El camino equivocado hacia el gran Gran Chaco

Después de los años de plomo en los que la Autonomía se convirtió en una bandera con la que taparse según qué intereses, y que no fue distinto en un Chaco con más anhelos de reconocimiento que de autogestión, poner en marcha el concepto por el que se había peleado resultó una actividad...

Después de los años de plomo en los que la Autonomía se convirtió en una bandera con la que taparse según qué intereses, y que no fue distinto en un Chaco con más anhelos de reconocimiento que de autogestión, poner en marcha el concepto por el que se había peleado resultó una actividad por demás morosa.

Con la inserción de la autonomía en el texto de la Constitución Política del Estado y con la Ley 3038, la que blinda la transferencia directa del 45 por ciento de la renta petrolera del Chaco a cuentas propias en plena vigencia, el Chaco gozaba de un estatus particular muy elocuente. Con los recursos llegando por montón y con una infinidad de autoridades electas: alcaldes, ejecutivos seccionales, asambleístas regionales, etc, cada cual con su ejército de secretarios y asesores, a nadie le apetecía demasiado ponerse a redactar un texto que exigía de por sí mucha negociación y cintura, además de sincerar un discurso que hasta el momento se había opacado.El Chaco vivía en un estado ideal de ensoñación, con autoridades licitando por doquier y la población disfrutando de placeres mundanos en cada efeméride, celebración, onomástica o cualquier otra fiesta por guardar. Los recursos corrían a todas horas y no parecía faltar dinero para nada, lo mismo daba un rodeo que un Coliseo con parquet NBA; se soñaba hasta con aeropuertos internacionales, teleféricos y otros caprichos.La Gobernación de Lino Condori se sumó a la fiesta y el Gobierno se aprestó a reclutar para sus fines a todo aquel que pareciera contaba con respaldo popular. En el Chaco tardaron poco en vestirse de azul y alzar el puño los Carlos Brú, Lorgio Torrez, Rubén Vaca, etc. Proyectos enormes como la Planta Separadora del Gran Chaco o la Termoeléctrica sirvieron para compartir y afianzar las nuevas amistades, aunque poco para vertebrar una idea de desarrollo común.Hacia el final de la pasada gestión, cuando ya los plazos apretaban, no les quedó otra que despertar del sueño, por un ratito, y ponerse a consensuar un texto estatutario de acuerdo al mandato constitucional por el que se había luchado. Los asambleístas regionales hicieron un amago, pero finalmente los temas fuertes fueron tratados por “los hombres fuertes”, alcaldes y ejecutivos seccionales se sentaron en la mesa.El Estatuto Regional del Chaco blinda la microautonomía con el reparto del 15 por ciento por sección municipal y la elección de una Máxima Autoridad Ejecutiva además de otros dos para Caraparí y Villa Montes. Los tres se hacen llamar Gobernador. El texto del Estatuto no consagra un Gran Chaco fuerte y con visión unitaria sino tres, con visión reducida.Como fuera, ese documento resultó aprobado con solvencia y es el que se debía aplicar. En la normativa se contemplaba la inmediata celebración de elecciones para implementar el nuevo Órgano Ejecuto Regional, pero las autoridades recién electas en 2015 buscaron las argucias para habilitar un periodo transitorio que les permitiera acabar mandato. El Gobierno nacional dio toda la cobertura legal necesaria y en mayo se constituyó el órgano.A la fecha no se ha logrado implementar ni un artículo del Estatuto, ni siquiera nada parecido a un consenso sobre los siguientes pasos a dar. Apenas una agenda legislativa o una definición de proyectos centrales que garanticen el desarrollo de la Región Autónoma más allá de hacer un aeropuerto y sugerir la doble vía aprovechando que la Argentina la trae hasta la puerta y a Santa Cruz le interesa.Lo que sí hay ya en el Chaco es un clima preelectoral, cuando queda muchísimo. Una especie de pugna soterrada entre los que están, los que ya no están y los que pretenden estar. Quecaña contra Vallejos, Vallejos contra Brú, Brú contra Cavero y todos contra Wilman Cardozo. La crisis económica también se ha padecido en el Gran Chaco, pero parece que la que más ha afectado es la crisis de las ideas y la crisis de credibilidad política. El camino para hacer un gran Gran Chaco parece, de momento, equivocado.


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