Reflexiones desde el Cursillo Búsqueda

¿Pero qué entendemos por felicidad?Quizás podamos encerrarla en una sola palabra, en alegría, en riqueza, en comodidad, en poder y en todo aquello donde ponemos nuestro corazón.Nuestra vida es una constante búsqueda, nuestras actividades, nuestro trabajo, nuestras preocupaciones giran...

¿Pero qué entendemos por felicidad?Quizás podamos encerrarla en una sola palabra, en alegría, en riqueza, en comodidad, en poder y en todo aquello donde ponemos nuestro corazón.Nuestra vida es una constante búsqueda, nuestras actividades, nuestro trabajo, nuestras preocupaciones giran alrededor de esta ilusión, de ser felices.Desde la creación del hombre a través de los siglos, el hombre busca satisfacer el vacío que todos llevamos dentro, es esa ansia de llenarnos de algo que nos haga sentirnos satisfechos, felices.Cuanto trabajo continuo en nuestras vidas, sacrificios, renunciamientos, buscando la felicidad, en esta búsqueda, muchos pisando los derechos de otros por conseguir lo que creemos que nos dará la felicidad.Corren los días y los años y seguimos en la búsqueda aunque hayamos logrado las metas que nos propusimos.Entonces ¿Dónde encontrar la felicidad?Si Dios existe, Dios tiene que ser la felicidad.El cristianismo es una vocación a la dicha, los cristianos apuntamos a una solución que creemos que es la válida, es en la esperanza de la resurrección de la carne.Muchas veces al escuchar los mensajes que Cristo nos dejó; quedamos desconcertados, como el sermón de las bienaventuranzas, que son una paradoja increible cuando nos dice: “Felices los que lloran” ¿Cómo combinar pobreza y felicidad, lágrimas y alegría, persecución y dicha, dulzura y poderío, hambruna y hartura?Aparentemente esto parece irreal, nos parecen irreales o fuera de la realidad las palabras de Jesús cuando nos dice:”Felices los pobres, los pacíficos, los humildes. Si vemos que los ricos ríen  y los pobres tiemblan, los mansos son pisoteados, los violentos triunfan, los inocentes parecen congelados, los licenciosos exuberantes, los perseguidos aplastados y hasta asesinados y los perseguidores intocables.Todo este discernimiento puramente humano lo encontramos en el antiguo Testamento en (ML. 3 – 14,15)Nuestra humanidad, nuestros ojos, nuestra carne, nos hacen ver que a los pobres, la riqueza los hace felices, que los pacíficos y los sencillos, ven que la única manera de ser poderosos y tener gloria es caminando por la injusticia, la corrupción y la prepotencia.Nuestra humanidad nos hace ver que los puros llevan una vida sosa en cambio los que se acomodan en las filas de los licenciosos, miran al infierno “picante”.¿Pero todo eso es felicidad verdadera? ¿Será que Cristo  se ha equivocado? ¿Quiénes son de verdad los felices?Creo que todo lo que reluce no es oro, ni son amargura todas las lágrimas; que la felicidad, la verdadera, tiene muchas vertientes y que unos minutos de felicidad en “profundidad” pueden valer más que años de dicha en “superficie”.También vemos no sin admiración que donde desaparece toda necesidad, aparece el suicidio porque se ha perdido toda ilusión; dónde sobra el dinero sobreabunda la locura y la estupidez, porque ya no se encuentra sabor a nada, porque se está hastiado de todo y porque se aburre la gente que no tiene porque llorar y la sexualidad empieza a asquear  desde que se ofrece por las calles.El único camino que nos lleva a la felicidad es el amor.Si Dios es amor, solo en El encontraremos la verdadera felicidad, y no es que los que creen que Dios es la felicidad, separen el reino del valle de lágrimas aquí  en la tierra y el Reino de Dios, allá en la felicidad eterna; y no es así, Jesús dijo: “El Reino de Dios ya está entre vosotros”.Dios vive entre los hombres, por eso la dicha debe comenzar ya en la tierra, una dicha que si no puede ser absoluta, puede llegar a ser inmensa.La presencia de Dios, el conocimiento y la amistad con El, nos puede dar la felicidad que llene nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro corazón y conciencia, porque el aliento de Dios, está en cada corazón que ama.

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