Soplan vientos de nacionalización

incluyendo la presidenta Cristina Kirchner, cuando hablan de “las petroleras”.Es que Repsol, desde cuando, en el gobierno de Carlos Menem compró YPF (la “privatizó”, como prefieren decir algunos), ha incorporado a su nombre las siglas de la antigua petrolera estatal argentina,...

incluyendo la presidenta Cristina Kirchner, cuando hablan de “las petroleras”.Es que Repsol, desde cuando, en el gobierno de Carlos Menem compró YPF (la “privatizó”, como prefieren decir algunos), ha incorporado a su nombre las siglas de la antigua petrolera estatal argentina, Yacimientos Petrolíferos Fiscales y, por todas las señales, su re-estatización (o nacionalización, aunque estatización es más correcto) parece que es sólo cuestión de tiempo, es decir, se producirá tarde o temprano. Muchos dicen que temprano.En la revista Clarín, en estos días, el analista Alcadio Oña, afirmaba que el gobierno argentino se plantea tres opciones. La menos probable –según Oña- es la estatización de YPF ya que al estado le costaría un ojo de la cara mantenerla en funcionamiento. Se habla en cambio de forzar a Repsol YPF a que no transfiera sus utilidades, que este año rondarían los 1.400 millones de dólares, a España.Otra alternativa sería quitarle ciertas áreas de explotación y cederlas a la venezolana PDVSA, a la que Argentina debe 5.700 millones de dólares por la compra de combustibles.Pero, el alboroto inevitable inclusive llevó a Buenos Aires al presidente del directorio de Repsol (aunque aparentemente sin resultados espectaculares, pues ninguna noticia se divulgó). En el ojo de la tormenta parece estar, definitivamente, el asunto de distribución de utilidades de Repsol, que va en contravía de la necesidad que tiene la Argentina de explorar más y explotar más petróleo, pues el abastecimiento del mercado interno ya está en punto crítico.Otro analista del tema decía:  “Una empresa estatal no tiene que distribuir beneficios. El año pasado, la distribución de beneficios de YPF fue mayor a lo que destinó a la exploración. Esto lo hizo para reponer el préstamo que le hizo a la familia Esquenazi para la compra de acciones”, explicó. “Si existiera una empresa petrolera estatal, podría planificarse. Significa que aún con un margen de error, se pueda hacer lo que se tenga que hacer para que no falte petróleo o haya capacidad de refinación”, remarcó.Por su parte, el vicepresidente de la Argentina, Amado Boudou lo dijo claramente: “Todos los años hacen falta más y más combustibles y, teniéndolos aquí en nuestro subsuelo, no es razonable -tal cual marcó la Presidenta- que se estén importando”.Análisis actualizados señalan que  desde 2008, hasta la fecha, la distribución de dividendos en efectivo, alcanzó la friolera de 4.320 millones de dólares. En un mercado que requiere una gran necesidad de inversiones, imprescindibles para la atención de una demanda en expansión, es de difícil explicación semejante pago de dividendos en efectivo.Todo esto de los balances, las auditorías, las inversiones escamoteadas y las utilidades directas o camufladas de las corporaciones transnacionales, especialmente las petroleras, es para nosotros, los bolivianos, historia muy conocida.Pero aclaramos, muy conocida no quiere decir bien manejada.

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