Controlar o consentir
Cuando la paciencia de los soldados griegos estaba por sucumbir, Odiseo (llamado también Ulises) propuso crear un gigantesco caballo, introducir a los soldados más valientes en su interior y obsequiarlo a los troyanos como supuesto premio a su valentía. El ardid consistía en que, una vez que...
Cuando la paciencia de los soldados griegos estaba por sucumbir, Odiseo (llamado también Ulises) propuso crear un gigantesco caballo, introducir a los soldados más valientes en su interior y obsequiarlo a los troyanos como supuesto premio a su valentía. El ardid consistía en que, una vez que el caballo estuviera en el interior de Troya, en el momento oportuno los soldados griegos abrirían las puertas de la ciudad para que entraran los refuerzos.
¡Qué cosa más curiosa! Sucedió que los mismos troyanos abrieron las puertas de la ciudad para que entrara el enemigo que durante diez largos años no había podido quebrantar su resistencia. La caída de Troya ilustra muy bien esta gran verdad: Nada puede contaminar nuestra mente a menos que nosotros mismos lo permitamos. Ni siquiera Satanás, con todo su poder, puede obtener el acceso a tu mente a menos que le abras la puerta desde adentro. Así lo expresa muy acertadamente el siguiente pensamiento del libro El hogar cristiano: «”En ningún caso Satanás puede dominar los pensamientos, palabras y actos, a menos que voluntariamente le abramos la puerta y le invitemos a pasar” (p. 365, el destacado es nuestro).