¿Por qué es importante dirigir el consumo hacia productos bolivianos?
Bolivia: Fisionomía de una balanza comercial dependiente
Las deficiencias de la balanza comercial dejan al descubierto las vulnerabilidades de la economía boliviana. El problema no solo remite al déficit de dicha balanza, sino a la composición de lo que se exporta y se importa.
Desde el año 2015, Bolivia ha vuelto a los números rojos en su balanza comercial. El 2014 las exportaciones alcanzaron su máximo histórico: 13.034 millones de dólares. Dos años más tarde el valor de las exportaciones se contrajo dramáticamente, hasta alcanzar los 7.258 millones de dólares, una cifra similar a la de 2010. Lo que sucedió fue que los precios internacionales de las materias primas se vinieron a pique y con ellos nuestras exportaciones, quedando expuesta la dependencia de la economía nacional.
Al ser consultado al respecto, el investigador del CEDIB, Pablo Villegas, señala lo siguiente: “en la raíz de las balanzas comerciales [deficitarias] está el modelo de producción primario exportador, que ahora se le llama extractivista. El sistema boliviano está basado casi en un 100% en exportación de materias primas y productos primarios, para pagar la importación de manufacturas de un país casi totalmente desindustrializado, que no produce ni un alfiler”.
“Las balanzas comerciales negativas generan un vaciamiento de recursos económicos de la economía nacional”, Pablo Villegas/ CEDIB
En el contexto de crisis sanitaria y económica que atraviesa el mundo, es fundamental reconsiderar la estructura económica boliviana que por su dependencia, dice Villegas, se ve obligada a “llenar al país de huecos [minas, hidrocarburos y agroindustria] para mantener la extracción para pagar las importaciones”.
La balanza comercial en la pandemia
En estos últimos meses ‒desde que se inició la pandemia‒ la balanza comercial del país se asemeja a una montaña rusa. Situación parecida a lo que sucede en todo el mundo debido a la desaceleración brusca de la economía global.
Como ejemplo, si en el mes de diciembre de 2019 Bolivia exportó 774 millones de dólares, para abril esa cifra había caído hasta llegar a los 239 millones de dólares. Lo mismo sucedió en el caso de las importaciones, si para diciembre de 2019 el país había importado $US 1.034 millones, para abril la cifra cayó hasta los 295 millones de dólares. Sin embargo, para el mes de junio el valor de las importaciones y de las exportaciones tuvo una leve recuperación, aunque lejos de los niveles iniciales.
Si bien es importante considerar esta caída abrupta de la balanza comercial y sus vaivenes (pequeños déficits y pequeños superávits), ya que ello tendrá un impacto importante en la economía nacional; no se debe dejar de tener en cuenta que la gran vulnerabilidad de esta balanza viene de antes y tiene una dimensión estructural, la cual fue acentuada por la pandemia.
La balanza comercial “próspera”
Fueron 11 años en los que Bolivia obtuvo saldos positivos en su balanza comercial, los cuales coinciden con los años en que los precios internacionales de las materias primas eran elevados.
Fue el periodo de bonanza más importante para el comercio internacional boliviano en su historia reciente. Si en 2003 Bolivia exportaba en total un valor de $US 1.676 millones, para 2014 esta cifra alcanzó los $US 13.034 millones.
Junto a ello el país vio incrementar el valor de sus importaciones, que pasaron de 1.692 millones de dólares en 2003 a $US 10.674 millones en 2014. De la misma manera, el superávit comercial fue el que permitió incrementar sustancialmente las Reservas Internacionales Netas (RIN), las cuales en 2005 alcanzaban $US 1.759, mientras que para 2014 llegaron a los $US 15.084 millones.
El problema es que este despegue comercial tuvo que ver poco con un mejoramiento del aparato productivo boliviano.
¿Por qué el déficit comercial retornó el 2015?
La bonanza comercial llegó abruptamente el 2015 y Bolivia se enfrentó a la realidad. El país había modificado muy poco su estructura económica y no dejó de depender para nada del modelo primario exportador.
Si se revisa la estructura de las exportaciones de 2019, encontramos que alrededor del 90% de su valor está compuesta por materias primas provenientes de procesos extractivos con prácticamente ningún valor agregado.
El componente más grande corresponde a las exportaciones mineras, con un 48,8% del valor total de las exportaciones. Acá vale la pena aclarar que si bien en términos de cantidades lo que más se exporta es el zinc ‒con cero valor agregado‒, en términos de valor monetario es el oro el que más aporta, con más del 20%.
El segundo componente corresponde a los hidrocarburos, con un 30,7%, que no es otra cosa que la exportación de gas a Argentina y a Brasil. El tercer componente corresponde al extractivismo agrario, que aporta un 10,3% al conjunto de las exportaciones del país y cuyo principal componente es la soya (8%). Un aporte “modesto” para el nivel de depredación que está implicando en las tierras bajas del país.
Si se observan los datos de 2003, se puede corroborar que la estructura de exportaciones era bastante similar. Incluso, el conjunto de exportaciones relativo a sectores extractivos tenía una menor representación en su composición, con aproximadamente 80%.
En este sentido, cuando el precio internacional de las materias primas cae abruptamente, el valor de nuestras exportaciones también sigue esta tendencia. Según Index Mundi, el Índice de Precios de Mercancías Mundial alcanzaba, en julio de 2014, un valor de 166, mientras que para diciembre de 2015 este había caído hasta 90. Bolivia dejó de exportar en cantidad, pero además sus exportaciones valían menos.
Pero para entender el carácter del déficit es importante también comprender el comportamiento de las importaciones. Como señala Villegas, “lo más grave es que pese a semejante caída (de las exportaciones), casi todo el año 2015, las importaciones subieron. Luego, entre diciembre de 2015 y febrero de 2016 cayeron bruscamente en 37%. Esto es un hecho muy revelador porque significa que ese crecimiento del 2015 no se debió a la vitalidad de la economía sino a un exceso de gasto, a una excesiva dependencia de las importaciones”.
De hecho, si se observa la tendencia de las importaciones, se puede evidenciar que su caída ha sido mucho menor que el de las exportaciones, incluso recuperando valores similares a los de 2014 durante el 2018. Esto ha llevado a que ese cúmulo de valor proveniente de las exportaciones extractivistas ya no alcance para cubrir el valor de las importaciones.
Y aquí es donde entra en juego un problema delicado: el tipo de cambio y las RIN. Bolivia logra mantener elevados niveles de importaciones gastando las Reservas Internacionales. El mantener un tipo de cambio fijo en el país, con una moneda sobrevaluada, permite importar de manera “barata”, sin embargo esas importaciones en buena parte son financiadas con RIN ‒y en su defecto con deuda externa‒. Esto se ve reflejado en la estrepitosa caída de las RIN desde el 2015.
Consumir lo que produce Bolivia
En medio de la crisis sanitaria, la crisis económica empieza a hacer aguas. Lo más probable es que una vez que la balanza comercial se estabilice lo haga deficitariamente, aunque a niveles más bajos debido a la nueva caída internacional de los precios de las materias primas, como resultado de la pandemia y de la crisis económica global.
En este contexto, sin embargo, se debe tener en cuenta lo siguiente: “las importaciones baratas son una ‘competencia desleal’ para el productor nacional y las exportaciones caras espantan a quienes podrían comprar nuestros productos en el extranjero y esto naturalmente desanima a los productores nacionales”, como señala Villegas.
Por tanto, si bien es necesaria una transformación profunda del aparato productivo, apuntalar el consumo nacional no deja de ser una estrategia fundamental para dejar de depender tanto de las importaciones, para frenar la caída de las RIN y para aminorar los impactos de la crisis económica en ciernes.