El complejo asunto de la Autonomía, según Cataluña

La autonomía es una buena forma de gestión mal aplicada por el empeño que se le da a la identidad nacional/regional desde un punto de vista excluyente. Si se concibe la autonomía como una fórmula para gobernar la casa propia con mayor eficiencia, por la ventaja que da el conocimiento propio,...

La autonomía es una buena forma de gestión mal aplicada por el empeño que se le da a la identidad nacional/regional desde un punto de vista excluyente. Si se concibe la autonomía como una fórmula para gobernar la casa propia con mayor eficiencia, por la ventaja que da el conocimiento propio, de la autonomía pueden salir interesantes soluciones gastando menos dinero. Pero si se concibe como un paso intermedio hacia la autodeterminación de la región subnacional, es decir, hacia su independencia, se convertirá en un fastuoso camino colmado de irrealidad donde no importa demasiado la salud ni la educación, sino la reproducción del poder de las clases dominantes amenazadas.El caso de Cataluña es seguido con especial atención en Bolivia, ya que el modelo autonómico incluido en la Constitución Plurinacional se inspira en gran medida en el español. Cataluña está inmersa en un proceso del que sus actuales conductores defienden saldrá la independencia respecto a España. En la práctica ha partido por la mitad a la sociedad civil dejando un escenario de difícil convivencia pero también de pocas posibilidades de éxito, pues no se puede declarar una independencia contra el marco Constitucional pero sobre todo, no se puede sin tener una verdadera mayoría social.Desde el 1 de octubre, en realidad desde mucho antes, se vive una situación democrática anómala entre dos partes que se alimentan del conflicto. El Gobierno español ha estirado hasta el infinito la cuerda, eludiendo el diálogo, para engordar un conflicto que le beneficia electoralmente con la base que pide mano dura mientras que el Gobierno catalán ha prometido la panacea a partir de la Independencia, una especie de Santo remedio que permitirá curar todos los males de todos los sectores; por eso en el proceso conviven burgueses ultraliberales con izquierdistas socialdemócratas, comunistas y con anarquistas orgánicos. Ayer se vivieron horas de confusión sobre las intenciones de unos y otros que hoy deben encontrar desenlace. Ninguno puede descartarse a priori. Ni sacar los tanques a la calle, ni convocar elecciones anticipadas. Ni siquiera que ambos decidan hacer como que no ha pasado nada.El Estado Autonómico boliviano, aunque se inspiró en el fallido modelo español (no exclusivamente por el caso catalán sino por la ruina económica que reporta), tiene profundas diferencias. Para empezar, el español se impuso como modelo de consenso mientras que el boliviano se peleó en la calle con enormes marchas, referéndum sin cobertura legal y amenazas de constituir protectorados o Estados Libre Asociados.El modelo boliviano, además, se concentró específicamente en generar la posibilidad de licitar en las regiones y fue quizá el único punto que se logró matizado después en la Ley Marco de Autonomías, que en la práctica es una Ley de candados ante cualquier aspiración de incrementar el autogobierno.La batalla política en Bolivia siempre ha girado en la dicotomía entre la integración periférica y la potencia del movimiento nacional – popular, concentrado en el eje y sus ciudades. Durante todos los periodos históricos en los que se ha avanzado en la definición de país, siempre ha triunfado el segundo modelo por su potencia electoral. Lo ha sido en el Movimiento Al Socialismo, que nunca interiorizó de verdad lo que significaba la autonomía; lo fue en los tiempos de la hegemonía del MNR, que finalmente se concentró allí pese a que su génesis tuvo lugar en una Guerra del Chaco consecuencia directa del abandono político y mucho antes sucedió tras la guerra Federal, que tras las muchas promesas se saldó con un cambio de sede de Gobierno y poco más en la agenda vertebradora.Los grandes gobiernos de Bolivia han encontrado en la autonomía una amenaza, particularmente a las clases dominantes, y han secado las aspiraciones. Tal vez pronto un estudio serio pueda determinar lo que ese centralismo ha supuesto en porcentajes de crecimiento, mientras tanto es necesario generar discursos que integren ambos modelos y desarrollar de verdad lo dispuesto en la Constitución y los Estatutos de Autonomía. El riesgo de engendrar una Cataluña en Bolivia es mayor si se pretende olvidar las aspiraciones o asimilarlas a las pretensiones del poder regional en lugar de desarrollarlas en el marco de la convivencia ya pactada.


Más del autor