Sama, el agua y la Ruta del Vino

Cada vez se ve con mayor claridad, la confluencia entre las potencialidades productivas del Valle Central de Tarija y la necesidad de cuidar su paisaje, poniendo especial énfasis en la conservación de sus fuentes de agua.

El Valle Central es un espacio con una vocación económica fuertemente definida; su futuro   está en el desarrollo del turismo y los cultivos de alto valor, actividades que además están íntimamente relacionadas. Y, sin embargo, da la impresión de que la sociedad tarijeña, no está completamente consciente de que esa potencialidad, de la cual depende su futuro, está íntimamente ligada a la preservación de nuestros acuíferos y el cuidado del paisaje, la “campiña tarijeña”, que le otorga su personalidad y constituye su principal atractivo.

La industria del vino, es probablemente la mayor contribución que Tarija le ha dado en las últimas décadas al mosaico boliviano (la explotación del gas, a pesar de su volumen económico, no alcanza a tener las connotaciones productivas y culturales de la actividad vitivinícola).

Y es que además de los recursos, o las fuentes de empleo que genera esta la actividad, está la significación simbólica de que se haya desarrollado a pesar del flagelo permanente del contrabando, y haya logrado ganar su propio mercado, y todo esto con un apoyo limitado, casi inexistente en algunos aspectos, del espectro estatal boliviano.

Con la Ruta del Vino, su hermana menor, está ocurriendo algo parecido; ha tenido un amplio desarrollo en los últimos años, a fuerza de pulmón de los inversionistas privados, con un apoyo limitado e intermitente de sus contrapartes en el aparato público.

Y si estamos conscientes que este Valle Central, limitado en territorio, pero con características que le otorgan un valor especial a su producción agrícola, tiene su futuro en la vid, los arándanos, los olivos, etc., tendremos que convenir en que la Ruta del Vino, es y debería consolidarse a futuro, como el hilo conductor que una este territorio en sus potencialidades, y sobre todo nos oriente en la necesidad de cuidar los factores que le otorgan su sostenibilidad.

De la Cordillera de Sama, ubicada en el oeste del territorio, es de donde se desplazan los innumerables cursos de agua, que dan vida al paisaje tarijeño, y que nutren la actividad agrícola e industrial. Dicha agua es también la que permite que aproximadamente 300.000 tarijeños,  vivan en este espacio.

De ahí que sea necesario, no solo conservar la fuente de agua (Sama), sino también los cursos superficiales y subterráneos de agua que se desplazan por todo el valle, lo que también implica cuidar ese paisaje, imprescindible para que el turismo y especialmente la ruta del vino, siga desarrollándose en Tarija.

Las principales autoridades públicas y los sectores privados de Tarija, en coordinación con el SERNAP, han dado un paso central para la conservación de Sama al convocar a una cumbre con dicho propósito que se llevará a cabo este próximo mes de abril.  Ahí se espera que se definan mecanismos técnicos y financieros que contribuyan decisivamente a la preservación de la Reserva.

Y de manera paralela los principales actores del sector están trabajando en una propuesta de paisaje productivo protegido a lo largo del Valle Central, que preserve las condiciones para el desarrollo del turismo y los cultivos de alto valor (es decir que impulse el crecimiento económico en el Valle Central, de acuerdo a las potencialidades del territorio). 

El desarrollo económico del Valle Central de Tarija, expresado en las cadenas de productos de alto valor y el desarrollo del turismo, no puede soltar la mano entonces a la conservación del paisaje y la conservación de las fuentes de agua. Eso implica una impulsar una acción decidida por parte del conjunto de la sociedad que refuerce las instituciones y frente a los depredadores y loteadores ilegales, que actualmente actúan con impunidad. 

No implica restringir las actividades económicas, pero si orientarlas a lo que realmente constituye la vocación del suelo en que vivimos. Y así como es necesario seguir apoyando las cadenas productivas de productos de alto valor, también es necesario fortalecer la ruta del vino, ordenando su oferta, desarrollándola y vinculándola con otros mercados complementarios.

Es probable que los historiadores en el futuro identifiquen las dos primeras décadas de este siglo, como las del desperdicio de los ingresos hidrocarburíferos. Debemos evitar que las siguientes signifiquen la degradación y pérdida de nuestro territorio.


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