Día europeo en Conmemoración de las víctimas del Estalinismo y el Nazismo

Desde hace una década atrás a partir de una Resolución del Parlamento Europeo, el 23 de agosto de cada año se celebra el Día Europeo en Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y del Nazismo en el mundo, también conocido como el Día del Listón Negro. En dicha Resolución se condena los regímenes totalitarios y autoritarios y se pretende equiparar el totalitarismo nazi con las dictaduras totalitarias comunistas. Es como un llamado a la conciencia europea sobre los crímenes contra la humanidad que incluyen torturas, asesinatos, encarcelamientos, desapariciones y deportaciones en el episodio de genocidio más grande de la historia humana. El fin es honrar la memoria de las víctimas y crear memoria y conciencia europea sobre los sistemas totalitarios.

El régimen estalinista se originó después de la muerte de Lenin a raíz de la rivalidad entre las facciones comunistas, cuando el poder pasa a manos de Stalin que consigue la reunificación del Partido Comunista de la Unión Soviética, obligando a los campesinos propietarios a entregar sus tierras para granjas estatales y exterminando a aquellos que se opusieran.

Entre 1930 y 1957 el régimen soviético del “Terror rojo” instala la maquinaria de muerte más brutal de la historia. En la “Gran Purga Estalinista” era necesario desterrar, encarcelar y finalmente aniquilar en los campos de concentración a opositores, anarquistas y hasta a disidentes trotskistas, porque había que dudar de todos. El constante fantasma del “enemigo del Estado” se hacía presente, además muy usual en todo régimen totalitario, donde si no es un “imperio” es una persona, es un modelo de Estado, es algún traidor, es un complot o es algún disidente y siempre es igual, hay alguien o algo que justifica la lucha irracional y el terror.

Es así que, en la búsqueda del “enemigo del Estado” el régimen estalinista comete los peores crímenes de la humanidad e instaura un régimen de terror con represión y en nombre de la lucha de clases, para apoderarse del Estado con extrema violencia hasta la derrota de los “ejércitos blancos”, donde había una depuración de dirigentes industriales y administrativos, dirigentes de altos mandos del Ejército, y finalmente, una depuración general y la muerte de millones de inocentes.

A pesar de la historia y de las cifras variadas, que van desde cuatro a ciento veinte millones de víctimas, todavía hay quienes defienden a ultranza regímenes totalitarios, quedan defensores de los gulags, de las deportaciones, del asalto a la propiedad privada, de las nacionalizaciones, de la confiscación de tierras como era el caso de los kulaks “campesinos acomodados” —a ellos se les confiscaba sus bienes y se los deportaba, pero no se les mataba—. Todavía quienes argumentan que los millones que terminaron sus vidas en los campos de concentración lo merecerían por ser traidores a la patria y que había que proteger la URSS de los traidores. 

Por el otro lado, estaba el nacionalsocialismo, el totalitarismo del régimen fascista nazi, ideológicamente opuesto al comunismo desde la ideología, pero utilizando el mismo mecanismo de represión: los campos de concentración, y la misma vigilancia revolucionaria. De hecho, Hitler admiraba a Stalin y al estalinismo y Iósif Stalin admiraba a Hitler. La característica principal de estos regímenes del terror era la violencia validada desde el Estado, tanto en la Gran Purga de la Unión Soviética como en el Holocausto de la Alemania nazi, ambos a favor de la eliminación de vidas humanas por causa racial, étnica o por causa política.

Hasta el día de hoy hace falta comprender cuál fue la verdadera dimensión de la represión estalinista y nazi y recuperar la memoria histórica sobre el gran número de víctimas, para motivar a la conciencia europea y a la conciencia del mundo entero a reconocer este tipo de regímenes totalitarios, sanguinarios y brutales.

Las dictaduras comunistas y el régimen nazi, ambos equiparables, se han instaurado con muerte, con terror y con el costo de millones de vidas humanas para sostener y satisfacer ideologías.


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