Abrazar los árboles

 “Abraza nuestros árboles, sálvalos de su caída. El dominio de nuestras montañas, sálvalo de la depredación”. Con este poema y otros recursos, el movimiento Chipko de la India, defendió durante 40 años la conservación de los bosques. Este movimiento, presidido mayormente por mujeres, es un referente en la defensa por la conservación de los árboles. Se inspiró en una lucha que ocurrió en la India hace más de tres centurias y que tenía a una mujer como líder. En aquella época, integrantes de las comunidades sacrificaron sus vidas al intentar salvar los árboles sagrados abrazándolos. De la misma manera, en la década del 70, el movimiento Chipko, realizó acciones de resistencia pacífica abrazando árboles para resistir las acciones de grupos de madereros.

En la ciudad de Cochabamba, sí en la ciudad que irónicamente se llama “ciudad jardín”, constantemente la Alcaldía ha procedido a la tala de árboles para facilitar la construcción de edificaciones privadas, puentes, pasos a desnivel, calzadas, edificios, en definitiva, llenar y avasallar con cemento y más cemento, sacrificando paseos peatonales, ciclovías, en nombre de la modernidad y del progreso.

En la actualidad se pretende talar 40 árboles, para construir un distribuidor vehicular. Con esa acción se afectará a todo un ecosistema de vida, pues pájaros e insectos, viven en el follaje y ramas de dichos árboles. Y, obviamente, se atenta también contra nuestro bienestar, perjudicando la calidad del aire que, de hecho, ya se encuentra venida a menos en Cochabamba.

Al parecer, la alcaldía en especial, no sabe lo que estos magníficos seres vivos realizan por nosotros. Y sería preciso recordarles el valor de estas plantas, y a la ciudadanía de igual manera, la importancia de defenderlos.

La sequedad del ambiente cochabambino y el extremado calor que sentimos es producto de la alteración de los ecosistemas, que en la ciudad deviene por la tala de árboles. En zonas donde solo hay cemento y asfalto (puentes, aceras, calzadas, distribuidores) el ambiente desértico y ardiente en la valluna tierra no pasa desapercibido. Los árboles son más que grandes pedazos de madera. Nos proporcionan beneficios ambientales excepcionales e imprescindibles. Su existencia en zonas estratégicas urbanas, baja entre 2 y 8 grados la temperatura, refrescando el aire.

Estos seres vivos, son excelentes productores de oxígeno, magníficos purificadores del aire, pues al año pueden absorber hasta 150 kilogramos de dióxido de carbono, disminuyendo la contaminación de la atmósfera. Asimismo, cumplen las funciones de filtros de los contaminantes urbanos y de las pequeñas partículas. Mitigan el cambio climático. Amortiguan la lluvia, evitan la erosión del suelo y estabilizan el terreno, reducen la velocidad del viento y de las tormentas. Atenúan el ruido. Generan agua, y son refugios únicos de diversas especies de aves y otros animales.

Incrementan la biodiversidad urbana. Pasar tiempo cerca de los árboles, mejora la salud física y mental. Disminuyen el estrés y la presión arterial.

Proporcionan la sombra más natural que pueda existir, y el sonido melodioso de sus hojas nos transmite paz. Embellecen las ciudades, son el paisaje de las plazas, parques, jardineras, avenidas y calles. Su fragancia aún ronda por el aire que nos mantiene vivos. En definitiva, los árboles nos dan calidad de vida.

En este sentido, talar un árbol, no es simplemente quitar un objeto y pretender sustituirlo plantando otro. Talar un árbol, es atentar contra el bien común y el bienestar en general. Talar un árbol, es una actitud insensata e irracional frente a la vida, en la que se antepone la priorización del negocio inmobiliario y del concreto. ¿De qué sirve tener grandes estructuras y edificaciones, si en Cochabamba ya no podremos respirar? Ni siquiera pedimos plantar más árboles, sino cuidar y preservar los que tenemos.

La valiente lucha de las mujeres del movimiento Chipko de la India aún continúa. Los motosierristas, al ver a la comunidad organizada y determinada a abrazar los árboles, desistieron de talarlos y muchas otras victorias siguieron. Tal vez en Cochabamba las mujeres tengamos que estar listas para hacer lo mismo, no dejemos que los árboles mueran, ellos nunca han pedido nada a cambio, solo quieren ser lo que son, tendremos que ayudar a preservarlos abrazándolos.

*La autora es socióloga y antropóloga


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