Activismo feminista en las calles: ¿Por qué y para qué?

En ocasiones se escucha a algunas personas tildar de “locas” a las mujeres que exigimos transparencia en los procesos de violencia de género sea en las puertas de los juzgados y fiscalías o en las plazas públicas. Los ocasionales transeúntes se detienen a ver los carteles y a escuchar nuestros reclamos. En ocasiones también algunas de estas personas expresan enojo y descalifican esta lucha. Ello a pesar que los reclamos están orientados a exigir un Estado democrático de Derecho, uno que cuente con un sistema policial y judicial orientado realmente a erradicar la violencia contra la mujer en nuestro país.

Hace unos días una persona me dijo de forma resignada: “De que sirve gritar, así siempre es. Nada va a cambiar en Bolivia”. Sus palabras me han servido para reflexionar y valorar todo lo que supone esta lucha. He recordado todas las coordinaciones y expectativas que hay detrás de cada movilización. Cada una de ellas es un contacto con la realidad en la que vivimos. Hay toda una meticulosa preparación que implica la elaboración de las convocatorias, la revisión de las noticias y el escrutinio del rol cumplido por las entidades públicas. También una lectura de los vacíos en nuestro ordenamiento jurídico. La movilización es en sí misma un aprendizaje y una forma colectiva de lucha. Es con el uso del megáfono que podemos denunciar de forma explícita los problemas de nuestro sistema judicial y la urgencia de su reforma.

He tenido la fortuna de participar en varias movilizaciones en Potosí. En sus plazas y en las sedes judiciales y fiscales he conocido a muchísimas mujeres que han experimentado situaciones muy injustas. En ocasiones como víctimas, en otras como sus familiares: Madres, hermanas e hijas de víctimas de feminicidio. El 31 de enero pasado conocí a doña Inés en la Villa Imperial. Ella sujetaba un folder azul y se acercó para decirme: “Mi hija murió hace más de cinco años y el que me la ha matado sigue libre”.  Doña Inés había viajado por cinco horas desde Llallagua con el objetivo de conocer el estado del expediente de su hija. Con indiferencia las autoridades le dijeron que “vuelva en un mes” para que pueda tener noticias. Doña Inés lleva más de cinco años (desde el 2016) el caso de su hija. Este fue un terrible feminicidio en el cual Paola (su hija) fue asaltada sexualmente por tres varones y ahorcada. El sistema judicial sigue sin responder a su mínima exigencia de justicia. En un contexto de estado de Derecho, el sistema judicial debería dar información inmediata, exacta y actualizada sobre un caso de feminicidio. A pesar de lo establecido por la Ley N. 348, hay una situación de indefensión de las víctimas y de sus deudos. Ello grafica la inoperancia de nuestro sistema judicial.

En las plazas y calles potosinas conocí también a doña María. Como doña Inés, y tantas otras madres con las que he conversado en estos últimos tiempos, ella busca justicia. Con una mirada sumida en el dolor nos dijo: “No sé qué hacer para aliviar el dolor de mi nieta. A ella le espera una vida triste sin su mamá, sin su papá”. Ella carga la ausencia de su hija víctima de feminicidio. A esa tragedia personal debe sumarse el seguir un procedimiento penal cuyas etapas procesales, uso de las pruebas, presunciones y tecnicismos jurídicos desconoce. Ese mundo de tecnicismos es el que impide a los litigantes de a pie conocer el estado real de sus casos. Unos tecnicismos utilizados por una burocracia judicial para que en términos prácticos no prestar ayuda a estos litigantes.

Las palabras de doña Inés y doña María nos interpelan. Ellas tienen los ojos húmedos y cansados por tantas lágrimas, por tanto dolor. Sin embargo, ellas sacan fuerzas para seguir enfrentándose a un sistema y orden jurídico que las vulnera. El Estado con su ineficiencia y su complicidad vuelve a matar a sus hijas. Han sido decenas de mujeres con experiencias similares las que hemos conocido en las manifestaciones. Cada una de ellas nos convence de la imperiosa necesidad de esta lucha. Estas mujeres, adultas y jóvenes, han participado en los numerosos plantones de los últimos meses en Potosí. Ellas constituyen una sola voz y gracias a esa voz podemos conocer las duras experiencias de las mujeres y lo mucho que tenemos que hacer para revertir esta situación injusta.

Estas historias de vida nos demuestran que el activismo feminista es muy importante. Exigir justicia en las calles es central hoy. El activismo feminista es central para denunciar los atropellos e injusticias que se cometen diariamente contra muchas mujeres. La violencia de género es una práctica social perniciosa que debe ser erradicada. Las manifestaciones permiten conocer historias y testimonios, luchar por derechos, y escuchar a muchas personas comprometidas en construir un mundo más justo.

 

*es politóloga, docente universitaria y fundadora de Mujer de Plata


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