Si yo fuera extraterrestre

SI YO FUERA EXTRATERRESTRE

Rodrigo Ayala Bluske

 

Usando las herramientas de la ciencia ficción, a veces me gusta imaginar las impresiones que podría tener de nuestro planeta un extraterrestre, que nos observara desde la estratosfera.

Dicho alíen, podría haber sido enviado a hacer un análisis de las características de nuestra civilización para informar a sus superiores sobre lo que “hay” en esa pequeña “bolita” ubicada en un rincón perdido de una de las innumerables galaxias que se encuentran en el universo.

En la primera impresión, quizás se asombraría al ver la tremenda cantidad y variedad cultural de “homo sapiens”, que pueblan el planeta, llevando a cabo las más diversas actividades. Sin embargo, es probable que después de unos instantes caería en cuenta que “algo está mal”, que hay demasiados fenómenos contradictorios en la “bolita”, difíciles de explicar a primera vista.

En primer lugar, se encontraría con una contradicción inexplicable: se daría cuenta que todos los problemas que amenazan la subsistencia de la humanidad son “globales” (el cambio climático, la pobreza, etc.) y que sin embargo la humanidad les da respuesta divida en por lo menos 200 Estados “nacionales”. ¿Qué existen tratados internacionales, convenciones, etc.?, sí, pero el observador rápidamente entendería que estos mecanismos son simplemente formales y que las “verdaderas acciones”, las que cuentan en la realidad, son acometidas por esos 200 pequeños espacios, de acuerdo a sus posibilidades, teniendo en cuenta solo sus intereses parciales, especialmente los de sus sectores dominantes (Y que obviamente son los “Estados Fuertes” los que definen en realidad las políticas, sacando mayor provecho de su poderío). Y que mientras esto ocurre las posibilidades de supervivencia de la raza humana van disminuyendo aceleradamente, sin ninguna exageración.

Se asombraría al ver, como esos seres “tan inteligentes” como para innovar en la tecnológica a pasos tan agigantados, no son “tan inteligentes”, como para conservar los elementos que les dan vida: el clima, el aire, el agua, la biodiversidad, etc.

Luego, seguramente le llamaría poderosamente la atención, la contradicción existente entre el sistema de “acumulación de dinero infinito” imperante en el planeta y los recursos naturales existentes en él, que son “finitos”. Se daría cuenta de que en el sistema financiero internacional los bancos tienen derecho a prestar alrededor de siete dólares, por cada uno de los que tienen acumulados en la realidad. Es decir que, por cada dólar existente, los bancos pueden prestar siete imaginarios. Sin embargo, esos dólares imaginarios, al devolverse, tienen que haberse vuelto “reales”. Eso significa que los prestatarios, tienen que forzar la realidad para que “sea rentable” y explotando irracionalmente los recursos naturales. De tal manera que para que el dinero, que es una representación simbólica, puede crecer sin ningún límite, y los recursos, que, si son una realidad material, tienen que ir a su ritmo y  explotarse también sin ningún límite lo que provoca que todos podamos observar cotidianamente como el planeta se vuelve un desierto y el clima tiende a aumentar a limites inadmisibles para la vida humana. (a eso se suman todas las otras formas de convertir en “real” el dinero “simbólico” bancario: tráfico de armas, personas, substancias, etc.).   

Pasando a analizar otro ámbito de la existencia, nuestro amigo intergaláctico, probablemente vería como un rasgo positivo de la humanidad, que esta haya conseguido desarrollar un sistema de gestión de conocimiento tan amplio y poderoso como el internet. Sin embargo, rápidamente caería una vez más en el asombro al darse cuenta que la mayor temática de difusión en la misma, superior por mucho a cualquier otra (y por supuesto infinitamente superior a cualquier rubro cultural, científico o educativo), es la pornografía violenta. Luego observaría como este medio en los hechos, más que privilegiar la información entre los seres humanos, se ha vuelto un terreno propicio para la desinformación y las mentiras, y que más que lograr una mayor tolerancia y respeto, ha fomentado la intolerancia y la cultura de los “odiadores”. Por supuesto, el observador al final se daría cuenta, que la gestión de este instrumento también obedece a criterios “globales”, pero de oferta y demanda, de privilegiar “la ganancia” sobre cualquier otro tipo de consideración.

Al analizar la cultura, es decir la forma de pensamiento de los habitantes del planeta, nuestro amigo observaría que desde hace treinta o cuarenta años, ha habido un cambio notable en sus valores, y que se ha naturalizado la “codicia”, es decir que se ha vuelto normal que las personas puedan querer tener más que los otros a cualquier precio, lo cual no solo ha impuesto una cultura mercantilista, sino un criterio de que “el fin justifica los medios”, lo cual también se traduce en altísimas tasas de corrupción pública, criminalidad, etc. De esa manera los seres humanos han dejado atrás sus valores fundamentales, los que según los estudiosos científicos lograron que el “homo sapiens” se impusiera sobre sus competidores (como los neandertales); la solidaridad, la colaboración, la comunicación horizontal.

Finalmente, al hacer el balance final de la vida humana en el planeta, al observador foráneo, le costaría constatar un dato crucial para entender la problemática de la tierra, tan asombroso, que pareciera de fuera de la realidad: el 1% más rico de la población: es decir unos 77 millones de personas, posee más del doble de la riqueza que otros 6.900 millones de personas (un 89% aprox.). Seguramente el extraterrestre, al igual que nosotros, se rascaría la cabeza y se preguntaría si hay alguna especie viva, de cualquier tipo, que pueda aguantar ese nivel de desigualdad por mucho tiempo, sin poner en riesgo su propia existencia. ¿Sería posible la supervivencia de las abejas si es que el 1% de ellas consumiera el doble de miel que otro 89%?, ¿Sería posible la supervivencia de las vacas, si es que el 1% de ellas consumiera el doble de pasto que otro 90%? En fin, el extraterrestre no se explicaría como los humanos no se dan cuenta de una situación tan elemental.

Y seguramente entonces la nave espacial empezaría a alejarse, el extraterrestre observaría a los siete mil millones de personas que pueblan el planeta empequeñecerse, perdidos en sus pequeñas miserias, al tiempo que su existencia se va acabando. Y probablemente el extraterrestre en las líneas de su informe escribiría “especie inteligente, que por razones poco claras, se ha condenado a la extinción”.


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