¿Y si nosotros seguimos sembrando un cafetal del tamaño de Bolivia?

En momentos en el que los medios y las RR.SS. se ven obligados a reflejar la tensión que vivimos, sentimos la necesidad de compartir una esperanza acompañada de fundamentos filosóficos y con modelos en ejecución; al socializarla en diversos ámbitos humanos y geográficos, constatamos cómo su simplicidad va permeando al valorar la relación con la tierra, reconocer el trabajo digno y aprovechar la producción en sus excedentes económicos y simbólicos. Racionalmente, ¿quién podría oponerse a un debate necesario?

Llegamos a ella, constatando que no podemos vivir en confrontación permanente, y que tampoco sería bueno que las ideas sean derrotas por acciones que destruyen la producción y el futuro. El mundo está apelando a sus fuerzas totales para enfrentar la crisis y nosotros debemos ir pensando cómo dejar definitivamente el quejumbroso lamento boliviano. Nuestra investigación deja en evidencia que mientras hay discursos y acción política solazados con la violencia, la mayoría de los bolivianos siguen haciendo lo único que saben, trabajar dignamente, todos los días. Quienes no se cansan de pelear, tendrán que escuchar nuestro grito que el gusto por el café boliviano, aumenta. Una prueba es el quintal de café de Caranavi que Germán Mercado Quispe los miércoles y sábado vende en el mercado Fermín Lopez de Oruro, a 45 bs el quilo; al mismo tiempo que, en la cadena Starbucks de Nueva York, el café boliviano Sol de la Mañana producido por AGRICAFE luego de 35 años de experiencia, se vende a 32 dólares la media libra. Ese, es el excedente económico que podemos aprovechar si hacemos bien las cosas.

Desde el campo simbólico donde viven el Duende y el Ajayu, seguiré convocando a Teófilo Sullca de Emborozú, Tarija; a Orlando Saucedo Iannone de Hacienda Benevento en el municipio Colpa Bélgica en Santa Cruz; a los productores de Café Familia en Pando, apoyados por FAUTAPO; a Paul Bruckner Barba en Magdalena, Beni; a Frida Wachtel en la Granja Agro-Biológica de Monteagudo, Chuquisaca; y en Tupiza, Potosí, a la familia Bernal en el Hotel Reina Mora. Cada uno de ellos, y suman otros miles esparcidos e inexplicablemente silenciosos, demuestran que es posible continuar con la osadía que predispone el diálogo y envuelve los sentidos en alquimia de sabores y aromas.

Estos datos podrían quedar en anécdota si el mercado mundial del café orgánico estimado el año 2018 en 6.800 millones de dólares, no se previera que alcance en el 2026, los 12.600 millones de dólares con la variedad arábica. ¡Este es el momento para declarar política pública el cultivo masivo del café y empezar la siembra! Recuerdo que la propuesta de sembrar café (o cualquier otro producto agrícola que se de en el lugar) y que aproveche la experiencia autonómica de la participación popular, puede ofrecer una alternativa a la migración campo-ciudad, fortalecer ciudades intermedias con calidad de nodos de servicios y consolidar nuestro turismo para compartirlo al mundo.

Esta narrativa de información sólida, magia, poesía y utopía realizable, puede fortalecerse desde hoy con tu decisión de tomar café de grano boliviano; en una competencia leal en calidad y precio en favor del consumidor, sin chauvinismos, podemos disminuir los 15 millones de dólares de café soluble que importamos, degustando Arawak, Villa María, Sumaya, 4llamas, Makanaté, Patrimonio, Cuevas, Yungas, Benevento, 21 Gramos, Coroicafé, Minga…

Siguiendo la ruta, aquí estamos en viaje por la geografía de nuestra esperanza. En las semanas pasadas, fue Santa Cruz y La Paz, y este jueves 11 de agosto, el encuentro será en Tarija. CEPAD, SOLYDES y ACODAM, agradecemos a Buena Vista, AMÉ, Takesi, TYPICA, Alto Tostado Coffe Roasters, Captura Consulting, Hotel Los Tajibos, NATIVA y Bodegas Kuhlmann, por lo que hacen desde hace tanto tiempo, y por permitir que sumemos nuestra curiosidad, nuestras preguntas y nuestro compromiso disruptivo y entusiasta.


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