¿Por qué Bolivia no es (y no podrá ser) Venezuela?

En estos tiempos las advertencias en sentido de que “Bolivia puede convertirse en otra Cuba u otra Venezuela”, son repetitivas hasta el cansancio. No se trata de nada nuevo, es un fenómeno que se ha dado desde que se inició la crisis constituyente y Evo Morales encabezó su primer gobierno.  Pero por supuesto que, como una suerte de temor social atávico, propio del capitalismo, viene desde mucho antes. En un mundo signado por la acumulación económica individual y la lucha por el mantenimiento de los privilegios, el “cuco” del comunismo es proclamado por abuelas, políticos, predicadores, etc., como una suerte de resumen de todos los males, que se focaliza en el atentado a la propiedad privada: “si ganan los comunistas se agarraran de tu casa”, “en el comunismo no podrías vivir como vives”, etc. Será tan antiguo este temor a lo “igualitario”, que los propios Marx y Engels, en 1848, mucho antes de que se produjeran fenómenos tales como los de la revolución rusa o la cubana, al lanzar su famoso texto, el “Manifiesto Comunista”, lo iniciaban con la frase “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…”. Pero, volviendo a nuestra realidad, ¿realmente es posible que Bolivia se pueda volver “otra Venezuela? (el tema de Cuba lo dejamos al margen porque las características de dicho proceso son demasiado lejanas a nuestra realidad). Ciertos temores, discursos y paranoias dicen que sí, nosotros basándonos en el desenvolvimiento socio – económico que ha vivido nuestro país en por lo menos los últimos cincuenta años, afirmamos que no. Veamos las razones:

 

                     HERMANO RICO, HERMANO POBRE.  En el universo de los países de lo que se ha denominado el “tercer mundo”, Venezuela y Bolivia ocupan lugares extremos; la primera ha tenido una larga tradición (mantenida hasta sus últimas crisis) de país rico, merced a sus enormes riquezas petroleras (mayores que las de varios de los estados árabes del “golfo”), mientras que Bolivia casi siempre se ha mantenido en el umbral de la pobreza (en el pasado siglo era común escuchar la frase “la pobreza de Bolivia solo superada por la de Haití”). Esa diferencia en principio económica se ha proyectado en forma decisiva a la formación de los sujetos sociales, en sus rasgos, el rol que juegan en el proceso productivo, y sobre todo en su actitud hacia el Estado.

                     PAIS DE “AUTOGESTIONARIOS”. Las sucesivas “oleadas de riqueza” de Venezuela (que comenzaron a hacerse patentes en la década de los cincuenta del anterior siglo), generaron un Estado protector. El asistencialismo tan criticado hoy por los sectores de la oposición conservadora, no comenzó con Chavez; lo que hizo él fue ampliar su radio de acción e incluir en forma decisiva a sectores menos favorecidos en el esquema anterior (la denominada inclusión social), pero en realidad  los gobiernos socialdemócratas y democratacristianos, fueron los que acostumbraron a los distintos segmentos sociales venezolanos a una dependencia casi absoluta de los petrodólares. El caso de Bolivia es completamente distinto; es verdad que aquí dependemos de la renta petrolera (y también de la minería), pero en proporciones muchísimo menores. Los montos que en Venezuela históricamente lograron subsidiar a grandes segmentos de la sociedad, aquí apenas alcanzan para cubrir los gastos elementales del Estado. ¿Existen subvenciones en Bolivia?, si, algunas importantes como la de la gasolina y algunos bonos, aplicados especialmente después del alza de precios de principios de siglo, pero que son insignificantes frente a los de otros países. Por eso es que los sectores sociales subalternos en nuestro país, “reclaman” y “negocian” con el Estado, pero no dependen de él. En este contexto en que el desempleo y el subempleo son tan amplios, la forma de supervivencia del grueso de la población se encuentra en el “negocio”, específicamente en el “negocio informal”, de ahí que nuestras urbes estén pobladas por miles de gremiales, vendedores de ropa usada, de “comida rápida”, etc., etc. El proceso constituyente boliviano (y en ese marco el propio gobierno del MAS) fue impulsado por amplios sectores de gremiales, mineros cooperativistas, transportistas, comerciantes de tierras, etc., que lo que quieren es mayor reconocimiento por parte del Estado, y mejores condiciones para realizar sus “negocios” (las mismas que desde siempre tuvieron los sectores empresariales “formales” provenientes de la “clase media tradicional”).  Esa amplia gama social que vive o linda con la informalidad, constituye lo que algunos estudiosos han denominado como la “nueva clase media” (en la cual se enmarca el germen de una burguesía de piel morena y lengua materna originaria).

                     LA LEY 1386 Y ALGUNAS CLAVES PARA EL FUTURO. De ahí que a los respectivos gobiernos les resulte tan difícil imponer medidas que en la realidad o la apariencia afecten a esos sectores mayoritarios. Ocurrió hace algunos años con el famoso “gasolinazo” y ahora ha vuelto a ocurrir con las normas relacionadas con la “Lucha contra las ganancias ilícitas”. ¿Qué pueden existir tentaciones autoritarias en Bolivia?, seguro, pasaba antes del proceso constituyente y puede ocurrir ahora, pero la realidad es que cualquier gobierno del signo que sea, está obligado a consensuar ese tipo de normas ante sectores que están acostumbrados a discutir y negociar. El problema del país hacia el futuro entonces, no es el de un peligro hipotético que conlleve la abolición de la propiedad privada; la incógnita más bien es la de los caminos a seguir para incorporar a la formalidad (pago de impuestos, cumplimiento de normas laborales), de los sectores informales que tienen cada vez más importancia en la vida política y económica del país, pero que son renuentes (al igual que sus pares de los sectores tradicionales) a cumplir sus obligaciones con el Estado.


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