Partidos, partidos
Las militancias comulgan una ideología, causas históricas, principios y objetivos comunes que se reflejan en un programa encargado de direccionar sus luchas por el poder y la hegemonía. O como decía Iván Illich, son agrupaciones de minorías conscientes de que están en contacto efectivo y...
Las militancias comulgan una ideología, causas históricas, principios y objetivos comunes que se reflejan en un programa encargado de direccionar sus luchas por el poder y la hegemonía. O como decía Iván Illich, son agrupaciones de minorías conscientes de que están en contacto efectivo y permanente con las masas y saben dirigirlas.En el continente resulta forzado denominar partidos a todas las organizaciones que disputan el campo político, ya que muchas emergen autoproclamando apartidismo, en tanto se asumen como alternativas reivindicadoras del descrédito de la partidocracia en los años de vigencia de un neoliberalismo que deslegitimó la política. En varios países, el espacio de los partidos fue ocupado por movimientos y colectivos que basan su razón de ser en estructuras que se diseñan en torno a liderazgos nacionales o locales y reivindicaciones puntuales más que en ideologías y en programas.En otros casos, la merma valórica del partido conlleva a la adquisición de siglas ya existentes que les permiten habilitarse para el juego político, aunque no representen su línea. En una tendencia parecida y con mayor inorganicidad, liderazgos que hacen girar la política en torno a ellos participan en el posicionamiento de corrientes, generalmente de oposición a los poderes, que cada vez aparentan innovaciones, pero con los mismos actores. El partido son ellos, no las organizaciones.En esta caracterización influye el predominio de la definición del rol partidista en sucesivos eventos electorales. Tan evidente es este proceso que muchas agrupaciones ya no forman militantes, sino votantes o clientes; ya no trabajan programas, sino planes de marketing; ya no valoran la conciencia, sino los fanatismos. Representan movilizaciones transitorias, no movimientos cohesionados, alineados, estructurados.En estas condiciones, estas agrupaciones-mosaico están hechas con la sumatoria de resabios del partidismo y de individuos o grupos que se arriman sin importar su ideología. Lo que interesa es sumar números, votantes o clientes, así procedan de sectores radicalmente opuestos. Ausentes de organicidad, convicciones y control, no debe extrañar que en sus filas se escurran representaciones del mundo de la ilegalidad. Con pertenencias para las que vale más la satisfacción de intereses que la visión de sociedad, y sin mecanismos propios de depuración, son los medios de comunicación los jueces de sus desatinos, contribuyendo a su deslegitimación.Por otra parte, las experiencias de varios países nos muestran que algunas agrupaciones no estructuran su organicidad en la dinámica del partido, sino en la de los gobiernos, ya sean nacionales, departamentales o municipales. Es decir que no son fuerzas ciudadanas que operan alimentando críticamente a los poderes, sino sus dependencias, cooptadas por el ritmo de las burocracias.La historia tiene sus péndulos también para la vida de los partidos. Éste es un tiempo en el que las democracias del continente, junto con la recuperación de la política, necesitan reponerse organizaciones con ideología, programa, opinión, debate, formación política, militantes, pueblo y construcción colectiva de proyectos históricos pensando en el futuro común y no en las estadísticas electorales.* Es sociólogo y comunicólogo boliviano, ex secretario general de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).