Casualidad

Caminaba por la casa, de una habitación a otra, del salón a su cuarto, de la cocina al balcón. Iba despacio con la mirada fija en esos pensamientos, que muy cerca del suelo, le marcaban el trayecto. En la mano sostenía una taza de café, que poco a poco había comenzado a sustituir al vaso de leche con galletas que tomaba desde niño.

Estando a medio vestir, con la camisa desabrochada y descalzo, se detuvo a mirar por la ventana, y entre sorbo y sorbo, contaba en su mente cada una de las casualidades que se sucedían frente a sus ojos. Un semáforo que se ponía en verde en el momento en el que un hombre se disponía a cruzarlo, otro que tropezaba con una grieta de la acera, un soplo de aire que levantaba la falda de una joven, y de repente, todas las farolas se apagaban al mismo tiempo.

Volviendo en sí, se dio cuenta de que la radio todavía estaba encendida, no es que le prestara atención, sino que era una forma de activar su mente por las mañanas; odiaba pensar en silencio. La misma frase con la que concilió el sueño, se repetía una y otra vez en su paladar, como si el fantasma de su lengua hubiese sido condenado a pronunciarla sin descanso.

Su reflexión se centraba en que las casualidades son actos independientes que encuentran un punto de interacción fortuito provocando una coincidencia inesperada. Pero si te paras un segundo a observar a tu alrededor, te das cuenta de que es un mecanismo constante, que nace de la libertad de millones de decisiones que son tomadas cada segundo, por millones de personas a lo largo de la historia.

Algunas de ellas son catastróficas, la mayoría pasan desapercibidas, pero cuando surge una que es maravillosa, te das cuenta de que todo lo que has hecho en tu vida, hasta el más insignificante de los actos, te ha conducido allí y sientes que ése es el lugar y el momento en el que tenías que estar.

Hoy mi canción es: “Saturday” Ed Sheeran


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