México lindo y querido
Como burla del destino, 32 años después, el mismo día la tierra vuelve a temblar. En el mundo pudimos ser testigos cómo en varios estados del país se vivieron horas de desconcierto y pánico mientras las autoridades trataban de organizar labores de búsqueda y rescate de quienes podían...
Como burla del destino, 32 años después, el mismo día la tierra vuelve a temblar. En el mundo pudimos ser testigos cómo en varios estados del país se vivieron horas de desconcierto y pánico mientras las autoridades trataban de organizar labores de búsqueda y rescate de quienes podían haber quedado atrapados bajo escombros. 38 edificios colapsados, cerca de 250 personas muertas es el saldo que hasta hoy deja el desastre. Lo novedoso de hoy es que desde todo el mundo vemos el desastre en directo, minuto a minuto, por la televisión y no a través de la radio como en 1985. Y son en estos momentos cuando lo mejor y lo peor de un pueblo sale a flote. Miles de voluntarios se suman a las tareas de búsqueda, pero también miles se vuelcan a las calles a robar y saquear aprovechando la oscuridad y el relajo policial. Una multitud de personas que se vieron forzadas a la autogestión, forman interminables cadenas de manos que arañan el hormigón buscando señales de vida. Y la emoción es compartida con el mundo al encontrar a alguien vivo, que es cuidado y abrazado como el hijo/hermano/esposo amado de todos. La inesperada reverencia por la vida humana en un país donde cada año mueren más de 2.500 mujeres víctimas de feminicidio.Y en estos pocos días se multiplican las historias: al ritmo impuesto por la tragedia surgen miles de brigadistas voluntarios dispuestos a poner en riesgo sus propias vidas (maravillosas historias de los famosos topos); estudiantes de medicina, de sociología, de psicología que bajo una carpa o donde mejor se acomoden tratan de organizar lo inconcebible; grupos religiosos que abandonan la oración para dar consuelo a los familiares; señoras de todas las edades que acumulan donaciones, preparan alimentos, proveen agua; los ingenieros que integran brigadas de peritaje, tratando de ayudar de todas las formas posibles, todos ellos los verdaderos héroes de los escombros. Con tantas historias por relatar, no logramos comprender para qué se inventa la historia de Frida Sofía que desgasta e indigna a la ciudadanía.El recuento de daños seguro será político. Las diversas fuerzas gubernamentales se despliegan en un esfuerzo sobrehumano y en muchos casos, memorable. Pero también se deja al descubierto el caos en la búsqueda, el rescate y en la entrega de apoyos. La sombra de la corrupción ya invade la credibilidad del Gobierno, con malas experiencias en el reciente terremoto de Oaxaca.La solidaridad ciudadana persiste y se amplía a una ciudadanía global que ya recoge ayuda en todas partes del mundo. Entre dudas sobre noticias confiables y el silencio de la muerte, se yergue airoso el deseo compulsivo de ayudar. Como diría Monsiváis respecto al terremoto del 85: “La solidaridad de la población en realidad fue la toma de poder, un espíritu cívico y nacional más vigoroso de lo que se suponía”; una toma del poder que esperamos remueva y transforme las anquilosadas estructuras del poder político en México, tan sediento de democracia y justicia social.