Día del Hombre y días sombríos
Hay quienes dicen que esta fecha sobra, porque todos los días del año serían días de la población masculina. Esta idea está pasando a ser un mito. Los hombres del nuevo milenio lo tienen difícil. Generaciones atrás, solo se tenían a ellos mismos como competidores. Las familias hacían el...
Hay quienes dicen que esta fecha sobra, porque todos los días del año serían días de la población masculina. Esta idea está pasando a ser un mito. Los hombres del nuevo milenio lo tienen difícil. Generaciones atrás, solo se tenían a ellos mismos como competidores. Las familias hacían el esfuerzo de gestionar sus recursos para la formación de su prole y claro está que optaban por sus hijos varones, dejando de lado a las hijas.Ya profesional, el hombre se veía sin competencia femenina en muchos campos profesionales. A ellas se las había orientado hacia el trabajo que un tanto era la extensión del cuidado de la familia. Inclusive, si su pareja era profesional, se daba por sentado que las obligaciones domésticas eran de incumbencia de ella. En su ascendente carrera profesional u ocupaciones que demandaran periódicos distanciamientos del hogar, el hombre atendía esos asuntos sin ninguna carga mental, despreocupado. Ahí estaba su mujer para ocuparse de lo doméstico.Hoy todo eso va camino a cambiar (aunque persistan berrinches masculinos reclamando antiguos privilegios). Y el escenario que se pinta es un tanto preocupante, al extremo que debería llamar la atención a las autoridades y a la sociedad en general.Para empezar, nuestro país tiene la más baja esperanza de vida de la región (salvo Haití) y de ahí, ellos, los varones, la tienen peor todavía. El Instituto Nacional de Estadística (INE) calculaba para este año, 2017, una esperanza de vida de 72,5 años (69,1 ellos y 75,9 ellas). La realidad ha sido peor. La esperanza se ha situado en los 70,7 años (67 ellos, 74,5 ellas). La proyección del INE para el año 2020 es de 70,5 años para los varones y 77,5 para las mujeres. Como siempre, la realidad puede ser más dura que las proyecciones estimadas, considerando su propensión a mayores tasas de suicidio, accidentes por conducción peligrosa, manejo de armas, pendencia callejera, etc.Por otro lado, por razones que desconozco (¿efecto Evo? “me alegro de no haber estudiado”), los varones están dejando los estudios. Los hombres están descontinuando su educación, con todas las secuelas que esto supone. En las estadísticas de líneas de tiempo que ofrece el INE, si tomamos en cuenta hace una década, en Cochabamba, en el nivel primario, la deserción escolar persiste y afecta principalmente a los niños varones. Digamos que algo más o menos de tres niños de cada cien abandonan la primaria. Dos o tres pequeños que, de adultos, apenas sabrán leer y escribir.La cuestión es más preocupante en secundaria. El 2007, en Cochabamba, diez de cada 100 muchachos dejaban la escuela, mientras eran siete de cada 100 chicas. A partir de ese momento, solo hubo dos años en que fueron las chicas las mayores desertoras (2009 y 2010), pero con cifras cercanas a las de los varones. A partir del año 2012 hasta el 2016, las cifras se han estancado, no hay progreso en la lucha contra la deserción escolar. Cinco de cada 100 adolescentes están dejando el colegio, mientras que son tres de cada 100 chicas. Incluso, el 2016, ya fue el 6 por ciento. Está creciendo la deserción masculina, muy Juancito Pinto repartido a manos llenas.En el tema de la universidad pública, hasta el 2011, los varones aventajaban ligeramente en número a las mujeres. A partir de 2012, las mujeres sobrepasaron a los varones y la brecha continúa creciendo, hasta colocarse en un orden de casi 52% ellas y 48% ellos. ¿Dónde están? ¿Qué está sucediendo? ¿Están en institutos tecnológicos? ¿Casados y trabajando en condiciones precarias?Para dentro de unos años, habrá una población femenina bien educada. Por el contrario, una población masculina sin educación, tal vez empobrecida como consecuencia. Además, muriéndose más pronto. Ciertamente, no es lo que se quiere. Hay que plantearse tal vez políticas de discriminación positiva.* Comunicadora social