¿Deja vu político?

El “Deja vu” está definido como una sensación de haber pasado con anterioridad por una situación similar que se está produciendo por primera vez. Sería como una repetición de eventos, situaciones y circunstancias acompañados de sorpresa por el impacto. La verdad es que incorporar el término “político” al deja vu, podría resultar contradictorio pues la política como ciencia, incorpora instrumentos para descifrar de la manera más precisa el devenir, y con sus acontecimientos, las consecuencias que ellas pueden tener.

Si esto fuese evidente, querría decir que producto de un aprendizaje mínimo, no tendrían que repetirse acciones cuyas consecuencias han sido negativas si no han cambiado las condiciones, o que estás al modificarse, no plantean un escenario mejor que el anterior.

Estamos en un momento que la ciudadanía responsable propone rotundamente el construir puentes, acercar a las partes en conflictos, buscar reconciliación, pacificar los espíritus por esta necesidad de encontrar respuestas razonables a tres temas reiterados hasta el cansancio que necesitan verse acompañados de concertación; otra vez, el enfrentar la pandemia, la búsqueda de medidas para superar la crisis económica y hacerlo en coordinación con los niveles territoriales de poder, la sociedad civil, el sistema político y los actores económicos, exigen responsabilidad colectiva.

Al problema de la salud y la economía, hoy se suma un nuevo reto al incorporar la gobernabilidad democrática. Contrariamente a su voluntad, el gobierno no contará con los aliados partidarios que esperaba en las ciudades y en siete gobernaciones, como era su pretensión, y por ello, no podrá hacer cumplir sus directrices como instrucciones partidarias sino como políticas públicas, y con participación de todos los actores.

A un escenario tan complejo, se están sumando decisiones que no se conduelen de las nuevas definiciones que se están produciendo. Forzar desde el órgano ejecutivo soluciones judiciales, tensionar el ambiente con detenciones políticas y militares, cargar la balanza sobre la correlación de fuerzas de un poder político que, aunque importante, no es el mismo de los 14 años anteriores y además, en una confrontación interna e internacional con quienes debieran ser los aliados naturales del Estado para resolver los problemas de la sociedad, no es lo más razonable.

Quienes tenemos experiencia en la función pública, sabemos que los primeros meses de un nuevo gobierno, son fundamentales para establecer el cambio de las reglas del juego para aplicar las reformas y luego administrarlas en el ejercicio de la función pública. Para que puedan tener resultados positivos, esas medidas deben estar en correlación con la realidad objetiva y las fuerzas reales que se tienen para alcanzarlas.

Medidas que importen violencia estatal, confrontación, acciones sin consensos en un momento de cambio de correlación de fuerzas y bajo una condicionalidad de debilidad económica y de pandemia colectiva, no parecen las más prudentes. Salvo que el gobierno conozca elementos que el común de los mortales no sabemos, el apostar por la ruptura y la violencia cuando no existen las condiciones reales para la confrontación, puede llevarnos a un desgaste mayor en momentos que debiéramos estar dirigiendo la suma de todas nuestras fuerzas a resolver los problemas sustantivos.

En el inicio del gobierno, se escuchó la voz del vicepresidente convocando a la pacificación y a la reconciliación nacional, y que fue escuchado con dudas, pero con esperanzas. ¿Es que en el interior del gobierno existe el primer campo de marte entre quienes quieren la reconciliación nacional y los que plantean seguir con el modelo de la confrontación? Las medidas que se están adoptando y son parte de los titulares de los medios, no marcan una ruta deseada.

Las nuevas autoridades subnacionales electas, sean de cualquier signo político, deben ser las más interesadas en que exista un escenario de concertación para cumplir con las promesas electorales con las que se han comprometido. En esta semana se estarán definiendo las relaciones políticas de los próximos años del nuevo gobierno. Apostamos, por necesidad y convicción humana, que puedan ser razonablemente pacíficas.


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