En Tarija cinco menos ¿Hasta cuándo?

Se cumple un año más del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, que en realidad es el 25, pero que por motivos de más justificados se ha adelantado. Aunque para algunos es un asunto relativamente reciente, la fecha se recuerda desde 1981. Por entonces,...

Se cumple un año más del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, que en realidad es el 25, pero que por motivos de más justificados se ha adelantado. Aunque para algunos es un asunto relativamente reciente, la fecha se recuerda desde 1981. Por entonces, militantes y activistas en favor del derecho de la mujer observaban el 25 de noviembre como día de protesta y conmemoración contra la violencia que sufre la mujer. La fecha fue elegida como conmemoración del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo (1930-1961).Que para algunos sea una novedad da cuenta de lo arrinconado que ha estado el tema durante décadas en los que la mujer ha seguido muriendo a cuenta gotas a manos de sus parejas, exparejas, concubinos o cualquier otro hombre que se consideró con derecho a arrancarle la vida mientras los responsables llamados por Ley a enfrentar estos asuntos levantaban la alfombra para meterlos debajo.La vigorosidad con la que el tema se ha reabierto en los últimos años y ha sacudido el continente de punta a punta tiene que ver con el papel que la mujer poco a poco ha ido conquistando en la sociedad, tiene que ver con los nuevos enfoques, con los tímidos intentos de buscar una equidad práctica y real, pero sobre todo y fundamentalmente, tiene que ver con que las mujeres siguen muriendo.Sudamérica es el continente más peligroso para ser mujer, los datos que brinda ONU Mujeres son escalofriantes, donde las muertes se cuentan por miles y los porcentajes son abrumadores, tanto que muchas veces nos hacen sentir por fuera.El gran logro del colectivo Ni Una Menos en Tarija ha sido convertir en caras, manos e historias de madres e hijas y vecinas esos datos que nos suenan a veces tan lejanos. En Tarija las mujeres también sufren violencia, y mucha, y también mueren.Este año hay al menos cinco menos. No está Bertha que la violaron y mataron en Bermejo al salir de un concierto a fin de año; no está Orlanda porque su concubino le aplastó el cráneo al volver de un acto social; no está Dayana que murió en un motel de Tomatitas; no está Gerónima porque dos tipos la abordaron cuando iba a su trabajo en Ornato de Yacuiba; no está Isidora, que ya había denunciado violencia sin éxito, porque su ex concubino le disparó dos veces en el rostro. Tampoco está Janette, aunque la villamontina murió en Santa Cruz donde residía.Todas ellas eran vecinas de este departamento. Mujeres normales y corrientes que hacían su vida sin hacer daño a nadie. Mujeres muy normales, como cualquier madre, hija, sobrina, vecina. ¿Ha habido luces? Lo cierto es que algunas instituciones parecen ir hacia atrás, solo pensando en sus medallas, pero algo algo parece se mueve en los órganos de Justicia. Al Fiscal Gilbert Muñoz no le ha temblado la mano a la hora de tipificar los casos como feminicidio y se han priorizado las investigaciones. Después de años de hastío este año se han dictado sentencias de las difíciles, como en el caso de Katty, la mujer que fue arrojada desde el tercer piso de un hotel o la de Olga, que fue arrastrada medio kilómetro hasta hacerla volar de la camioneta donde había sorprendido a su marido. Bertha, por ejemplo, ya tiene justicia. El compromiso social con la causa sin duda ha contribuido a que las familias dejen de sufrir en silencio y acaben devorados por la burocracia judicial.Es hora de que Tarija, sus tarijeños y sobre todo, sus tarijeñas, superen esos complejos, eso tabús y se empiece a hablar franca y llanamente de los problemas que afectan a la mujer. Que se dejen de reír los chistes violentos, que por ahí se empieza. La violencia no es un asunto doméstico, no es una cuestión que se debe apañar de puertas para adentro. No es de sentarse a un costado a ver pasar la marcha. No es de sentirse afuera “porque a mí no me pasa”. No se trata de eso. Se trata de construir una sociedad feminista con espíritu de cuerpo, porque “cuando tocan a una, nos tocan a todas”. Y a todos.


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