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En Durbán hay pesimismo

la única herramienta internacional con la que cuenta el mundo para exigirles a los países desarrollados reducir la emisión de gases nocivos a la atmósfera y cuyo mandato termina en unos meses.El encuentro es en Durbán, que es una ciudad de Sudáfrica, en la provincia de KwaZulu-Natal, a...

la única herramienta internacional con la que cuenta el mundo para exigirles a los países desarrollados reducir la emisión de gases nocivos a la atmósfera y cuyo mandato termina en unos meses.El encuentro es en Durbán, que es una ciudad de Sudáfrica, en la provincia de KwaZulu-Natal, a orillas del océano Índico. Durbán tiene casi 4 millones de habitantes y es la tercera ciudad más grande del país, después de Johannesburgo y Ciudad del Cabo. Además de ser un centro turístico, el puerto de Durbán es el más importante de toda África y aloja la terminal de contenedores más grande del hemisferio sur, además de un sustancial sector industrial. Recibe más de 5.000 buques mercantes al año y dos tercios del negocio de contenedores nacional se realizan a través de su puerto, dando empleo a más de 100.000 personas. En 1998, ganó el premio de la Organización de las Naciones Unidas a la Ciudad Mejor Administrada de África.Allí, en Durbán, con mucho menos aspavientos de los que hubo para la Cumbre de Copenhague, están ahora representantes de gobiernos y de organizaciones no gubernamentales de diversa índole, viendo qué va a pasar con el clima, el deteriorado clima que se intentó salvar  hace unos años, cuando en 1992 se suscribió el Protocolo de Kioto.En Kyoto, los países se impusieron una meta ambiciosa pero urgente: cortar en 5,2 por ciento la emisión de gases que calientan la atmósfera (entre ellos el CO2), cuyos múltiples efectos se resumen en uno solo: calentamiento global. En un hecho histórico en un foro mundial, aceptaron ser evaluados y sancionados en caso de incumplir sus metas.El próximo año, o sea dentro de algo más de un mes, estos países tendrán que pasar al tablero y ya se anticipa que varios de ellos, como Canadá, se rajarán en la tarea y otros, como Japón, pasarán raspando. Desde ya algunos, incluido Rusia, han anunciado que no tienen interés en extender las metas después de 2012, menos cuando los grandes contaminadores como Estados Unidos -que nunca ratificó el protocolo- o India y China, sin obligación de reducir emisiones, miran tranquilos desde lo alto de sus humeantes chimeneas.Entonces, lo único destacable de esta Cumbre de Durbán, es el pesimismo. El año pasado, la quema de combustibles fósiles, la tala masiva de bosques y selvas y el uso masivo de fertilizantes empujaron la emisión de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso a la atmósfera al nivel más alto que haya conocido el planeta. Incluso los escépticos que alegan que el clima siempre ha sido caprichoso empiezan a reconocer que la vida humana en la Tierra está interfiriendo en la sutil mecánica del clima. Los efectos los leemos en la prensa todos los días: inundaciones por lluvias extremas o sequías severas como las que han ya casi “tradicionalmente” padecen muchos lugares.Aquí mismo, en Tarija, tenemos testimonios directos de primera mano sobre esas recurrentes sequías, que todos los años nos hacen proclamar “emergencias” y que lejos de remediarse empeoran.Esperaremos hasta el 9, sin embargo, aunque sinceramente dudamos que de Durbán nos llegue algo esperanzador.

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