El Brasil que no nos gusta

Se refiere, concretamente a empresas transnacionales “vistas como brasileñas”, pero eso sucede también con otras, “vistas como españolas” o genéricamente vistas como de equis nacionalidad, cuando el nacionalismo, todo nacionalismo es, precisamente, lo que estas empresas combaten y...

Se refiere, concretamente a empresas transnacionales “vistas como brasileñas”, pero eso sucede también con otras, “vistas como españolas” o genéricamente vistas como de equis nacionalidad, cuando el nacionalismo, todo nacionalismo es, precisamente, lo que estas empresas combaten y quisieran exterminar.Por eso es necesario precisar que, cuando protestamos contra el Brasil, no es, por supuesto, contra el Brasil de Garincha (lo preferimos a Pelé), ni por supuesto contra el Brasil de Josué de Castro ni mucho menos contra el Brasil de Jorge Amado, cuya genialidad no solo respetamos sino admiramos, sino contra ese otro Brasil, el que según Oxfam es el segundo país emergente en el mundo con mayor desigualdad, después de Sudáfrica.“Aún cuando Brasil tenga avances en la lucha contra la pobreza, sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, con una agenda muy fuerte pendiente en esta área”, le dijo dijo a BBC Brasil el jefe de la oficina de Oxfam en Brasil, Simon Ticehurst.Aunque las afirmaciones de Oxfam sean confiables, volvamos a la “mirada propia”, que hace Elaine Tavares, quien sostiene que, de hecho, “Brasil es un gigante, ocupando el 47% del área de América Latina. Tiene 8.514.876 kilómetros cuadrados y 23 mil kilómetros  de frontera. Aparece como una potencia en la región y desde los años 50 del siglo pasado, cuando empezó a aceptar todos los conceptos del desarrollo capitalista ha vivido esa realidad. Desarrollo en algunas regiones y miseria infinita en otras. Capitalismo dependiente”. Y remata afirmando que “hoy, viviendo un momento de crecimiento económico, Brasil refuerza aún más su política subimperialista en relación con los demás países vecinos. Política esa que empezó con fuerza en el periodo de la dictadura militar, cuando igualmente pasó por un vigoroso proceso de crecimiento, apoyado por el imperio estadounidense.   Ese es el Brasil que nos desagrada, nos amedrenta y nos lastima. Y no somos las únicas ni las principales víctimas de ese modelo. Las primeras víctimas son, por supuesto, los brasileros, porque –volviendo a Oxfam- “Los mercados pueden crear puestos de trabajo, pero no van a hacer una redistribución (de ingresos)” y en Brasil es donde se percibe que los mercados están más teologizados. “Los más pobres son los más afectados por la volatilidad de los precios de los alimentos, los precios de la energía, los impactos del cambio climático. Y finaliza Oxfam alertando que “el modelo de desarrollo de Brasil debe tener esto en cuenta”.Y apartándonos solo un poquito del asunto, qué tristeza que según ese mismo estudio de la Oxfam, que busca” incrementar el entendimiento y reconocimiento público porque la justicia económica y social son cruciales para el desarrollo sostenible”, sea la Sudáfrica del admirable Nelson Mandela el único país (dentro de los del grupo G-20) con aún mayor desigualdad social que el Brasil. Pero África está un poco más lejos de nosotros, y por eso mantenemos pendiente el comentario sobre el Coltán. Que tiene que ver con África y con nosotros

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