Entonces, ¿cuál es la principal preocupación de la ciudadanía en este momento?

La pregunta, ingenua con toda su intención, solo pretende comprobar si estamos viendo la misma película.

Resulta que todas las encuestas, sondeos, grupos focales y cuanto método de exploración del pensamiento humano existe en el mundo civilizado, para el caso boliviano señalan con precisión matemática que es la salud y la vida, la sobrevivencia económica con dignidad, y después de ellos, se atropellan la asquerosidad de la justicia, la corrupción, la confrontación forzada, los atentados al medio ambiente, los autoritarismos, los desvaríos del poder (cualquiera sea)…

En la primera reacción no aparece la Democracia, y la explicación es muy simple pues todos los demócratas de Bolivia, no suponemos una forma distinta de enfrentar los inconvenientes y desacuerdos de otra manera que no sea bajo las reglas pactadas que tienen las sociedades civilizadas.

Hace dos días hemos celebrado, reitero, celebrado, los 39 años de la recuperación de la democracia. Las nuevas generaciones no han sufrido el embate de los autoritarismos y totalitarismos de uniforme, y, por lo tanto, no tienen con qué comparar situaciones que están en una historia esquiva para mejor comprender los acontecimientos. En materia de memoria colectiva, recién estamos empezando a procesar la Guerra del Chaco con la aparición de testimonios cinematográficos, y de la Revolución de Abril, no tenemos ninguno. ¿Negación, ignorancia, olvido voluntario y consciente, salud mental?

En esa secuencia, sin duda los tres acontecimientos señalados tienen una relación causal sobre lo que vivimos y sólo poniendo en perspectiva la Guerra del Chaco, la Revolución del 9 de abril y el juramento colectivo del 10 de octubre de 1982, podremos comprometernos mejor con nosotros mismos.

Luego de todo ese acumulado que es parte de nuestro aprendizaje, estamos en condiciones si somos responsables y conscientes de nuestro futuro, a ser firmes a la hora de las respuestas: lo que no esté orientado a resolver nuestra preocupación fundamental, es una pérdida de tiempo y nos estarán robando una vez más, esta vez, la esperanza.

Si esta premisa es válida, los actores que administran el estado y quienes hemos asumido el compromiso de perfeccionarlo desde fuera de él, sistema político y sociedad civil en todas sus manifestaciones, deberíamos imponernos una agenda que responda en consecuencia y priorice el uso de la energía espiritual y material buscando espacios de concertación, consensos y acuerdos. El Titanic no se salvó por la genialidad de los cocineros. Gritos alentados y destemplados como guerra civil, separatismo, confrontación entre collas y cambas, indios y k´aras demuestran que no hemos aprendido, o no hemos superado las enseñanzas de la historia.

Estas líneas se escriben antes de saber cómo concluyó el día de ayer, y cuyos titulares seguramente hacen el control de daños. Como la “Crónica de una muerte anunciada” de García Márquez, en la primera página está la razón explicativa de lo que viene. Algo no estamos haciendo bien.

Y con las disculpas a la memoria de Joan Prats y su frase magistral, repito que “es más fácil salir del error que de la confusión”. Las explicaciones y descargos, no servirán frente a las consecuencias.

 


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