era todos los días irme a mi mercado Central, ahí atendía todas las tardes”, dice con esa nostalgia e incertidumbre que nos invade a todos.
Cuando se le pregunta cómo era Tarija años antes, responde sin dudar que Tarija siempre fue linda, sin embargo, aclara que había menos delincuencia. “Antes no había la inseguridad que hay ahora, todos nos conocíamos entre todos, ahora cambió mucho”, dice y añade que antes eran contadas las casas, “todos tenían sus vaquitas y se conocían”.
Cuenta así que las personas podían andar tranquilas, la gente andaba más en bicicleta, los micros no circulaban hasta tarde y eran muy pocos. En el Mercado Central también la gente vestía más la ropa chapaca, todas las vendedoras eran de pollera. “Yo también vestía de polleras y trenzas largas”, dice y revela que por razones de salud tuvo que dejar la vestimenta típica.
Familia de doña Delia
Las ventas en la pandemia
Cuando se instauró la cuarentena en Bolivia, ésta tuvo impacto en muchas actividades económicas, una de ellas es la venta de comidas. Al igual que para Delia para muchas vendedoras de este rubro el vender por Internet fue todo un reto, que solo algunas alcanzaron.
“Dejar mi mercado, mi rutina, me fue complicado. Sobre todo estar encerrada todo el tiempo”, reconoce y cuenta que cuando pensaba que ya no podía continuar con su labor, su yerno y su nieto le animaron a que haga tojori para enviar a domicilio y así comenzó su historia en el nuevo mundo digital.
Para esto su nieta y su hija son las que publican sus delicias en el Facebook y toman los pedidos. Hoy aunque ha logrado clientes asegura que las ventas no son como en el mercado Central, pues la gente tiene miedo al contagio.
Más aún, señala con alegría que ha logrado ubicar a algunos de sus clientes y ha hecho otros nuevos. Resalta en todo momento que las entregas se las realiza con todos los protocolos de seguridad para el agrado de la población y la seguridad de todos.
A su delicioso tojorí se ha añadido el anchi y el api con sopaipillas. Su casa está ubicada en el barrio Tabladita II, desde ahí envía sus delicias con un delivery.
Apuntes sobre la temática
El tojorí
Delia vende su delicioso tojori por más de 30 años, aprendió de su abuelita a hacer la preparación. Esto le sirvió para hacer estudiar a sus cuatro hijos.
Anchi
Con el tiempo el menú de Delia se expandió al anchi, preparación que también es muy requerida por sus clientes, quienes continúan haciéndole pedidos a través de Facebook.
El apoyo
Hoy Delia tiene ocho nietos y un bisnieto, a los que ama mucho. Asegura que su familia ha sido un gran apoyo para lograr con su oficio.