Alfaro calcula, Oliva también
Nunca fueron claras las competencias que Alfaro iba a asumir, pero sí que se le iba a dar una relevancia en la vocería política, con acento propio y con público propio. Unos y otros daban por hecho que la intención era reconstruir el liderazgo del campesino luego de su tránsito desde el...
Nunca fueron claras las competencias que Alfaro iba a asumir, pero sí que se le iba a dar una relevancia en la vocería política, con acento propio y con público propio. Unos y otros daban por hecho que la intención era reconstruir el liderazgo del campesino luego de su tránsito desde el Movimiento Al Socialismo hasta la vereda de Adrián Oliva. Se daba por hecho que sería una relación temporal, coyuntural, en la que no valía la pena invertir demasiado, ni unos ni otros, ni tampoco renegar demasiado. Luis Alfaro estaba en política antes del MAS, pero el crecimiento de ambos en Tarija está íntimamente ligado por intermedio de la Federación Campesina que Alfaro dirigió casi una década y desde donde se convirtió en el azote del ex Gobernador Mario Cossío. Dentro del MAS, Alfaro fue candidato a primer prefecto electo en 2006, primer diputado plurinacional en 2009 y nada en 2014. Para entonces ya había empezado una línea crítica dentro del Movimiento Al Socialismo, instrumento que empezó a describir como un partido perforado por intereses sectoriales e incluso supranacionales que había logrado traicionarse a sí mismo. En 2015 armó su propia candidatura junto a Fernando Barrientos, hoy también distanciado, para concurrir a la Gobernación de Tarija. Primero fue con Bien Común (Bico), que fue inhabilitada, y luego con Tarija Para Todos (TPT). Sumó un digno 11 por ciento que le permitió erigirse en árbitro de la segunda vuelta donde, tras muchos tiras y afloja, se decantó por arropar la candidatura de UD-A y Adrián Oliva.Esa decisión fue el portazo definitivo al Movimiento Al Socialismo y sin embargo, tampoco fue bien recibido por todos los miembros de la Alianza, sobre todo por los más próximos al ex Gobernador Mario Cossío, al que consideran víctima precisamente de Alfaro. La inclusión de Alfaro y, en su medida, de Wilman Cardozo en el gabinete está en el origen de las fricciones que derivaron posteriormente en la ruptura.Con o sin redención, Alfaro asumió un papel mucho más combativo con el Gobierno central desde el principio y no dudó, por ejemplo, en alzar la voz contra el intento de repostular a Evo Morales en las elecciones de 2019. Hizo campaña activa por el No en el referéndum argumentando la aniquilación conceptual del Instrumento Político, usurpado por los de siempre convertidos ahora al proceso de cambio mientras sus intereses siguen intactos. Alfaro habló de Gabriela Zapata, Oliva no. El Gobernador jugó un papel mucho más cauto e institucional. Por entonces fue la primera fricción seria a pesar del pacto ya alcanzado.Hubo más, el secretario de Gobernación se mostró por ejemplo contrario a aceptar los fideicomisos del Gobierno Central alegando que servirían para financiar la dilapidación de recursos de sus antecesores, que entonces fueron correligionarios; discrepó también en la gestión del conflicto del Prosol y también en la intención de contratar créditos al 6 por ciento en la banca privada. Alfaro se convirtió en una especie de verso suelto dentro de un gabinete controlado férreamente por los más leales a Oliva. Un papel difícil de aceptar, pero necesario.El secretario de Gobernación enarboló la apuesta por una Agenda Productiva en la que muy pocos creen dentro del gabinete, o al menos no comparten el timing político. El reparto de presupuesto lo relega de nuevo a ser una especie de asesor mitad interno, mitad externo, sin función clara y con un halo polémico a su espalda.Actualmente todo parece un cálculo político, Alfaro es un viejo zorro de estas lides; Oliva cuenta con un amplio equipo metódico en la gestión política. Nadie apostaba porque juntos acabaran la gestión, más bien unos y otros ponen en la balanza el cuándo, el dónde, el cómo y el por qué tomarán las próximas decisiones. Tratando de capitalizar el revuelo político.