Cochabamba Insurgente

La nueva movilización utiliza y recompone el pasado que es asumido con un tiempo  mítico cargado de esplendor, benevolencia y equidad; que como todo buen mito no siempre concuerda con lo efectivamente ocurrido. En otros términos, indígenas y campesinos recuperan su presente desde el pasado,...

La nueva movilización utiliza y recompone el pasado que es asumido con un tiempo  mítico cargado de esplendor, benevolencia y equidad; que como todo buen mito no siempre concuerda con lo efectivamente ocurrido. En otros términos, indígenas y campesinos recuperan su presente desde el pasado, rompiendo las barreras de la historia oficial que los ha excluido y silenciado. Su memoria histórica guía vivamente su actuación política, sus demandas por derechos y su relación con el Estado. Conocer y tomar en cuenta ese pasado emergente, resulta imprescindible  para construir políticas culturales acordes a aquella tradición. La celebración del Bicentenario fue una oportunidad para (re)establecer ese debate sobre el uso del pasado, pero lamentablemente por negligencia e incomprensión de las autoridades que asumieron la gestión en mayo del 2010, naufragó en inocuo ritual cívico. Esperemos que otro tanto no suceda este 27 de mayo. La historia debe ser una puerta que se abra al pasado con todas sus turbulencias y no una reja que lo clausura desde el altar oficial. Es necesario, en ese sentido, reparar las modalidades que asumieron las disputas en Cochabamba entre el poder y la sociedad indígena en torno a tierra y la cultura.  En este recorrido, parte del levantamiento indígena de 1781, que fue parte de las rebeliones anticoloniales y las manifestaciones nacionalismo indígena acontecidas en el sur del actual Perú y en el Altiplano andino boliviano y que hicieron tambalear el poder español. La mayor parte de los estudios sobre el ciclo rebelde de Tupac Amaru y Tupac Katari entre 1780 y 1781, han descuidado analizar sus manifestaciones regionales. Cochabamba casi nunca es mencionada con un escenario insurreccional, como efectivamente lo fue en zonas como Arque y Tapacarí, pero también el Valle Bajo y El Alto. Los criollos y mestizos, sintiéndose amenazados, no se plegaron a la revuelta y por el contrario se sumaron a la represión indígena. Cochabamba recibió de Carlos III, el dudoso honor de ser designada como Leal y Valerosa, y ser ascendida de rango de Villa a Ciudad. Blasón que ostentaban los rebeldes criollos y mestizos de 1810 o 1812.En cambio existen muchos recuentos de lo acaecido en 1952, para establecer cómo otra insurrección, la del 9 de Abril, pudo cambiar las coordenadas del poder y abrir una inédita fase de conflicto de clases en el agro cochabambino que derrumbará el sistema latifundista. Sin embargo lo acaecido a partir de ese año revolucionario plebeyo, no pude entenderse sino en referencia a lo acaecido en 1781 y principalmente desde el fin de la Guerra del Chaco (1932-1935). Se trata de los impactos que produjo en la estructura agraria la resistencia a las políticas étnicas y económicas establecidas a fines del siglo XIX por el modernismo liberal. Destaca ahí el Congreso Indigenal de 1945, que abrió las estrategias implementadas no solamente por los trabajadores de las haciendas (colonos), sino por las comunidades indígenas y por los campesinos sin tierra, hasta la eclosión de 1952-53.* Historiador, Director del Centro Cuarto Intermedio

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